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Argentina se ha caracterizado en los últimos años por oscilaciones extremas en el espectro de las políticas económicas que aplica

12 julio de 2018

Por Rodrigo Alvarez CEO de Analytica

Argentina se ha caracterizado en los últimos años por oscilaciones extremas en el espectro de las políticas económicas que aplica. Desde un esquema con rasgos de “economía capitalista planificada” hasta un “liberalismo” propio de naciones más avanzadas. Aunque esto tiene consecuencias en el plano del desarrollo y la sostenibilidad macroeconómica, es en la volatilidad tanto real como nominal que se vuelve mucho más palpable. En Analytica creemos que deben abandonarse las posturas extremas a la hora de hacer política económica, en particular en lo que atañe al mercado de cambios. Esto permitiría dotar a las autoridades de mayor cantidad de instrumentos para contener las oscilaciones disruptivas del tipo de cambio. En la búsqueda de efectividades conducentes, el camino a seguir debe ser equilibrado.

Los cambios en la regulación de la cuenta capital del balance de pagos y la estructura de financiamiento del sector público nacional han generado una crisis cambiaria de magnitudes superiores a la registrada en la salida del cepo en 2016. Esto traerá consecuencias que, creemos, serán más extremas en términos de actividad y precios que las experimentadas en 2008, 2014 y 2016. Visto en perspectiva, el problema parece ser el mismo tanto en un esquema (“heterodoxo”) como en el otro (“liberal-ortodoxo”): la falta de dólares consecuencia del estancamiento de las exportaciones genera, de tanto en tanto, un estrangulamiento en el balance de pagos. Quizás las soluciones deberían buscarse en una mixtura que combine lo mejor de ambos “estilos”. Por un lado, celebramos los volúmenes alcanzados en el mercado de cambios (MULC) ya que permiten absorber oscilaciones del tipo de cambio de la mano de pocos agentes con visiones o preferencias disímiles. Esto es consecuencia de la liberalización del MULC. Sin embargo, a la hora de contener la corrida cambiaria reciente, el esquema de libre mercado vuelve imposible las soluciones “prácticas” como la aplicación de un esquema de liquidación de exportaciones, ya que las ventas “forzadas” se darían vuelta casi instantáneamente a recomprar los dólares vendidos.

El desarme del esquema regulatorio en las transacciones vinculadas al tipo de cambio excede la cuenta capital. En la cuenta corriente también experimentamos cambios en el plexo normativo que regula las “salidas” (ya no es necesario pedir autorización al BCRA para importar ni girar dividendos, por ejemplo) y los “ingresos” (ya no hay obligatoriedad de liquidar las exportaciones en el MULC). A su vez, se desreguló fuertemente el mercado de capitales (se permite suscribir cuota partes de fondos comunes de inversión en dólar divisa y se suspendió la obligatoriedad de tener los activos en cartera por 72 horas antes de realizar una operación de “cruce”).

Todo este nuevo esquema aumenta el volumen “blanco” de las transacciones relacionadas con las distintas variantes de “tipo de cambio” (spot, futuro y/o contado con liquidación) y reduce las operaciones en mercados paralelos. Sin embargo, mucho de este volumen se debe a la alta rotación de posiciones especulativas, lo cual aumenta la volatilidad nominal. Sin instrumentos de estabilización, esto se traduce en variabilidad de precios relativos, lo que atenta contra la inversión y las exportaciones, afectando la sostenibilidad macro y el desarrollo.

Creemos que el Gobierno de Cambiemos debería tomar algunos elementos del esquema regulatorio eliminados en esta gestión para evitar el mencionado “ciclo de volatilidad”. Podría reinstaurar los tiempos mínimos que deben permanecer los activos en cartera, requerir que las operaciones del MULC se hagan bajo declaración jurada, levantar la posibilidad de suscribir cuotapartes de los fondos comunes de inversión en pesos con dólar, entre otras. Todas estas medidas apuntan a reducir la volatilidad nominal, lo cual en un esquema de metas de inflación, equivale a descomprimir presiones sobre la tasa de interés de referencia (hoy en un nivel superior a 50%) y sobre el balance del BCRA, para permitir que éstos sean usados únicamente para el control de la inflación.

Por supuesto, esto no implica renunciar a un esquema de libre flotación cambiaria sino ayudar al BCRA en la contención de los “picos” de volatilidad del tipo de cambio, los cuales las autoridades reconocen como nocivos para el normal desempeño de la economía.

En varias oportunidades los funcionarios de este Gobierno han manifestado su intención de “sostener las medidas tomadas por la gestión anterior que consideran adecuadas”. Lo hizo con el programa de Precios Cuidados, la tarjeta Argenta y el ProCreAR, entre otros. A su vez, profundizó algunas otras como la AUH y la mejora en las prestaciones a los adultos mayores (con la reparación histórica). Sin embargo, en lo que atañe al mercado de cambios ha sido tajante. No sorprende entonces que la actual crisis económica haya tenido su origen en este sector de la economía.

En Analytica creemos que esto se debe al cambio brusco y disruptivo producido en el marco normativo, el cual no tiene equivalente en ningún otro segmento de la economía. En el mercado de cambios no hubo gradualismo y la previsibilidad que se gana con mercados menos regulados, se pierde con mayor volatilidad de variables nominales (inflación y tipo de cambio) en una economía que busca desarrollarse. Quizás las autoridades deberían practicar un poco de la “continuidad con cambio” que aplicaron en otras áreas de la gestión pública y quebrar así la pendularidad en los ciclos económicos que caracterizan a la economía argentina.

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