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El desafío de recuperar la credibilidad

El Gobierno debe redoblar los esfuerzos por enviar un mensaje contundente: recomponer la previsibilidad es lo que se requiere para reactivar la economía

11 julio de 2018

Por Eric W. Grosembacher UCEMA

A dos años y medio de la llegada de Cambiemos al Gobierno, no quedan dudas sobre una de las principales falencias a la hora de gestionar: la ausencia de una política económica contundente y creíble. De haber existido desde el comienzo, Argentina se habría ahorrado los malestares que vivimos en las últimas semanas. En cambio, el Gobierno de Mauricio Macri se obstinó a dar mensajes ambiguos e incumplir sus propias metas, dinamitando así su credibilidad.

Como ejemplo, un primer error autoinfligido se dio en la política de desinflación. Recordemos que, para 2017, el BCRA estableció una meta de inflación del 17% mientras que la inflación real se ubicó en torno al 25%. Para 2018, la meta original era de 12%, pero en diciembre pasado se recalculó en 15% y, a la fecha, la misma quedó desestimada hasta por el propio Gobierno. Fue este desvío y corrección sistemática de las metas de inflación lo que llevó, en primer lugar, a un deterioro de la confianza difícil de revertir.

Tanto en esta como en otras cuestiones, el error provino de sobredimensionar de manera optimista la respuesta de la economía a la renovación de carátulas. En otras palabras, pensaron que por contar con un equipo sólidamente formado y con reconocida trayectoria podían hacer una administración de las expectativas, tanto para bajar la inflación con solo anunciar las metas como para atraer automáticamente las inversiones y reactivar la economía. Pero si pretendo afectar las expectativas, no basta sólo con anunciarlo; también debo ganarme credibilidad con hechos que lo demuestren. En este caso, el exceso de oferta monetaria puso en jaque el proceso y la inflación no cedió.

Retomando la idea principal de este artículo, la ausencia de reglas claras es enormemente perjudicial para cualquier economía. Así como con las metas de inflación, la ausencia de señales de reducción del déficit fiscal, la incapacidad que está demostrando el país para evitar que el ahorro nacional se fugue al exterior y una política cambiaria discrecional se encargaron de anular la credibilidad. De la misma forma lo hacen a diario las contradicciones entre funcionarios (las idas y vueltas entre Guillermo Dietrich y Marcos Peña acerca del impuesto a los viajes al exterior son un ejemplo de ello) o rumores que no son desmentidos instantáneamente (aquel sobre la suba de retenciones al campo o sobre un posible impuesto a la renta financiera de acciones hace algunas semanas; ambos ya desmentidos). En un contexto de incertidumbre, lo último que se debe hacer es dejar correr rumores tan perjudiciales para el mercado.

Los indicadores de la realidad, tales como el Relevamiento de Expectativas del Mercado (que prevé una inflación del 30% para este año) o la inestabilidad en el mercado de bonos y acciones confirman la tesis de que estamos en una etapa de descreimiento. El esfuerzo de Macri por transmitir la idea de un futuro mejor fue percibido en el sector político como una estrategia muy efectiva. Pero los agentes económicos ?inversores, economistas, bancos, empresas y académicos? prestan más atención a los hechos que a los discursos.

Hasta hoy, el Gobierno parece haber aprendido parcialmente esta lección. El inédito programa negociado con el FMI y los anuncios derivados del mismo tales como el congelamiento de contrataciones en el Estado publicado ayer en el Boletín Oficial demuestran una preocupación por reforzar la búsqueda de la independencia y credibilidad del BCRA y acelerar el ritmo de reducción del agujero fiscal. Sin embargo, esto no es suficiente para revertir el clima de desconfianza. Ahora el Gobierno debe cumplir con lo pactado.

A su vez, si de expectativas hablamos, no se puede dejar de mencionar la necesidad de una clase política a la altura de la situación. Los que encabezan la oposición en las encuestas deben comprender que no es momento de vender soluciones demagógicas que atrasan más de lo que suman. Mientras más frecuentes sean este tipo de propuestas, el mercado incorporará aún menos la posibilidad de una pronta recuperación y más difícil será alcanzarla en los hechos.

En definitiva, lo mejor que puede hacer el Gobierno es anunciar y seguir una regla fija de política económica de una vez ?en vez de actuar de manera discrecional? y debe lograr ser creíble cumpliéndola cueste lo que cueste: si cede a la tentación de abandonarla, los agentes económicos incorporarán a su mecanismo de formación de expectativas la posibilidad de incumplimiento, de manera que se terminará obteniendo un resultado más desfavorable (similar al que se hubiera obtenido de entrada con una política discrecional).

Recomponer la previsibilidad es lo que se requiere para reactivar la economía. Como primer paso para ello, el Gobierno debe redoblar los esfuerzos por enviar un claro mensaje sobre la política que se va a seguir, por más antipática que sea, y cumplir el acuerdo con el FMI. Si lo logra, podrá dar vuelta la economía y ganar las elecciones el año que viene. De lo contrario, el costo de repetir los errores sería esta vez mayor.

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