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¿Es posible que los argentinos financien a los argentinos?

Se precisa tener un marco institucional confiable que estimule el ahorro nacional dentro del sistema financiero

24 agosto de 2018

Por Sebastián Senlle

Argentina padece hace décadas una crónica incapacidad para enhebrar procesos de crecimiento económico sostenido (y sostenibles) en el tiempo, que han afectado su trayectoria en términos de PIB per cápita. Distintas explicaciones se han propuesto, pero uno de los factores menos explorados ha sido la performance del mercado financiero.

Numerosas investigaciones económicas se han enfocado en analizar la relación entre el desarrollo del sistema financiero doméstico y las posibilidades de crecimiento de un país, encontrando relaciones de causalidad positiva significativas. Krugger (2006) concluye que “el fracaso de desarrollar el sector financiero puede poner un freno enorme en las perspectivas de crecimiento”, conclusión similar a la que llegan otros trabajos académicos (Levine, 1997 y Puatwoe, 2017, entre otros).

A contramano de la visión socialmente extendida, Argentina tiene un mercado financiero muy chico, no sólo en comparación a los países desarrollados sino, incluso, a sus pares de la región.

De acuerdo a los indicadores del Banco Mundial, en el país el crédito el sector privado (2016) representa el 16,1% del PIB, a años luz de la media mundial (128%)

De acuerdo a los indicadores del Banco Mundial, en el país el crédito el sector privado (2016) representa el 16,1% del PIB, a años luz de la media mundial (128%) o de la Unión Europea (95%), pero también muy por debajo del promedio de América Latina (49%) y de vecinos como Chile (112,5%) o Brasil (59,7%).

Asimismo, el mercado de valores argentino tiene un stock (en un análisis internacional con valores en dólares de 2016 de la Federación Mundial de Bolsas) 22% inferior al de Perú, 39% inferior al de Colombia, 70% inferior al de Chile, 82% al de México y 91% al de Brasil. Otro indicador elocuente surge del reporte de acceso al crédito (“Getting Credit”), incluido en la publicación “Doing Business” del Banco Mundial, que califica a Argentina con un magro 3 (en una escala del 1 al 12) en protección de derechos legales de prestamistas y deudores.

Las visiones

El Economista dialogó con Fernando Marengo, economista y socio de Arriazu Macroanalistas; Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de Consultora Ledesma y el profesor e investigador Ramiro Albrieu para compartir su visión del tema.

“El sistema financiero argentino es insignificante”, aseveró Marengo, señalando como factor explicativo las sucesivas confiscaciones

“El sistema financiero argentino es insignificante”, aseveró Marengo, señalando como factor explicativo las sucesivas confiscaciones que sufrieron los ahorristas argentinos en las últimas décadas, siendo “sistemáticamente estafados con corralitos, corralones y confiscaciones varias”, la aplicación de políticas que cercenaron al sector (como la eliminación del sistema previsional de capitalización, que quitó una vía de ahorro de la población activa), y fundamentalmente, la persistencia de la inflación. “La falta de una unidad de cuenta confiable generó que los argentinos realicen sus ahorros financieros en otra moneda y fuera del sistema. Si analizamos las cifras del último sinceramiento fiscal, tenemos el equivalente a un sistema financiero fuera del país”, explica.

“La falta de una unidad de cuenta confiable generó que los argentinos realicen sus ahorros financieros en otra moneda y fuera del sistema", agrega Marengo

En su reciente intervención en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el presidente del Grupo Santander Río, Enrique Cristofani, expresó una versión coincidente, remarcando que “nuestra historia inflacionaria explica por qué hoy el ratio crédito/PIB es del orden del 15% en Argentina”. Deberíamos tener un volumen de créditos de al menos el doble, agregó.

Para Caamaño Gómez, la causa del problema está en la crónica inestabilidad de Argentina. “Es muy difícil que se desarrolle el sistema financiero, porque se hace demasiado cuesta arriba intermediar riesgos”, explica, al tiempo que señala que “los agentes locales aprenden y desarrollan estrategias de cobertura que, básicamente, consisten en ahorrar en activos externos, ergo, el mercado local pierde toda profundidad”. Y concluye: “La sustentabilidad macro debería ser nuestra obsesión. Es la piedra fundacional”.

Albrieu coincide en el diagnóstico, advirtiendo que la volatilidad permanente lleva a desestimar las apuestas de largo plazo: “La toma de riesgo ocurre en forma contraria a cómo debería: en lugar de mirar hacia adelante ?la calidad del proyecto a financiar? mira el pasado ? las garantías o colateral del que pide el préstamo-”.

Impactos y propuestas

Los efectos de este cuadro adquieren impactos macroeconómicos y limitan las posibilidades de crecimiento por varios canales. Estimaciones de Arriazu Macroanalistas proyectan que Argentina precisa un crecimiento de 4,5% anual en su PIB durante 20 años para reducir la pobreza a un dígito. Tal propósito exige duplicar los niveles de inversión, pero “la pregunta es de donde provendrá el financiamiento ya que, sin mercado de capitales, el déficit externo sería de tal magnitud que el proceso de inversión se interrumpiría más temprano que tarde”, según Marengo.

Además, la estrechez del mercado financiero doméstico condiciona las posibilidades de financiamiento de las empresas y del Estado (lo que obliga, dada la persistencia de déficit público, a financiarse en mercados extranjeros, aumentando la vulnerabilidad ante shocks externos, como se hizo patente en los últimos meses) y limita severamente la capacidad de hacer política monetaria en forma efectiva, con el mercado atento permanentemente a lo que ocurre con el tipo de cambio.

Albrieu advierte que en Argentina se da una situación subóptima donde “el ahorrista acumula dólares debajo del colchón a tasas nulas mientras el deudor debe tomar deuda en el exterior a tasas exorbitantes”.

“Un mercado de capitales profundo y en pesos permitiría que el Estado y los particulares pudieran financiar buena parte de sus necesidades localmente y en pesos", dice Caamaño

“Un mercado de capitales profundo y en pesos permitiría que el Estado y los particulares pudieran financiar buena parte de sus necesidades localmente y en pesos, reduciendo el coeficiente de descalce por moneda y la exposición a jurisdicciones extranjeras”, señala Caamaño Gómez.

En lo que se refiere al mercado productivo, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (Auguste, Bebczuck y Sánchez, 2013) concluye que el pequeño tamaño promedio de las firmas en Argentina es significativamente explicado por barreras en el acceso al crédito, lo que las vuelve dependientes de su propio cashflow como forma de financiación.

En los últimos dos años, el Gobierno comenzó a implementar algunas políticas destinadas a intentar ampliar el mercado financiero e incrementar su eficiencia. Desde el levantamiento del cepo y la flexibilización de distintas normas financieras hasta el diseño de los créditos UVA (que permiten un fondeo de largo plazo que no se licúe por inflación) y la reciente Ley de Mercados de Capitales, el esfuerzo ha sido significativo. El ascenso a la categoría de “mercado emergente” otorgada en junio por la agencia MSCI resulta un primer reconocimiento. “Mejorar y actualizar el marco regulatorio de los mercados financieros, en un mundo que avanza rápidamente, fue clave para la recalificación emergente”, según Caamaño.

El camino a recorrer, no obstante, es extenso. “Cualquier medida que aumente la liquidez de fondeo, la liquidez de mercado y su profundidad resulta relevante. Un buen camino consiste en desarrollar mercados de deuda pública en moneda doméstica”, propone Albrieu.

"Un buen camino consiste en desarrollar mercados de deuda pública en moneda doméstica”, propone Albrieu

Así las cosas, ¿qué podemos esperar a mediano plazo? Cristofani se muestra optimista: “En cinco años Argentina podría duplicar su tamaño de crédito en relación al PBI, llevándolo a cerca del 30%. La clave pasa por establecer confianza sobre las políticas de Estado”. Marengo, en cambio, señala que el proceso precisará años de convergencia fiscal y estabilidad de la moneda para que los agentes recuperen confianza y el sistema gane profundidad.

Entre los obstáculos a vencer, se precisa una renovación de la imagen del sector financiero entre los argentinos. “La gente tiende a culpar de las distintas estafas que sufrió a lo largo de los años al mercado, cuando en realidad estas situaciones son culpa de las políticas macroeconómicas inconsistentes de los diferentes gobiernos de turno. La canalización del descontento por parte de la población hacia las entidades financieras fue funcional a los intereses de los gobiernos”, explica Marengo.

Se precisa, en suma, tener un marco institucional confiable y estable que estimule el ahorro doméstico dentro del sistema financiero y permita que éste sea un intermediario eficiente con el sector productivo. El desafío es grande y los resultados distan de ser inmediatos, pero la necesidad de subir a Argentina, por una vez, a procesos de crecimiento sostenibles que permitan bajar los niveles estructurales de pobreza debería resultar un estímulo suficiente. Se trata, en suma, y como señala Albrieu, de lograr que “los argentinos financien a los argentinos”.

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