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El Día de los Santos Inocentes

El reconocimiento de las verdades ignoradas y la ruptura en la continuidad en el error abre las posibilidades de un tiempo mejor

Carlos Leyba 29 diciembre de 2017

Por Carlos Leyba 

Las noticias periodísticas que pusieron en alerta del descomunal déficit comercial (US$ 9.000 millones en el año) y del escape, si bien lento, de la cotización del dólar, animaron al equipo gobernante a reconocer públicamente dos verdades evidentes que, hasta ahora, venían siendo devaluadas por él.

Esas verdades, entre tantas otras desconocidas, son la naturaleza retórica de la independencia del BCRA y la poca propiedad de la meta de inflación asociada a la retórica de la independencia.

Bien por eso. Dos pájaros de un tiro disparado el jueves 28 de diciembre. En el Día de los Santos Inocentes.

Estas fueron verdades hasta ayer devaluadas por el “mejor equipo de los últimos cincuenta años” (Mauricio “Autoelogio” Macri dixit). Equipo que hasta ahora no ha demostrado serlo y que ha logrado pocos goles, algunos en contra, y que ahora, cumplida la mitad del partido programado, nos informa que para demostrar sus habilidades necesita cuatro años suplementarios.

El reconocimiento de las verdades ignoradas y la ruptura en la continuidad en el error abre las posibilidades de un segundo tiempo mejor. Posibilidades que se abren por haber dado un paso, muy pequeño, en la rectificación de parte de la política. Tal vez en camino a la continuidad en el poder.

El grupo conformista, dentro del Gobierno, piensa que esa posibilidad constitucional es altamente probable electoralmente por aquello de que “fueron tan malos los que se fueron” que su recuerdo nos hará buenos.

Esto explica el “dale dale” publicitario a la grieta por parte de los jóvenes PRO, mientras que, en la misma dirección, las huestes K siembran las semillas del “no me olvides”, que son tóxicas para los no vacunados. El período de vacunación ha terminado.

Cristina y Mauricio coinciden en eso. Y el resultado es que la grieta goza de muy buena salud como también lo gozan todas las consecuencias negativas conocidas.

La grieta es lo que no permite que la política, la sociedad y la economía pasen al futuro, y que queden dando vueltas en redondo entre el pasado y el presente.

La política, porque no logra la formulación de proyectos con densidad acerca de cómo salir de la decadencia de 40 años; la sociedad, porque se cierra y como todos sabemos los sistemas cerrados generan crisis y la economía, porque no se generan inversiones, que es el modo material en el que se perfila el progreso.

La grieta es el optimismo del oficialismo conformista y el de su principal oposición. Hay que leer los mensajes íntimos y los que se comunican entre ellos ambos grupos entre sí para percibir el fenomenal grado de involución social y política de ambos grupos, lamentablemente, dominantes.

Confirmando esa tensión, las recientes palabras de CFK y las palabras iniciales de la conferencia de prensa de ayer del jefe de Gabinete señalaron la falta de vocación y compromiso por lograr el entendimiento y el encuentro para cerrar la grieta entre los argentinos.

Del otro lado están los inconformistas del Gobierno. Uno de los cuales es ubicado por los expertos, ya no en la “mesa chica”, sino en la mesa de luz del Presidente, donde está desde la primera juventud de Mauricio.

Los inconformistas sostienen que no es probable que haya segundo turno salvo que los resultados globales cambien de manera radical.

En Cambiemos, vaya paradoja, no hay cambio radical en perspectiva. Primero porque los radicales de Cambiemos la miran de afuera y están a años luz de las decisiones  y, segundo, que lo quedó de la filosofía zen de los primeros tiempos PRO se convirtió en “gradualismo” que ? más allá de lo criterioso de ese concepto ? en la práctica PRO es un “vamos viendo” porque, dónde quieren llegar, no lo ven seguramente porque no existe.

Los inconformistas del Gobierno son los que están disconformes con los resultados de la gestión y la orientación de la política. Son los que desearían suprimir la promoción de la grieta y definir un programa consensuado con las fuerzas sociales y partidos de la oposición. Los que quieren aprovechar las últimas sanciones parlamentarias para reconocer y potenciar que el diálogo puede más que la negociación de caja.

El inconformismo ha dado un paso adelante, pequeño, pero paso al fin. Remedando el dicho francés “cuando mis amigos son tuertos, los miro de perfil”, podemos decir “cuando la política está equivocada, destacar el reconocimiento de un error” debe ser valorado como un paso virtuoso.   Volvamos al principio.

La primera verdad reconocida durante la conferencia es el límite natural que, en cualquier país, se le pone a la “independencia” del banco central, límite que no es otro que el de la política económica en su conjunto.

“El límite” es la cuestión de la coherencia, instrumentos y objetivos, en cualquier sistema y no menos que en cualquier otro, en el sistema económico. Bienvenidos a la frontera de la sensatez. Ahora a animarse, cruzarla y a diseñar un camino en ese territorio. Es lo que deseamos para todos, Gobierno y ciudadanos, en este 2018 que está por empezar.

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, anunció el cambio de la meta de inflación para los próximos años. Llegamos a 15% para 2018. El anuncio vino unido a un reconocimiento de un error de estimación previa debido, alegó, a lo confuso de la situación en el comienzo del Gobierno.

Lo importante políticamente es que el anuncio del cambio de meta de la política del BCRA no fue hecho por Federico Sturzenegger sino por el ministro de Hacienda que también anunció las metas fiscales.

Tenemos derecho a pensar que la nueva meta le fue impuesta al BCRA por el Poder Ejecutivo, poniendo en claro que no hay tal cosa como una política independiente de la entidad.

Quedo claro que ahora este Gobierno, por fin, reconoce que las metas las decide el Gobierno (incluidas las metas del BCRA).

La segunda verdad evidente es que la meta de  inflación, a la que apostó Federico S., no sólo era inverosímil sino que, por las herramientas usadas para alcanzarla, habrían de tener sobre la economía el mismo efecto que poner sobre una camioneta una carga de 18.000 kilos.

Con ese peso la camioneta, por más que se encienda el motor, no arranca y además, lo más probable, es que se quiebre el chasis aún estando estancada.

La herramienta de la tasa de interés construyó una  carga descomunal sobre la economía.

Federico S. supuso que una tasa de interés pagada sobre las Lebac que duplicaba la meta de inflación y que iba muy por delante de la inflación pasada habría de administrar la moneda de tal suerte que obligaría a la “inflación” a arrodillarse “despacito” para finalmente ponerse a la altura de la meta. Ahora subió la meta.

La tasa de interés, entre otras cosas, es la remuneración al capital líquido y mientras el Gobierno sostiene la política de pretender que los salarios se ajusten a la tasa de inflación futura, y no a la de la inflación pasada, de la mano del BCRA el capital líquido es remunerado largamente por encima de la inflación pasada y con el doble de la meta de la tasa de inflación.

El planteo, además del impacto negativo sobre la producción, es decididamente concentrador en términos de ingresos, beneficiando largamente al capital líquido en relación a los ingresos del trabajo.

Para que Federico S. afloje con la tasa de interés le han relajado la meta de inflación.

Lo han hecho cuando es imposible ocultar la dimensión que ha adquirido la cuestión del sector externo, con un desequilibrio comercial de US$ 9.000 millones y un déficit en cuenta corriente que alcanzará en el año a más de US$ 28.000 millones. Este déficit externo representará el 4,5% del PIB. Una medida del costo del atraso cambiario.

Suficiente razón para que, sin hablar de manera directa del tipo de cambio ni de la tasa de interés que lo aplasta, el cambio de meta de inflación y el fin de la retórica de la independencia del BCRA augura la posibilidad de una tasa menos exigente.

Al igual que el despido sin piedad del ministro estrella (Alfonso Prat-Gay) esta vez también la reconvención al Presidente del BCRA fue anunciada y ejecutada por Marcos Peña y en nombre y en ausencia vacacional del Presidente, en el sur de la República.

Todos los expertos en relaciones íntimas del Gobierno sostienen que Federico S. es el más influyente en las decisiones económicas de Mauricio Macri, el funcionario más respetado por el Presidente en ese campo y, al mismo tiempo, que dicen que la meta de inflación es la más importante para su gestión.

Para Macri el combate a la inflación es el método para reducir la pobreza, la garantía del crecimiento y el de su sustentabilidad. La lucha contra la inflación es el alfa y omega de toda la política económica. Todo lo demás se dará por añadidura.

Y Federico S. es el numen de la lucha contra la inflación, el cruzado capaz de afrontarla con armas que, para los demás, pueden ser letales.

No es nuevo. José A. Martínez de Hoz, en su comienzo, tenía otro discurso, y el lo cambió a partir de un numen que lo cautivó. La influencia doctrinaria hizo del programa de la Dictadura uno de un solo objetivo mensurado a través de las reservas en poder del BCRA. Esas reservas eran pura deuda. Sabemos como terminó.

Carlos Menem, en su comienzo, tenía otro discurso, y el mismo cambio a partir de un numen que lo cautivó. La influencia doctrinaria hizo del programa del peronismo uno de un solo objetivo mensurado a través de la “estabilidad”. Esa “estabilidad” era deuda. Sabemos como terminó.

No recuerdo el comienzo de Macri, pero el discurso de Federico S. ha convertido el programa del Gobierno en uno de un solo objetivo: meta de inflación. Esa meta es la montaña de Lebac que ?medidas en dólares? más que duplican las reservas netas, líquidas y disponibles del BCRA.

La última decisión significa un cierto paso en la “liberación” de los influjos del numen y en un intento de ablande al incentivo a que la montaña de Lebac siga creciendo mientras liberan un poco al dólar. Nada mal para el Día de los Santos Inocentes.

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