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“El nuevo ADN de los negocios debe crear valor integral”

El Economista dialogó con Pedro Tarak, el cofundador del Sistema B

18 diciembre de 2017

Entrevista a Pedro Tarak Cofundador del Sistema B Por Florencia Barreiro

Pedro Tarak es cofundador del Sistema B, sello otorgado por B Lab de Estados Unidos a aquellas empresas que entienden que la economía debe estar centrada en el bienestar de las personas, las sociedades y la Tierra. Con una larga trayectoria en la temática del desarrollo sostenible es actualmente miembro del directorio internacional de Guayaki, empresa pionera en la regeneración de la Selva Misionera. Actual Embajador Global del Movimiento de Empresas B, el gurú le cuenta a El Economista por qué el futuro de la economía es sustentable.

¿En qué etapa estamos del desarrollo sostenible y hacia dónde le parece que vamos?

En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992 se acuñó políticamente el concepto de desarrollo sostenible. Hoy creo que estamos entrando a la era de la sustentabilidad a través de la economía, con una lógica de organización que pasa de ser fragmentaria a una sistémica. En la visión fragmentaria, por un lado estaba el Estado, por el otro las empresas y por separado la sociedad. De este modo también estaban en compartimentos separados, el medio ambiente, lo financiero y lo social. Ahora lo sustentable atraviesa a todos y no se trata solo de ocuparse del  medio ambiente. Esto es evolucionar de una historia de fragmentos y segmentos hacia una historia de sistema y creación de valor integral.

¿Cómo se refleja esto en la gestión de sustentabilidad de las empresas?

La lógica de la empresa que tiene como único propósito el lucro y que hace algunas acciones de responsabilidad social hace agua. Estamos evolucionando hacia una empresa que crea valor integral tanto en su propósito, como en su gestión o en sus prácticas. Y que genera, además, un impacto integral. Ya no tiene más sentido tener exclusivamente un departamento de responsabilidad empresaria o de sustentabilidad. La sustentabilidad atraviesa temas de medio ambiente pero también, y en simultáneo, temáticas de gestión financiera o comercial.

¿Esto empieza a verse claramente en la práctica?

Existe una nueva generación de empresas -que algunas son empresas B - que van hacia la gestión integral de la sustentabilidad. Esto implica redefinir el sentido del propósito, ligado a la creación de valor a través de la actividad. Y eso responde también a una demanda creciente de la gente en general, de los colaboradores y los consumidores.

¿El cambio es colectivo?

Nosotros pensamos hasta ahora que los problemas colectivos de gran escala se iban a resolver a través de la política. Ahora hemos descubierto que se pueden resolver con la fuerza del mercado. Con la fuerza de millones de personas y desde el mercado. Esto emocionalmente, nos activa y nos anima masivamente. El mercado, que era una mala palabra porque se había deshumanizado, se convierte en una gran oportunidad para encontrarnos, converger y encontrar respuestas y soluciones. Y creo que realmente esta es la evolución del ADN de los negocios, de los mercados y de la economía.

¿Ser una empresa B es un aspiracional?

Las empresas b se convierten en referentes. Y empiezan a provocar el mercado. Son empresas que alinean la demanda social de soluciones de gran alcance con las necesidades sociales y ambientales y las oportunidades de negocio. Antes se hablaba del mercado como si fuese algo separado de las demandas sociales en general. Ahora vemos que se están acercando. Hay una posibilidad de humanizar el mercado. Hasta ahora las empresas eran las únicas formas de organización humana que no ofrecían complicidad positiva y afectiva con sus grupos de interés. Yo creo que ha habido un gran cambio y que ahora empiezan a aparecer los referentes. En esta etapa de transición si no hay referentes no hay avances. Ahora, se empiezan a ver empresas con propósito público, creación de bienes públicos que pueden ser aprovechados por todo el mundo y que convergen con bienes privados, propios de la actividad empresarial.

¿Que implica la complicidad afectiva?

La complicidad afectiva permite que partir de las decisiones comerciales  -que quizás no son las más importantes pero son muy numerosas- la gente pueda ser parte de una causa pública y que, además, pueda emocionarse y hasta trascender. A través del mercado, la gente puede emocionarse, participar y trascender. Estos son instancias humanas que permiten humanizar las relaciones comerciales y el mercado. Las organizaciones empresarias tienen que ser facilitadores de esos elementos y darle la opción de elegir ser parte al consumidor.  Es una lógica masiva de nuevos tipos de relaciones comerciales más humanizadas.

¿Qué visión tiene de las empresas de argentinas y de la región?

En Argentina estamos teniendo buenas noticias. Hace poco Aguas Danone de Argentina recibió la certificación B y ahora la rosarina BioEnergy está en ese camino. En un encuentro reciente en Brasil me encontré con una empresa B brasileña de 2300 hectáreas que apuesta a la regeneración y al sistema vital de la tierra con siete productos agrícolas orgánicos que coloca en el mercado. ¡Y ahora apuesta a una nueva empresa para la regeneración de 1 millón de hectáreas! Lo más interesante es que la regeneración se realiza a través de la fuerza del mercado y no a través de un subsidio del Estado que instala un Parque Nacional. Cuando el consumidor compra sus alimentos, apoya servicios ecosistémicos con inclusión social. El modelo de negocios se encuentra con una demanda creciente de la sociedad que apoya la  biodiversidad para que los suelos vuelvan a ser naturalmente fértiles.

¿Cree que los inversores valoran este enfoque?

Los inversores lo están viendo porque saben que este modelo crea valor. El valor de las acciones de las empresas va a empezar a estar ligado con la creación de valor integral. Quizás el retorno anual sea menor, pero el valor de esa compañía, incluso en el mercado financiero, aumenta si asume la sustentabilidad de manera integral.

¿Y el compromiso del consumidor crece?

Va de a poco porque todavía estamos con el piloto automático y no creemos que sea posible. Hasta ahora tampoco teníamos una identidad de mercado. La empresa B trata de hacer foco en ese tema y en el propósito. Queremos instalar ahora el tema de la regeneración.  Este concepto forma parte de nuestra cultura y lo han preservado las comunidades indígenas. Si vas a sacar algo de la tierra hay que devolverlo de alguna manera.

¿Usted es optimista sobre la evolución de este paradigma?

Soy muy optimista porque miro la realidad a partir de aquello que me genera optimismo. Si no es así dejo de mirarlo tan fuerte.  Es buen negocio ser optimista porque su energía se contagia. Hay que construir sobre lo bueno que está pasando. Y yo estoy viendo que el Sistema B está nucleando cientos de miles de personas. Esta visión permite encontrar puntos de convergencia para poder avanzar. En este sentido tenemos buenas noticias todos los días.

¿Las empresas grandes son más reacias al cambio?

Más del 87% de las startups que nacieron con visión de Empresa B después de la crisis de 2009 prosperaron, a diferencia de aquellas que dejaron de lado esta visión de sustentabilidad. Esto demuestra que en las empresas nuevas la complicidad positiva es un elemento fundamental. A las grandes empresas les cuesta más las transiciones porque vienen estructuradas de otra manera, con otros incentivos. El bono de fin de año tiene que ver siempre, por ejemplo, con el resultado financiero y no con la creación de valor integral.  Todavía hay pocas empresas que empezaron. Pero sí se empieza a evidenciar que es ridículo tener un programa aislado de sustentabilidad o de medio ambiente.

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