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La inflación testea los límites del FMI

El 2018 terminará con una inflación en torno a 31,8%, aunque el resultado final dependerá del dólar, las tarifas y la recesión

31 julio de 2018

Por Andrea Osorio Economista de la Fundación Capital

La crisis cambiaria marcó un punto de inflexión en el escenario económico. Las perspectivas de inflación de la población alcanzaron el 30% para los próximos 12 meses, sumando cinco puntos desde mayo. Por su parte, las expectativas de inflación de los especialistas aumentaron ocho puntos en sólo dos meses, proyectando ahora un aumento del 30% hacia fin de año.

Por su parte, el BCRA dejó de lado la irreal meta del 15% pero continúa teniendo expectativas ambiciosas. En particular, contempla una desaceleración hacia el 2% mensual en el tercer trimestre. Cabe recordar, que la inflación no perfora consistentemente ese nivel desde noviembre pasado, con una moderación explicada más por el ancla cambiaria, ante la pasada abundancia de dólares financieros, que a una tendencia consolidada.

Sólo de cumplirse esa desaceleración, los precios deberían aumentar un 1,8% mensual promedio en el último trimestre para llegar al 30% a fin de año, señalado en el IPOM. En nuestro escenario base, la inflación estará más cerca del 2,5% en el tercer cuarto, lo que requeriría una desaceleración más empinada hacia el 1,3% en el último trimestre.

La franca desaceleración propuesta desde el 2,9% promedio del segundo cuarto parecería subestimar nuevamente el impacto de los desafíos pendientes. Primero, seguiremos observando los efectos de la devaluación en los precios. En experiencias pasadas, la economía tardó entre cuatro y seis meses en volver a los valores de inflación previos a una devaluación. Por su parte, en la actual experiencia, ya se observaron los primeros efectos en el último bimestre. Junio marcó la mayor inflación desde 2016, al acelerarse hasta el 3,7% mensual. En particular, los alimentos fueron los que más aumentaron, a razón del 5% en un mes, respondiendo luego de dos años de rezago respecto al promedio general. Mientras tanto, tras la devaluación los precios mayoristas aumentaron 14% en dos meses. Así, la brecha entre precios minoristas y mayoristas se amplió fuertemente y suma 14 puntos en el semestre, señalando una presión de costos latente. No obstante, el traspaso final a precios dependerá de la recesión.

En segundo lugar, la trama se complejiza si analizamos las tarifas, la inflación que está directamente en manos de las autoridades aunque con pocos grados de libertad para neutralizar su efecto. Los intentos por moderar el impacto de la normalización tarifaria en el poder adquisitivo encuentran un límite claro en los elevados desafíos fiscales y los contratos ya firmados con las empresas proveedoras de servicios. Desde el Ministerio de Energía anunciaron que el gas subiría en torno al 25% en octubre, cuando previamente se esperaba un alza superior al 40%, pero todavía no hay definiciones. Lo mismo se estaría negociando en electricidad y combustibles. El esquema de actualización previamente establecido demostró no ser el adecuado para una economía en transición por su sensibilidad al tipo de cambio, los precios de la energía y los precios mayoristas, aunque todavía no está claro cómo se reemplazará.

Por otro lado, el reciente aumento en el transporte público le suma ruido a la inflación. La restricción fiscal y los reiterados incrementos de combustibles, confirmaron una corrección tarifaria en torno al 30% para los colectivos y de entre 30% y 70% para los trenes, aportando 0,7 puntos a la inflación en el AMBA, repartidos entre agosto y octubre.

La inflación testeará el límite superior de las bandas acordadas con el FMI. El acuerdo implica la necesidad de que la inflación culmine 2018 por debajo del 32% y establece en la práctica metas de seguimiento trimestral. Pasada la instancia de junio (29,5% interanual), los desafíos planteados complican las revisiones trimestrales de septiembre y diciembre con registros anuales bien cercanos al límite del 32%. Desde Fundación Capital estimamos que el año termine con una inflación en torno al 31,8%, aunque el resultado final dependerá de cómo la economía digiera las tensiones generadas por el mercado cambiario, la normalización tarifaria y la recesión.

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