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Salir del desencanto

La evolución de las PyMEx argentinas es quizás el indicador más crudo de como los desajustes macroeconómicos recurrentes pueden entorpecer las posibilidades de desarrollo

31 mayo de 2018

Por Marcos Cohen Arazi Ieral PYME de la Fundación Mediterránea

La evolución de las PyMEx argentinas es quizás el indicador más crudo de como los desajustes macroeconómicos pueden tronchar las posibilidades de desarrollo de una red de pequeñas y medianas firmas con inserción internacional.

La priorización de la estabilización macroeconómica, que es un objetivo de política económica fundamental, deja poco espacio para una recuperación importante de las pequeñas y medianas firmas exportadoras, aunque puede preparar el terreno para un desarrollo virtuoso a mediano plazo.

Conviene repasar algunas cifras para dejar en claro de donde venimos. En 2011 había más de 6.200 PyMEs exportadoras, que asistieron a problemas de competitividad mayúsculos y fueron perdiendo su posicionamiento en mercados externos de manera paulatina. Para 2016 había cerca de 2.000 exportadoras menos, con una caída acumulada de 32% en el número de firmas PyMEx, estas cifras surgen del relevamiento que realiza la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA).

Luego de la salida del cepo cambiario a fines de 2016 y el descongelamiento del tipo de cambio, se avizoraban mejores posibilidades para el sector PyMEx, aunque el pase a precios, derivado de la devaluación, fue importante y acotó la mejora de competitividad cambiaria real. Luego, durante 2017, se experimentó un nuevo escenario de apreciación cambiaria real que recién comenzó a ajustarse a finales del año. Este ajuste se prolongó hasta la actualidad, con un dólar en torno a $25 y un tipo de cambio real contra el dólar que es aproximadamente 40% superior al del final de la convertibilidad.

Sin embargo, en el mismo contexto, aumentaron fuertemente los costos de la energía eléctrica y del gas, que venían desde niveles muy bajos, especialmente en Buenos Aires y no tanto en el interior. Además, las tasas de interés reales pasaron al terreno positivo y, por momentos, superaron ampliamente los niveles tolerables. Estos factores ocurrieron en un contexto de mercado interno estancado, que es al que normalmente apuntaban las PyMEs, lo que resultó en una situación financiera compleja en el corto plazo.

El reajuste cambiario traza un escenario de mejora de la rentabilidad exportadora, pero luego de seis años en los que el valor exportado por estas firmas se redujo 40% en dólares, es difícil esperar una recuperación fuerte y sostenida. Las cifras estimadas para 2017 y lo que va de 2018 permiten avizorar una mejora muy tenue, que dejaría al nivel de exportaciones PyME más de 30% por debajo de las de 2011.

En vistas de este panorama, las perspectivas del sector son muy moderadas. Luego de tantos años de dificultades, existen elementos a favor y en contra. A favor, está la posibilidad de que Brasil se recupere este año, especialmente en su industria, luego de haber caído más de 10% entre 2015 y 2017. A favor también aparece la posibilidad de contar con algo de competitividad cambiaria, en la medida en que la inflación no se acelere demasiado.

En contra, la turbulencia financiera llevó a un escenario de altas tasas de interés y de racionamiento del crédito de corto plazo. A ello se sumó la decisión de eliminar la línea de crédito para la inversión productiva fomentada por el BCRA. Asimismo, para muchas PyMEs, la reforma tributaria implicó una suba de la presión tributaria especialmente en el interior, por la pérdida de beneficios de localización, que no es compensada por la aplicación de un mínimo no imponible en las contribuciones patronales.

La industria PyME, en este contexto, se encuentra apenas empezando a moverse, buscando salir del desencanto.

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