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Cayó el empleo en mayo y se desplomaron las expectativas

Se destruyeron 16.900 puestos, la peor cifra desde enero de 2016; la caída se dio en todas las categorías y las previsiones de contratación se ubican en el nivel más bajo desde 2014

26 julio de 2018

Por Juan Strasnoy Peyre 

La crisis macro ya imprime sus huellas en el mercado laboral. Lo anticipaban las encuestas y los analistas, y lo confirmaron los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que presentó ayer el Ministerio de Trabajo. En mayo, se destruyeron 27.200 puestos laborales (16.900 sin estacionalidad) y el empleo cayó en todas las categorías. Para peor, las señales hacia delante se tiñeron de rojo: las expectativas de contratación se hundieron al nivel más bajo desde la devaluación de 2014 y la construcción profundizó su caída.

En el encuentro con periodistas, al que asistió El Economista, el titular del área de Estadísticas Laborales del ministerio, José Anchorena, reconoció que “hay una señal de alerta” pero evitó hacer previsiones concretas para los próximos meses.

Declive

El mercado laboral detuvo su recuperación en enero y, desde ese momento, comenzó un leve declive pese a haber un primer trimestre de crecimiento económico. En mayo, con el comienzo de la corrida cambiaria que desencadenó la crisis, la tendencia comenzó a profundizarse. En la serie desestacionalizada, la pérdida de 16.900 empleos fue la mayor destrucción mensual de puestos de trabajo desde enero de 2016, cuando se había expulsado a 20.300 trabajadores.

A pesar de eso, los 12.255.600 trabajadores registrados en el sistema previsional son 148.400 más que en mayo del año pasado. Claro, ese dato arrastra el fuerte crecimiento del segundo semestre de 2017. En cambio, durante los cinco primeros meses de 2018 se destruyeron 113.000 empleos (30.900 sin estacionalidad) y el ritmo de expansión interanual se desaceleró desde el 2,2% de diciembre hasta el 1,2% de mayo, el mismo nivel al que creció la población.

La caída de mayo fue generalizada. Todas las categorías en los sectores público y privado aportaron a la sangría: en la serie desestacionalizada, se perdieron 5.900 puestos asalariados privados (-0,1%), 4.900 en el Estado (-0,2%), 2.900 monotributistas sociales (-0,7%), 1.800 autónomos (-0,4%), 1.100 monotributistas (-0,1%) y 300 empleos domésticos (-0,1%). Impactaron la fuerte caída de la actividad (de 5,8% interanual en mayo, impulsada por el efecto de la sequía en el agro y la devaluación), el plan de ajuste del gasto público (con despidos y recorte en la obra pública) y las dificultades de los cuentapropistas para pagar las cuotas del monotributo.

En lo que va del año, los monotributistas y los asalariados privados son los que más aportaron al retroceso del trabajo registrado, seguidos por los monotributistas sociales, los asalariados públicos y los autónomos (ver gráfico). En el promedio mensual entre enero y mayo, sólo creció el empleo en casas particulares.

Alarmas sectoriales

En el sector privado, la señal más preocupante la dio la construcción, que fue el principal motor del crecimiento durante 2017 (a una tasa anual por encima del 10% durante todo el segundo semestre) pero comenzó a desacelerarse desde enero. En abril, la medición desestacionalizada ya había arrojado un retroceso mensual de 0,1%, pero en mayo, por el impacto de los recortes en la obra pública y la descenso de la construcción privada, la caída llegó al 0,4% (1.600 asalariados menos). Es un muy mal dato a futuro: si la tendencia se sostiene durante los próximos meses, podría profundizar el declive del empleo en términos generales.

Por otra parte, la destrucción de puestos de trabajo en la industria no parece tener piso. En mayo, destruyó 3.400 puestos (-0,3%) y potenció la sangría que no se detiene desde diciembre de 2015 y ya expulsó a más de 82.000 trabajadores.

Las otras ramas de actividad que presionaron a la baja, fueron los servicios comunitarios, sociales y personales (1.200 empleos menos que en abril); transporte, almacenamiento y comunicaciones (900); hoteles y restaurantes (800); comercio (700) y servicios sociales y de salud (700).

Las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler fueron las que más puestos crearon (2.300). Y el agro, a pesar del impacto de la sequía en la actividad sectorial, generó 900 empleos asalariados.

Malas proyecciones

“Prefiero minimizar las previsiones por la incertidumbre. Proyectar a diciembre, hoy, es largo plazo”, dijo Anchorena.

Lo cierto es que a los problemas en la construcción y en el cuentapropismo (un sector considerado procíclico por ser muy susceptible a los vaivenes de la economía), se suma el desplome de las expectativas empresarias de contratación (ver gráfico), que cayeron al nivel más bajo desde la devaluación de febrero de 2014, en tiempos en que Axel Kicillof transitaba los pasillos del Palacio de Hacienda. El dato surge de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) de junio, que también se presentó ayer. El 7,8% de las empresas consultadas por la cartera laboral tiene expectativas de aumentar la dotación de personal en los próximos tres meses, mientras que el 6,7% prevé disminuirla, lo que da como resultado unas expectativas netas del 1,1%, que se ubican 2,3 puntos por debajo de las de abril.

Habitualmente, los técnicos de la cartera laboral señalan que cuando las expectativas netas están entre el 3% y el 6% la perspectiva es de estabilidad para los siguientes tres meses. Por encima de ese nivel implica crecimiento. Por debajo, caída.

Anchorena admitió que el dato enciende “una señal de alerta” pero planteó que el dato “tiene mucho mucho ruido” porque “las consultas se hicieron a comienzos de julio, o sea, en el peor momento del brusco movimiento relacionado al mercado cambiario” y dejó una mirada optimista: “Si hay una estabilización de la macro y hacia fin de año empieza a recuperarse, puede haber estabilidad del empleo” en el conjunto de 2018.

Por lo pronto, la EIL (un sondeo entre 3.000 firmas de 12 aglomerados urbanos del país) adelantó un junio de caída en el empleo privado. Según las empresas consultadas, el retroceso volvió a ser de 0,1% y fue traccionado por la industria y la construcción.

Los funcionarios de Trabajo destacaron también que la EIL mostró tasas de entrada (contrataciones) y de salida (despidos) más bajas que el promedio, lo que para ellos representa un congelamiento de las decisiones sobre personal en las empresas, el mecanismo conocido como hoarding. Si el dato se confirma, podría implicar que el avance de los despidos producto de la recesión no sea explosivo en el sector formal.

Sin embargo, como ya señaló este diario, la realidad es bien distinta en el sector no registrado. Según los analistas, al igual que el empleo por cuenta propia (monotributo, monotributo social), el trabajo en negro es mucho más inestable que el asalariado registrado, por lo que su tasa de despidos ante la crisis económica tendería a ser mayor. Por eso, se descuenta que los números actuales y las proyecciones son aun más negativos en el sector informal. Pero para confirmarlo habrá que esperar los sucesivos resultados de la EPH del Indec.

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