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Las asimetrías del ajuste externo

Tras la corrida cambiaria, el escenario cambió, y hoy la balanza comercial y la de cuenta corriente son temas de debate continuo

17 julio de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Hasta hace poco, no resultaba sencillo en la discusión con algunos académicos poner un signo de interrogación sobre la evolución de la situación externa y su peligrosa dinámica. Tras la corrida cambiaria de hace pocas semanas, el escenario cambió, y hoy la balanza comercial y la de cuenta corriente son tema de debate continuo.

Falta establecer ahora cual será el mecanismo de ajuste para resolver la situación. El diagnóstico que más ha resonado en los medios y de parte de los economistas mainstream es el de la consolidación fiscal, una estrategia que asume que los déficit fiscal y externo son “gemelos”. Eliminando uno, se razona, automáticamente nos sacaremos de encima el otro. En el extremo, esta apreciación es verdadera, pues el ahorro fiscal significa una reducción del gasto agregado de la economía, que da lugar naturalmente a una consecuente caída de las importaciones, recuperando el equilibrio comercial.

Pero si bien este mecanismo podría no ser discutible en cuanto a su efectividad, sí debe evaluarse contra otras alternativas posibles. La razón es que a la economía no le da igual recobrar el equilibrio externo mediante una caída de importaciones que por medio de un aumento sostenido de las exportaciones. En la primera alternativa se ajusta la balanza con una recesión, mientras que en la segunda se corrige con una expansión. Sería muy raro que el ajuste fiscal produjera la magia de aumentar nuestra producción de transables (exportaciones), pero en cambio es casi seguro que aportará por la vía de un reducción del gasto en transables (importaciones).

Por supuesto, la magia tampoco funciona automáticamente con las otras alternativas. La devaluación real, por ejemplo, también podría operar por la vía de una caída de actividad y de compras externas. La única diferencia, quizás, es que al menos un tipo de cambio real más alto tiene una relación bastante más directa con las exportaciones que la mera baja del gasto público.

En cualquier caso, es importante tener en cuenta que el comportamiento de la balanza comercial, al menos en Argentina, nos enfrenta con un importante dilema: posee una dinámica de mediano plazo completamente asimétrica. Para nuestra obsoleta estructura productiva, aumentar las importaciones rápidamente es fácil, pero reducirlas es muy dificultoso. No solo eso, las importaciones provocan adicción: es mucho más fácil decidir volverse un importador que transformarse en un productor local, con todos los problemas laborales, fiscales y productivos que esta última decisión trae consigo. Y lo mismo para las exportaciones: perder mercados en el exterior requiere tan solo un desliz o un período de apreciación cambiaria, pero recuperarlos después, o recrearlos, puede ser un trabajo de muchos años.

El carácter asimétrico del ajuste externo debería notificarnos sobre la importancia de definir una política exportadora con carácter prioritario y, sobre todo, que involucre a todos los sectores de la economía. Los privados necesitan reglas claras, pero también de apoyo oficial tanto financiero como en materia de estrategias para convertirse en proveedores sostenidos del mundo. Ese es el verdadero desafío para una economía acostumbrada a “vivir de la producción ajena”.

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