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La anárquica batalla por modernizar la OMC

Salvo la UE, el resto de la membresía de la OMC no da indicios de haber llevado el debate sobre la modernización del sistema multilateral de comercio

26 septiembre de 2018

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

Salvo el austero documento conceptual de la Unión Europea (UE) que incluye tres sugerencias temáticas (el “concept paper”), difundido con gran sigilo recién en los últimos días de junio pasado, el resto de la membresía de la OMC no da indicios de haber llevado el debate sobre la modernización del sistema multilateral de comercio (la OMC) a los niveles de respeto, profundidad, exigencia y trabajo colectivo que merece el tema. Actualizar el rol de su Secretaría y del funcionamiento de la organización, así como negociar las reglas y sectores que se desea incorporar en una futura agenda del sistema multilateral, son desafíos que demandan enorme versación técnica y política. No son desafíos para gente con candados mentales.

A pesar de que el diagnóstico de Washington tiene puntos de indiscutible validez, ¿es posible trabajar en serio con un Gobierno obstruccionista que desde 2015 boicotea la labor del mecanismo de Solución de Diferencias de la OMC con la excusa de reparar los engranajes que hoy no funcionan merced al bloqueo generado por ese mismo Gobierno? ¿Es lógico confiar en la religión mercantilista de Donald Trump como locomotora de la liberalización del comercio global? Si bien en la OMC nadie se espanta por la llegada de ideas audaces o heterodoxas, la gente no puede ser completamente inmune a una constante lluvia de planteos esquizofrénicos de los que no parecen saber de qué demonios están hablando o qué clase de Sistema desean lograr.

Por lo pronto, es saludable que la UE declare que su dirigencia es leal al multilateralismo, cree en la necesidad de contar con la OMC y respalda los principios del comercio libre, justo y recíproco. Normalmente, los gobiernos están obligados a honrar las obligaciones de tal membresía, de modo que las declaraciones del paper suenan a adorno retórico si el mensaje también está dirigido a gente que no presta funciones en la Casa Blanca. Los integrantes del aludido sistema son conscientes de que la mayoría de esos principios están contemplados en los preámbulos y las reglas del GATT (1947) y en el Acuerdo de Marrakech (1995) que estableció la OMC. De modo que por ahora nuestro comentario sólo apunta a recordar que más adelante será necesario determinar si la fidelidad principista del Viejo Continente incluye a las obligaciones vigentes sobre liberalización agrícola, al debate sobre proteccionismo regulatorio (cuyo alcance es deliberadamente nebuloso en el paper) y la aplicación unilateral de medidas ambientalistas, climáticas o sobre propiedad intelectual que tienen inadmisible efecto tóxico al juzgar o incidir en la dirección del intercambio y la localización de inversiones. Parece chiste que la Comisión llame a eso desarrollo sostenible.

Es igualmente encomiable la decisión europea de señalar con claridad que las medidas de corte unilateral e ilegal aplicadas por todos los miembros de la OMC que participan de las presentes guerras comerciales (cosa que Angela Merkel prefirió no abordar en 2017, durante la reunión d eHamburgo del G20), son una vía inaceptable y altamente peligrosa para la paz del planeta. El pasado 13 de setiembre, Henry Kissinger se refería con apabullante lucidez a estos temas en el Wilson Center, al decir “?estamos en una posición en la que tanto la paz como la prosperidad del mundo dependen de si China y Estados Unidos pueden hallar un método para trabajar conjuntamente, no siempre de acuerdo, pero con capacidad de controlar los desacuerdos. También para desarrollar objetivos que nos acerquen en forma conjunta y permitan al mundo hallar una estructura (?) Cuando leo acerca de las disputas contemporáneas sobre asuntos comerciales adjudico, como estadounidense, considerable mérito a esta clase de propuestas”. No es indispensable adherir a la totalidad de las cosas que dice el mencionado estratega, a la hora de percibir como traza una formidable línea roja entre la noción de defender los derechos propios y la de olvidar por completo los intereses y las obligaciones centrales de Washington hacia el resto de la humanidad, bajo la perspectiva chauvinista de América primero y con la persistente lectura unilateral de las relaciones globales. Y, sobre todo, por no apreciar que un mundo sin reglas, y mercantilista, es el atajo más salvaje a la recesión económica, la depredación social y las disputas bélicas.

Quienes negocien la modernización de la OMC deberían mirar con lupa el documento de la UE. Sería lógico que presten especial atención a la sugerencia de modificar y aumentar el número de reglas y acuerdos sectoriales que figuran en la agenda de las próximas negociaciones comerciales, con el propósito de rebalancear las ganancias de sus economías mediante la liberalización de actividades nuevas y de interés para sus exportadores. Traducido al criollo, Bruselas quiere decir que la Ronda Doha está muerta y que ellos sólo podrán cumplir las obligaciones preexistentes sin entrar en default respecto de las mismas, si el resto de los miembros de la OMC aceptan incluir nuevos rubros que les produzcan ingresos por exportación de bienes y servicios (o sea, la versión educada y social-demócrata del mercantilismo Trump).

¿Es esto chantaje? Algo así. Es el modo de negociar de las grandes potencias hegemónicas que operan en el planeta Tierra. ¿Y qué se puede hacer? Por lo pronto estudiar caso por caso lo que piden y hacer números, no declaraciones sin sentido que algunos confunden con genialidad política. En estos ejercicios hay que enmudecer a quienes no entienden de qué se trata y evitar enfoques nacionales que limiten a la Argentina a presentarse como un simple “intermediario honesto” (honest broker), si sus intereses e ideas no están adecuadamente representados en la mesa del debate. Nuestro país no debería dar su asentimiento sin pedir, en caso de que ello sea realmente útil y viable para sus intereses exportadores, un trato por lo menos equivalente al que hoy demandan los amigos de Bruselas. Tampoco admitir un paga Dios de las obligaciones comerciales contraídas y aún insatisfechas de la Ronda Uruguay.

Es indudable que el concept paper va en la buena dirección cuando incita a revisar las reglas sobre Comercio de Estado, discriminación, sobre subsidios y derechos compensatorios y el asuntito de la transferencia obligatoria de tecnología (tema sobre el que ya hay alguna que otra regla en el Acuerdo sobre Propiedad Intelectual, el TRIMs y otros con larga vigencia, lo que no excluye ser más explícito para neutralizar las presiones del gobierno chino sobre los inversores extranjeros). Este menú no es ajeno al interés estadounidense y, si todos van con el chip racional a los presuntos diálogos, la propuesta haría viable bajar el tensiómetro en el Atlántico Norte.

El otro debate que pone sobre la mesa el concept paper es el referido a los tratos diferenciales vinculados con el nivel de desarrollo de cada país. Al respecto parece llegado el momento de evaluar si la OMC debe dirimir el nivel de pobreza de determinada economía o evaluar su capacidad de competir. China, que es el mayor trader del mundo, sigue teniendo grandes bolsones de pobreza y desempleo. ¿Se justifica realmente darle trato privilegiado o ya posee un talento competitivo que le permite desbancar sin esfuerzo a las naciones tradicionalmente desarrolladas?. Lo que se menciona sobre Pekín es extensible a Singapur, Corea del Sur y otros territorios considerados en la OMC como países en desarrollo. ¿No es eso lo que nos dice la creciente participación de sus exportaciones en el comercio global, lo que obviamente no es pecado?.

Antes de completar esta mínima selección temática del concept paper, parece relevante hablar de la tendencia a crear una OMC de dos velocidades. Bruselas dice que hay una significativa corriente de opinión volcada a negociar acuerdos sectoriales para dejar que avancen los más osados o los que se sientan cómodos en liberalizar ciertas actividades con gran potencial ecomómico. El paper fija como condición aplicar el Principio de Nación más Favorecida (NMF) a los beneficios de cada acuerdo. Esa es una movida principista y racional. Sin embargo, las actuales reglas no interfieren con la posibilidad de negociar proyectos como el nuevo Acuerdo sobre Comercio de Servicios (TISA, en inglés), el vinculado a Bienes Ambientales (EGA, en inglés) y los destinados a eliminar subsidios en la Industria Pesquera. De ese paquete ilustrativo de sectoriales en debate, el único proyecto que se completó en los últimos años fue la actualización del Acuerdo sobre Tecnología de la Información o ITA (en inglés), lo que indicaría que la caja de velocidades no es el único problema que frena la modernización de las reglas y concesiones comerciales de la OMC. En este ejercicio también rige aquello de que la pregunta es siempre la misma, lo que cambia son las respuestas.

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