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Recalculando (las metas)

La experiencia en materia de metas de inflación muestra que el relajamiento de los objetivos es poco frecuente

29 diciembre de 2017

Por Matías Carugati Economista Jefe de M&F Consultora

Sobre el final del año, el Gobierno decidió “recalibrar” las metas de inflación. En una conferencia de prensa conjunta con los miembros del equipo económico, el jefe de Gabinete anunció que la convergencia hacia una inflación de un dígito (5%) tomará un año más de lo previsto y que, por lo tanto, debían modificarse las metas intermedias. En concreto, se subió la vara en 5 puntos porcentuales, dejando el objetivo de 2018 en 15% y de 2019 en 10%. Además, se eliminaron los rangos, para evitar una coordinación sobre el techo de las metas.

Como se descontaba, el debate entre los economistas levantó temperatura rápidamente. Los que están (estamos) a favor ponderan el mayor grado de consistencia entre las políticas monetaria y fiscal. Una meta más realista, pero no por ello fácilmente cumplible, mejora la eficiencia de la misma como señal para los agentes económicos. Además, reduce el costo asociado a la tasa de interés requerida para alinear expectativas y precios con la meta. En el otro extremo, se critica el cercenamiento de la independencia del BCRA al modificarle el Ejecutivo los objetivos (aunque se olvidan que, en regímenes de metas de inflación, la autonomía se refiere a la instrumentación de la política) y el daño de credibilidad de la entidad, derivado de la menor exigencia frente a unas perspectivas que se presentaban desfavorables para el cumplimiento de las metas originales. Asimismo, una política monetaria menos contractiva también erosiona la percepción del compromiso del banco central con el proceso de desinflación y puede desanclar las expectativas.

Se trata, en el fondo, de un análisis de costo-beneficio. Dejando de lado el escenario de forzar un cumplimiento, ¿qué es menos costoso: erarle a metas muy exigentes o aumentarlas hasta un nivel más razonable? El Gobierno se decidió por esto último.

La experiencia en materia de metas de inflación muestra que el relajamiento de los objetivos es poco frecuente. Entre 1990 y 2016, 27 países aplicaron este régimen monetario, sumando un total de 472 casos (años por país). En apenas 18 ocasiones se relajaron las metastras haber incumplido el año anterior, lo que equivale a 12% del total de casos en que la inflación terminó por encima de los objetivos. Y sólo en 3 casos (Guatemala, Indonesia y Serbia) el relajamiento ocurrió en el segundo año de implementación de las metas. Las veces que esto sucedió fue porque la inflación del año previo se aceleró por alguna razón puntual o porque mostró inusual resistencia a descender.

Esto refleja que los bancos centrales priorizan la construcción de credibilidad y se preocupan por no dañar su reputación. Los cambios ocurrieron en contadas ocasiones y por motivos específicos y relevantes. Motivos que en Argentina parecen estar dados: marcada inercia inflacionaria y ajustes de precios relativos pendientes. Acaso hubiera sido mejor, en términos comunicacionales, que se mencionara esto en la conferencia de prensa y no alegar la “disponibilidad de nueva información” o la “necesidad de contar con metas creíbles”.

Lo que suceda a partir de ahora dependerá, en gran medida, de lo que haga el BCRA. Su presidente dijo que la postura de la política monetaria estaba definida en función a las metas viejas y que, con el cambio, habrá que modificarla, lo cual es lógico. Al corregir la meta, la tasa debería bajar para mantener el mismo sesgo contractivo. Pero también se mencionó que el relajamiento se hará en las formas, plazos y condiciones que la entidad decida. La situación no luce propicia para un recorte inmediato. Incluso con una tasa real de dos dígitos, la inflación cerrará diciembre en torno al 24% anual, las proyecciones de consenso apuntaban (hasta el mes pasado) a un 2018 con 16,6% de suba de precios (y en aumento) y la sociedad esperaba 20%. Bajar la tasa de referencia en este contexto, y con el cambio de las metas “fresco en la memoria”, potenciaría las dudas respecto al compromiso del BCRA.

Mientras el debate continúa, el mercado toma posición. Tras el anuncio, el dólar pegó un nuevo estirón y quedó a tiro de $19,50. En tanto, la tasa de las Lebac en el mercado secundario se redujo, señal de que el BCRA relajaría a corto plazo su política monetaria. Malas señales para un proceso de desinflación que ya venía complicado de origen.

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