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Exportaciones, la clave del Presupuesto 2019

Además de ayudar a empujar a la actividad, serán la clave para aportar recursos, vía retenciones, para llegar hasta el déficit 0%

19 septiembre de 2018

Por Guido Lorenzo ACM

La clave de los supuestos macroeconómicos del Presupuesto 2019 se basa en la expectativa de que las exportaciones crecerán 20,9% y alcanzarán los US$ 74.600 millones. Esto es lo que permite que la economía, aunque en promedio registre un retroceso de 0,5% durante 2019, se expanda entre trimestre. Sin embargo, al mismo tiempo, ese supuesto exportador es el que permite cerrar la brecha fiscal, ya que 1,1 punto de la reducción del déficit primario vendría de esa fuente.

Sobre el punto de la actividad, el programa es muy similar a todos los acordados con el FMI en la Historia Argentina. La idea es sustituir consumo público por exportaciones, y el cambio de composición de la demanda agregada no debería afectar al nivel de actividad. Por el contrario, si el sector transable tiene externalidades positivas superiores al gasto público, como hoy es bastante aceptado en la academia (Rodrik: 2008) generará mayor crecimiento a largo plazo. El switch en la demanda lo logra un tipo de cambio libre y competitivo.

El problema con este punto es que la devaluación no sea expansiva y, en el peor caso, es contractiva ya que deprime los salarios reales debido al elevado coeficiente de pasaje a precios del tipo de cambio y, por lo tanto, se termina en un programa con un sobreajuste de la actividad vía menor déficit fiscal y menor consumo privado. El riesgo es que se logre un equilibrio externo pero a causa de una brusca disminución de las importaciones, algo no deseado.

Si este fuera el caso, el problema es que si bien se podría generar superávit comercial, difícilmente se llegue al equilibrio fiscal, que está basado fuertemente en el cobro de Derechos de Exportación (DEx). Si las exportaciones no tienen la dinámica esperada, el riesgo se amplía si el sector público aplica políticas más austeras, lo que redunda en menor recaudación y menor actividad.

La clave está en la capacidad del tipo de cambio para fomentar las exportaciones, entonces. El nivel actual es competitivo. La dificultad está en sostenerlo. Para generar incentivos en negocios relacionados con el comercio exterior no hace falta solo un tipo de cambio alto, sino también estable. Quizás por eso el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, prefirió hablar de tipo de cambio estable y competitivo en lugar de dar un valor certero. Sucede que la inflación que se aproxima en los próximos meses amenaza con recortar buena parte de la ganancia de competitividad precio que se generó con la devaluación del peso en 2018.

El supuesto de tener un tipo de cambio en torno a los $40,1 durante 2019, cuando la política monetaria tendría tasas por encima del 40% para domar la inflación, suena algo contradictorio. Sería un error enamorarse del tipo de cambio actual y dejar que con el paso del tiempo regrese el temido atraso. Ese desafío, al tiempo que se pretende reducir la tasa de in

flación, sigue siendo un problema recurrente en la política económica de Cambiemos.

El otro problema reside en que si el tipo de cambio se tiene que acomodar en un nivel más elevado, producto de una mayor inflación, las retenciones se licúan debido a la denominación en pesos. Por lo que el riesgo de ubicarse en un nivel de nominalidad más elevado podría afectar los resultados reales y, en concreto, el déficit fiscal primario.

La estabilidad del tipo de cambio se podrá lograr con un aumento de los fondos que podrían llegar del FMI, que prevemos que será cuantioso, pero el nivel será clave para lograr llegar a los US$ 74,600 millones de exportaciones planteados. Principalmente si eso implica mayores exportaciones de bienes industriales y no sólo productos primarios. En resumen, todas las fichas para 2019 están puestas en que las exportaciones se encuentren en niveles similares a los alcanzados en los máximos de 2011-2013, cuando el precio de los bienes exportados creció 20% en dos años.

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