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¿Qué falló y qué podemos mejorar?

Los resultados abreviados del experimento monetarista por sí solos

18 junio de 2018

Por Jorge Carrera UNLP y ex jefe de Investigaciones Económicas del BCRA

La idea de esta nota es tratar de entender porqué fracasó el experimento de política económica llevado adelante por la cúpula del BCRA recientemente descabezada. No se pretende hacer leña del árbol caído porque desde los primeros meses alertamos que era un árbol muy mal implantado. La idea es contribuir a no repetir errores y evitar, en diez años, estar chocando con la misma piedra.

Los resultados abreviados del experimento monetarista por sí solos.

Una devaluación del dólar cercana al 200%.

Un esquema de metas de inflación que se cambió cuatro veces en dos años y finalmente debió ser abandonado.

La desregulación cambiaria y de flujos de capitales que nos priva de un instrumento regulatorio crucial y generó una masa especulativa en el mercado de capitales (MAE). De esa masa especulativa de corto pazo partió la corrida “inesperada” de mayo.

Potenciar el carry-trade para “alquilar” caro la suba de reservas.

Una dinámica de Lebac, que desvirtuó sus fines originales e hizo saltar el stock a $1,2 billones.

Un déficit cuasi fiscal de 2,4% del PIB.

Un manejo desconcertante de la tasa de interés que saturó el instrumento y nos deja en una trampa de tasas altas que no funcionan pero que no se pueden bajar.

Un boom de créditos UVA que, si no es bien manejado, nos conducirá a otro fracaso del crédito en moneda local.

Una implementación muy precaria de la intervención cambiaria que llevó a la sistemática dilapidación de US$

8.300 millones de reservas hasta que se hizo la megaoferta en $ 25.

Una inflación del 98% con una herencia inercial que puede superar el 30% en 2018.

Una política cambiaria de dólar barato que generó un déficit de cuenta corriente de 4,8% del PIB.

Haber tenido que, por todo este panorama, recurrir al FMI cuando eso era impensable tres meses atrás.

Haber negociado con el FMI un acuerdo más preocupados en la independencia del BCRA que en metas incumplibles.

Y, finalmente la peor herencia es una nueva recesión con inflación innecesariamente autoinfligida.

No fue el 28-D

Los motivos de este fracaso de la gestión de Federico Sturzenegger no residen, como muchos creen, en la conferencia del 28 de diciembre de 2017. Esa fue la tardía toma de conciencia del Gobierno de que la política monetaria del BCRA llevaba a la economía a una recesión. Tarde se entendió que la política monetaria estaba errada. Lo demás fue una mala presentación y quedarse corto con el cambio.

¿Dónde estaba el problema entonces? Como dijimos el año pasado, la causa principal del fracaso radica en la combinación de políticas elegidas. La extrema dureza monetaria era errónea con el gradualismo fiscal, el sendero de endeudamiento elegido y los cambios en precios relativos (sobre todo, tarifas). Se planteó un mix inviable, cuyas probabilidades de éxito eran muy pequeñas. El gradualismo fiscal (que era la opción correcta) requería más realismo en el camino de la desinflación, máxime sabiendo que la tasa no es un instrumento potente en Argentina.

La causa de este error estuvo en la concepción teórica de la conducción del Central. Un enfoque que sostenía que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. Que en un contexto de equilibrio general las subas de tarifas se reequilibran con otros precios que bajan. Que la preocupación por el impacto del dólar en la inflación era bullshit estructuralista propia de un análisis de equilibrio parcial. Que una política creíble es suficiente para acelerar la convergencia morigerando los fenómenos inerciales. Que la tasa de interés era el instrumento adecuado. Que el tipo de cambio flexible resuelve los problemas de desalineamiento cambiario. Que la desregulación financiera plena es óptima.

La presentación ante la academia que realizó Sturzenegger resume acabadamente esta construcción teórica. Para no caer en la tentación literaria no diremos que los resultados fueron kafkianos, pero son claramente decepcionantes.

Todas estas creencias iniciales fueron modificándose en esta especie de “posgrado en política económica” que hizo el equipo, pero son sin duda, las que deben haber llevado a hacerle decir al Presidente que bajar la inflación era la tarea más fácil que se tenía su Gobierno por delante. O, más recientemente, que lo peor ya había pasado.

La soberbia y obstinación teórica (problema común en la forma de hacer política económica en Argentina a derecha e izquierda) en este caso potenció su efecto nocivo al convertir la toma de decisiones monetarias en un mecanismo cerrado. Donde no era el Directorio el principal decisor de la política monetaria sino un Comité de Política Monetaria que funcionaba como un club de amigos con muy poca apertura a otras visiones. Por tanto, sin gran feedback de la realidad fuera del propio microclima. Como vimos cuando el gobierno reaccionó en diciembre lo hizo mal y tarde.

Estas son lecciones que deben generar enseñanzas útiles. No se debería delegar la conducción del BCRA a una moda teórica o una visión monocolor. Porque, sin un adecuado contral institucional, podemos repetir los errores cometidos.

La solución no pasa por cambiar la conducción del BCRA desde un grupo de académicos monocromáticos hacia un grupo de exitosos ejecutivos de banca de inversión.

Se necesita pensar una construcción institucional más sólida para el manejo del BCRA que evite caer en los excesos tantas veces vistos. Al igual que con la deuda pública, la política monetaria requiere una mayor atención institucional, donde el Congreso tiene un rol ineludible que, además, ya está fijado por la ley.

Las metas de inflación, los lineamientos de la política crediticia y la política cambiaria deberían ser discutidos en simultáneo con el Presupuesto. Deben, además, implementarse y mejorarse los mecanismos de seguimiento previstos en la ley del BCRA. Recordemos que el 28 de diciembre el Senado aprobó un Presupuesto con la meta de 10% en la madrugada y, a las 12 de mediodía, fue modificada en 50%.

El control del Congreso sobre el BCRA debe ser en tiempo real y no sólo ex post como si fuera la auditoría. Solamente una discusión abierta y simultanea de la política fiscal y la monetaria en el Congreso, con un fuerte soporte técnico independiente, puede transparentar las potenciales inconsistencias entre las mismas y mostrar qué esfuerzo estamos dispuestos a hacer como sociedad.

El debate sobre la legalización del aborto mostró una discusión madura evidenciando los límites de cada propuesta y la necesidad de optar entre distintos dilemas. Una sociedad madura debería poder también discutir su política monetaria en forma más transparente y democrática.

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