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Economía al diván

Intentemos desentrañar las causas profundas de nuestros problemas

24 agosto de 2018

Por Agustín Kozak Grassini Economista y profesor de Política Económica de la Universidad Nacional de Nordeste

Hagamos un ejercicio de abstracción. Imaginemos un país que sufre sistemáticamente de crisis económicas en las que se ve forzado a devaluar porque sus importaciones superan las exportaciones y en donde los dólares reemplacen a la moneda nacional en funciones tales como la reserva de valor. Si esta sintomatología le resulta familiar, relájese e intentemos desentrañar las causas profundas de estos problemas.

Podríamos suponer cómo está compuesta su economía. Asumamos la existencia de tres sectores bien diferenciados en cuanto a su relación con los dólares. Un sector exportable que los genera para el conjunto. Otro sector importable que absorbe más los que contribuye a ahorrar por sustitución. Y un sector no transable que los consume y nada aporta a su generación.

Estos tres sectores tienen diferentes capacidades para “contener” gente. Asumamos que el exportable emplea un puñado de la población económicamente activa; el importable ?y actividades conexas?  a una sustancial proporción y el no transable absorbe el remanente, sea con empleo (registrado o informal) o con planes sociales.

Hay algunos rasgos claves de las exportaciones de este país imaginario. Primero, están concentradas en alimentos esenciales para la canasta de consumo de la población. Segundo, por esta misma razón, cualquier alza en los precios de los exportables es inmediatamente percibida por los consumidores afectando de manera directa su capacidad de compra. Tercero, estos alimentos suelen estar expuestos a shocks (de precios o de clima) que hacen incierto los dólares que generan. Cuarto, el sector exportable opera en la frontera tecnológica, con lo cual la oferta es prácticamente inelástica. Quinto, el negocio de las exportaciones (y también el de la producción, aunque en menor proporción) está concentrado en pocas manos y en un núcleo geográfico.

Supongamos que este país imaginario también, se distingue por su exacerbada prociclicidad. Hay factores que concurrentemente determinan este comportamiento. Por un lado, su mercado laboral es compacto, en el sentido de no existir grandes dispersiones salariales. Cuando un sindicato conquista una mejora, rápidamente los demás consiguen igualarla. Por otra parte, quizás como reacción a la concentración de las exportaciones, hay una predisposición institucional a la redistribución. De esta manera, como acto reflejo ante un shock internacional favorable, se disparan diferentes mecanismos para repartir la renta extraordinaria (que de otra manera quedarían capturadas por unos pocos). Los sectores consumidores netos de dólares aprovechan su disponibilidad, empujando el nivel de actividad que a su vez impulsan las importaciones en mayor proporción.

¿Qué debemos esperar?

Una mejora de los términos del intercambio, por el aumento de la demanda de soja de China por ejemplo, gatilla un aumento del nivel de actividad doméstico y dispara la demanda por empleo. En consecuencia los salarios reales aumentan?para todos (dado el formato compacto del mercado laboral). El mayor consumo impulsa la inversión, la demanda agregada aumenta posibilitando mejoras en la recaudación.

En consecuencia, el sector no transable también es beneficiado por el viento de cola internacional.  Subsidios, gasto público, empleo estatal, planes sociales, ampliación de derechos, son algunos de los mecanismos de redistribución de la bonanza externa. Todo esto vuelve a presionar, directa o indirectamente, sobre las importaciones sin tener necesariamente un correlato en la capacidad exportable.

Así organizada la sociedad, ante términos del intercambio favorables sus habitantes suelen disfrutar de mejoras significativas en sus niveles de vida, aunque efímeras porque quedan expuestos a reversiones proporcionales cuando los efectos del shock externo desaparecen. A pesar de ello, la población usualmente se comporta más como cigarras que como hormigas.

En la dimensión territorial, la bonanza internacional también suele alcanzar a todas las regiones del país, aunque se diluye conforme se aleja del polo exportador. La asimetría también es cualitativa. En las periferias la prosperidad llega en forma de transferencia del gobierno central, más que ser una contribución directa. Resignado a este esquema subordinado, no existe el desarrollo de las capacidades autóctonas para insertarse activamente en el comercio mundial. Más allá de las responsabilidades “locales” en esto, actúa una natural fuerza centrípeta difícil de contrarrestar que previene del desarrollo periférico.

En este contexto las crisis por estrangulamiento de la balanza de pagos usualmente operan para hacer llevar la actividad vigente (y por lo tanto, el empleo y los salarios) a niveles consistentes con la capacidad de generación de divisas. ¿Cómo lo hace? con una fenomenal devaluación que elimina el exceso de gasto, o más crudamente ajusta el poder adquisitivo.  Inflación cambiaria al decir de Marcelo Diamand. El endeudamiento externo puede relajar temporalmente la restricción externa, pero al no resolver los problemas de fondo la reversión del bienestar es inevitable.

El drama de este país imaginario es que sus aspiraciones están muy por encima de las capacidades de su estructura exportadora. En psicología se entiende por delirio a la creencia o idea que el paciente acepta con una injustificada convicción. El de grandeza es el tipo de delirio que se manifiesta mediante una excesiva auto-valoración de las habilidades y poderes del paciente.

Dos problemas subyacen a este desfasaje entre propias capacidades y aspiraciones que, aunque legítimas, irreales. Por un lado los dólares de las exportaciones no alcanzan para financiar los requerimientos de una industria trabajando a pleno empleo con una redistribución más equitativa de las renta. Por otro lado el patrón de especialización internacional actual no genera los puestos de trabajo necesarios para evitar que parte sustancial de la población viva del mercado doméstico y de la asistencia.

Sabemos que un país como el descripto no sólo tiene predisposición a sufrir crisis, también está condenado a caer en ella de tanto en cuanto. Esta recurrencia lleva a la paulatina erosión de ciertos contratos sociales fundamentales que acabarán con el potencial de este país. En la búsqueda de mayor protección a estos vaivenes la inversión y el ahorro de largo plazo se minimizan. Quién pueda refugiarse en el dólar y quién pueda fugar capitales, no lo dudarán. La puja distributiva será más descarnada: los empleadores aceptarán pagar salarios más altos, porque remarcarán más los precios; los empleados exigirán mayores salarios, para aceptar perder su capacidad de compra después. La sociedad se vuelve demandante de alta inflación. Esta dinámica irá socavando funciones esenciales de la moneda nacional, lo que reforzará la aversión inversora, causa y consecuencia de un famélico sistema financiero nacional. Desgaste por fricción.

En conclusión, factores estructurales e institucionales, a la vez externos e internos, conspiran contra una economía cuyas exportaciones no soportan los ideales de equidad a los que legítimamente su sociedad aspira. A simple vista los problemas parecen estar en la economía, pero esto es simplemente una ilusión. Los verdaderos problemas son políticos, entendiendo a la política como el marco de negociación entre actores sociales para la definición de prioridades colectivas.

Claro está que la sociedad depende de su sector exportador para producir y distribuir, pero no hay razón para que ese sector sea el que la naturaleza le impuso. Bien se podría avanzar en la diversificación de la estructura exportadora, que exigiría nuevas capacidades sociales, que ofrecería mejores oportunidades a la población. La verdadera tragedia de este país es que su sistema político ha sido incapaz de consolidar un modelo económico que permita congeniar el aumento de la capacidad exportable con una mejor distribución de las riquezas, integrando a la totalidad del territorio.

Lecciones y recomendaciones

Como todo ejercicio de abstracción, su pretensión es abordar el problema en perspectiva y poder reflexionar desde una mejor posición, en las soluciones que quizás por mucha proximidad somos incapaces de encontrarlas. Del cuadro descripto, surgen las siguientes lecciones y recomendaciones.

El déficit fiscal no es el principal problema. Las exportaciones están concentradas en pocos productos, que para colmo son volátiles. Este año será por la sequía, el que viene por precios más bajos. Siempre habrá un motivo para que los dólares no alcancen. Por su parte, dada la desintegración industrial determina que el sector importable aspire más divisas de las que contribuye a sustituir. Rara vez los gobiernos han sido lo suficientemente previsores para resolver estos problemas. Al contrario, se han comportado añadiendo más vértigo a la velocidad.

Hay un desfasaje entre lo que un gobierno puede hacer y cree que puede hacer. Usualmente un envalentado recién asumido gobierno cree que “esta vez es diferente” y que podrá resolver todos los problemas del país. Sin un diagnóstico acertado de las propias limitaciones, es renuente a convocar a una concertación nacional que identifique cuatro o cinco objetivos claves, a concretar en cinco o diez años: conseguir un piso de exportaciones por encima de los US$ 150.000 M, que más del 50% de las mismas sean de alto valor agregado (reduciendo el sesgo mercadointernista de la industria), sostener durante todo el período una tasa de inversión del 35% del PIB. Son los cimientos de una verdadera “pobreza cero”.

Los acuerdos políticos deben ser formulados en la época de bonanza. Los gobiernos deben llamar a discutir estos compromisos con el respaldo que les da un gran poder político. Aquí, en cambio, las convocatorias suelen llegar en plena decadencia. Cuando el fracaso de los programas económicos está sentenciado, la oposición no tiene incentivos a acompañar. En debilidad podrá negociarse la gobernabilidad, no el desarrollo.

Detrás las dificultades del país para exportar está la percepción social que el comercio internacional no es una fuerte legitima de rentas. Contribuyen a ello las conductas rentistas de algunos empresarios. Debe jerarquizarse el estatus social de los sectores exportadores no tradicionales, constituyéndose en la fuente más genuina de rentas a la que pueden aspirar sus individuos.

Les falta poder a los actores involucrados en la conformación de un sistema nacional de innovación, gracias al cual la nación podría dar un salto cuanti-cualitativo exportador. Actualmente es mínima la cantidad personas que se beneficia directamente de los retornos de las inversiones en I&D. Ensanchar las bases de apropiación social de estos retornos es prerrequisito para tornar irreversibles a las políticas de CyT.

No es admisible un país en el coexisten regiones que ostentan niveles de vida similares a los de la OCDE, con zonas que apenas sobreviven como en los lugares más pobres de América Latina o Africa. Un país en el que la miseria y la pobreza hacen estragos a unos cientos de kilómetros de su capital no ha dejado de ser colonia. Esto implica el desarrollo de las propias fortalezas para que las zonas geográficas se integren eficazmente al aparato productivo nacional, potenciando su inserción al comercio internacional.

Concebir al Estado como lo que es: el instrumento de acción colectiva por excelencia que tiene una sociedad. Solamente luego de tomar de conciencia de ello, repararemos en todos los cuidados que merece para ponerlo al abrigo de los intereses particulares y partidarios, y para dotarlo de todas las capacidades necesarias para colocarlo a la altura de las transformaciones que se esperan realizar.

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