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Fortalezas y debilidades de la economía tras la tormenta

Si el Gobierno logra salir de pie de “sus peores cinco meses”, el escenario macroeconómico resultante será más consistente que el previo

10 septiembre de 2018

Por Sebastián Senlle Economista

“Lo que no te mata te fortalece”, reza el dicho popular y la macroeconomía argentina podría haber tomado nota de esto. La pax cambiaria de los últimos días invita a un optimismo cauteloso, porque las señales todavía son mixtas y no está claro que la corrida contra el peso y la disparada del riesgo país hayan terminado.

Es cierto que el ajuste se dio de forma caótica (y que derivará en una recesión y, como admiten en Balcarce 50, en un aumento de la pobreza), impuesto por el mercado ante un programa gradualista que no logró administrar en las dosis necesarias la corrección de los desequilibrios fiscal y externos recibidos. Pero también lo es que, si el Gobierno logra salir de pie (mascullado y lastimado, pero de pie al fin) de “sus peores cinco meses”, el escenario que queda es uno mucho más consistente que el previo. Vayamos por partes.

Cuentas en orden

La suba de la cotización del dólar ha sido efectiva para afectar el tipo de cambio real, uno de los principales determinantes de la performance exportadora (mucho más que en depreciaciones previas, como las del inicio de la gestión de Cambiemos o, incluso, la de 2014, cuando la inflación se comió en meses toda la competitividad cambiaria ganada). Numerosos analistas coinciden en que el Tipo de Cambio Real (TCR) actual es adecuado para corregir el déficit externo. Los próximos meses mostrarían una reversión en los resultados deficitarios de la balanza comercial y la cuenta corriente.

La serie del BCRA muestra el TCR en niveles casi idénticos a los del promedio del período 2008-2010 (años sin restricciones a la compra de divisas y con intercambios comerciales superavitarios, aunque menos holgados que los de la salida de la convertibilidad), 36,5% arriba del registro de la salida del cepo y 83% por encima del TCR heredado de la gestión anterior. Sin embargo, la suba en la presión impositiva afectará el TCR “efectivo” de los exportadores.

Contra un 2018 en el cual la apreciación cambiaria y, fundamentalmente, la sequía trabaron su crecimiento, las exportaciones de bienes y servicios enfrentan un 2019 mucho más promisorio y liderarían la recuperación. El turismo receptivo e interno prometen acompañar (ayudados, también, por la mayor oferta de transporte aéreo y las bajas de precios en vuelos de cabotaje y micros). “Las exportaciones de 2019 ascenderían a US$ 69,1 MM, lo que implica un crecimiento del 12,3%. Entendemos que se debe considerar como un piso que puede ser superado con alta probabilidad”, señala Lucía Pezzarini desde la consultora LCG.

Es muy debatido en economía qué tan efectiva puede ser la política monetaria para afectar el TCR durante períodos prolongados, pero el Gobierno debería, al menos, abstenerse de buscar deliberadamente su apreciación e intentar minimizar el pass-through de los próximos meses para que la inflación no diluya los efectos conseguidos. Para que los exportadores exporten más se precisa un TCR competitivo y que se sostenga en el tiempo.

Al fin, ¿equilibrio fiscal?

El déficit fiscal es una de las enfermedades crónicas de la Historia Argentina, pero la respuesta del Gobierno a la crisis ha puesto el foco en su corrección, tanto en el acuerdo original con el FMI como en las medidas más duras adoptadas en los últimos días.

El objetivo del Ministerio de Hacienda es sobrecumplir la meta para 2018 (déficit primario de 2,6% del PIB), alcanzar el equilibrio en 2019 (un hito casi inédito para un año electoral) y un superávit de 1% para 2020. Además, proyecta cerrar 2018 con un gasto primario nacional del 22% del PIB (20% para 2019), 2 puntos debajo de 2015, con los ingresos constantes en relación al producto, de modo tal que la corrección del desequilibrio fiscal habría venido por el lado de un menor gasto público y no por mayor presión tributaria.

De cumplirse estas metas (hasta ahora, vale destacar, el Gobierno ha venido cumpliendo sus proyecciones fiscales, a diferencia de las otras), subsistiría el déficit financiero pero “el interés y servicio de la deuda pública externa estará cubierto con fondos del FMI que, a medida que entren, reducirán marginalmente el interés promedio de la deuda”, señala el economista Daniel Oks. A nivel subnacional, las provincias también han avanzando en el saneamiento de sus cuentas: en el primer semestre el resultado financiero pasó de un rojo conjunto de $ 36.696 millones a un superávit de $ 38.578 millones.

Un BCRA más sólido

El BCRA estaría saliendo de la crisis con una mochila mucho menos pesada sobre sus espaldas. Es cierto que la meta de inflación de 2018 voló por los aires (las conferencias de la gestión Federico Sturzenegger hablando de “procesos de desinflación en curso” parecen postales antiguas) y que le costará recuperar su reputación en este terreno para garantizar el cumplimiento de las metas de los años venideros, pero el organismo que conduce hoy Luis Caputo tiene motivos para respirar más aliviado.

Sus pasivos se vieron contundentemente aliviados por la depreciación. El stock de Lebac, el temido “velocirraptor” que según Carlos Melconian podía devorarse todo, parece más manso: en pesos se redujo de más del 100% hasta el 52% de la base monetaria y, medido en dólares, retrocedió más del 50% respecto a julio, ubicándose en torno a los US$ 17.000 millones. Hoy, representa un tercio de las reservas, cuando hace apenas dos meses significaba en torno al 100%.

Además, el acuerdo firmado con el FMI lo libera, ayudado por la acelerada corrección fiscal, de tener que asistir monetariamente a futuro al Tesoro. La infame “maquinita”. Si bien subsiste en su balance un stock considerable de Letras Intransferibles, adelantos transitorios y otros títulos públicos (que representan el 45% de sus activos a fines de agosto, contra el 66% en diciembre de 2015), terminar con su rol de “maquinita” financiadora de déficit le permitirá progresivamente robustecer su capacidad de hacer política monetaria y eliminará uno de los principales mecanismos generadores de inflación.

Energía en movimiento

La recuperación de la producción de energía es uno de los datos más alentadores de la coyuntura. En julio, la producción de gas creció 7,1% anual y la de petróleo, al 2,1%.

Mientras los yacimientos convencionales van languideciendo, el crecimiento viene de la mano de los “no convencionales” (shale y tight), que alcanza el 42,3% de crecimiento interanual en el caso del gas y del 38,5% para el shale-oil. La expectativa es que en los próximos dos años se recupere el autoabastecimiento energético y el país se vuelva exportador neto de combustibles.

Las tarifas y precios regulados, en tanto, recuperaron en buena medida el marcado atraso que arrastraban, si bien su cotización dolarizada forzará con la devaluación, negociaciones más tensas entre productores y distribuidores para ver en qué medida se traslada el costo a los consumidores finales.

Lo que viene

Las mejoras también se observan en otros rubros. Aunque disminuida en los últimos meses por el ajuste fiscal, la obra pública (especialmente, la vial y la de saneamiento) viene mostrando algunas mejoras en la deteriorada infraestructura del país.

La situación, claro, dista de ser satisfactoria. El índice de pobreza del segundo semestre (que recién se conocerá el año próximo) mostrará que el porcentaje se elevó a la zona del 30%, empujado por una inflación que las consultoras privadas ya proyectan superior al 40%. Los meses venideros, probablemente, mostrarán una situación social más tensa, con sindicatos y organizaciones exigiendo aumentos que compensen la aceleración inflacionaria.

“La situación de solvencia de los bancos y el bajo endeudamiento de las empresas permitirán una resolución rápida de esta crisis, más parecida a las viejas crisis de balanza de pagos que a las crisis bancarias y de deuda”, explica Oks mientras que Germán Fermo (Ucema) añade que “Argentina, hoy, es mucho más consistente que la de enero”. Por su parte, Guido Lorenzo (ACM) comparte el diagnóstico optimista pero lo matiza, señalando que “la inflación de los próximos meses puede deteriorar el TCR y la actividad estará afectada por salarios y gastos que no crecen e inversión en un panorama de incertidumbre política”. A su vez, Federico Muñoz dice: “A la fuerza y 'por las malas', estamos en camino de corregir rápidamente los desequilibrios que nos empujaron a esta crisis de confianza”.

Nadie podría prometer un jardín de rosas, pero si el Gobierno logra estabilizar al mercado y frenar la montaña rusa en que está inmerso desde abril, hay varios motivos auspiciosos para pensar que la etapa que viene podría mostrar crecimiento genuino, con bases macroeconómicas más sanas, fundamentals más sólidos, marcos regulatorios más modernos en materia burocrática y financiera y varios de los desequilibrios principales ya corregidos.

Como señaló Alejandro Catterberg (Poliarquía) en la 39° Convención del IAEF, el jueves pasado, "existe la gran probabilidad de que el auto que quede a fines de 2019 sea un lindo auto”.

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