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Argentina necesita ya un shock de capital humano, con foco en niños y jóvenes

Así lo pide el economista Mariano Tommasi en un nuevo libro

30 diciembre de 2017

Argentina necesita un shock?.de capital humano. Eso sostiene Mariano Tommasi (UdeSA y PhD en U. Chicago) en un interesante capítulo del Nuevo libro “100 Políticas para la Argentina del 2030”.

¿Por qué? Por una razón tan simple como contundente. “Con oscilaciones, desde hace tres décadas en Argentina, una de cada cuatro familias es pobre, una de cada tres personas es pobre, uno de cada dos niños es pobre”, dice Tommasi.

Por ejemplo, agreg, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA identifica que 40% de nuestros niños entre 0 y 4 años no tiene libros y que 27% recibe agresiones físicas. “Los niños pobres en nuestro país asisten a peores escuelas ?cuando asis- ten?, se enferman con mayor  frecuencia, cuando  se enferman es menos probable que reciban atención médica y, cuando la reciben, es de peor calidad que la de niños en entornos más favorecidos”, amplía. “Otras dimensiones de su pobreza son el alto riesgo de las adolescentes de quedar embarazadas ?un indicador en el que empeoramos mientras vecinos como Uruguay y Brasil mejoraron?, la enorme deserción en la escuela secundaria y consecuente dificultad de conseguir un primer empleo, y la mucho mayor probabilidad de cometer un delito que un joven en un hogar de mayores ingresos. Y tantos otros ejemplos  más”, dice Tommasi. No está fácil la cosa para ser un niño o un joven hoy en Argentina.

“Es claro, entonces, que lograr pobreza cero de un día para otro es imposible. Incluso si hiciéramos hoy el experimento   de darle a cada familia el dinero que necesita para saltar por encima de la línea de pobreza este año, el esfuerzo sería irrelevante en el largo plazo. La pobreza, al igual que su opuesto la riqueza, no se refiere a una situación de flujos sino de stocks”, dice Tommasi. Y explica: “Las personas pobres sufren privaciones en términos de múltiples stocks de capital: financiero, físico, social y, fundamentalmente, capital humano”.

Las políticas como la AUH (por cierto bienvenida), dice, no son suficientes para cambiar la realidad de la pobreza. “Hacen falta esfuerzos transformacionales para modificar trayectorias de vida y promover así una verdadera movilidad social, único camino sostenible para terminar con la pobreza”, dice el economista.

“Argentina necesita ya un shock de capital humano, con foco en niños y jóvenes en contexto de pobreza. Esto requiere un gran esfuerzo intergeneracional, en el espíritu de aquellos países que han logrado saltar de pobres a ricos, y de la misma manera que dentro de una familia las generaciones adultas se sacrifican para darles un mejor futuro a las   nuevas”, pide Tommasi.

“Si no priorizamos ya a los más pequeños, llegaremos a la etapa de envejecimiento poblacional sin habernos embarcado antes en un camino de desarrollo sustentable”, agrega.

Argentina transita, por estos años, el llamado “bono demográfico”, el momento entre 1982 y hasta más o menos 2038 en el que nuestra población económicamente activa supera a quienes dependen de ella. Es decir, hasta 1982 la mayoría de los dependientes eran niños y, después de 2038, la mayoría serán adultos mayores. “Quienes llevarán sobre los hombros la responsabilidad por su propio sustento y el de ese gran número de dependientes en una población envejecida serán los niños de hoy”, explica.

¿Cómo generar ese shock de capital humano en las genera- ciones más jóvenes para dejar atrás la pobreza estructural y tomar la senda del desarrollo sustentable aprovechando el bono demográfico? Tomando las ideas del Nobel James Heckman, Tommasi señala la importancia de enfocarnos  en las   habilidades socioemocionales (la perseverancia, la motivación, la autoestima y el autocontrol), “que nos permiten negociar, relacionarnos, colaborar y trabajar idóneamente en un ambiente diverso”. Esas habilidades, explica, son la base para el desarrollo de las habilidades cognitivas ?como la matemática? que a su vez apalancan el capital humano específico que viabiliza la empleabi- lidad, la productividad laboral y los mayores ingresos. Además, las investigaciones muestran que las habilidades socioemociona- les son altamente valoradas y reconocidas por los empleadores, aunque suelan estar ausentes de la  formación.

“Las habilidades socioemocionales se van acumulando en función de distintas inversiones que las personas y, en el caso de los niños, sus familias realizan a través del tiempo. Las diferencias en situaciones iniciales, incluyendo la alimentación y el cuidado en el vientre materno, repercuten sobre los desarrollos posteriores. Lamentablemente, está demostrado que las dife- rencias tempranas en estimulación y desarrollo de habilidades socioemocionales tienden a generar  senderos  divergentes que se refuerzan con el tiempo, con enormes diferencias de capital humano y, por lo tanto, de ingresos en la adultez”, explica Tommasi.

Dada esta dinámica de acumulación de habilidades y patrones biológicos de desarrollo, argumenta, cuanto antes se invierte en au- mentar y equiparar habilidades, mayores las probabilidades de desarrollo humano y movilidad social.

“Las dos ventanas más importantes para la intervención de la política pública en el desarrollo de habilidades socioemocionales y, consecuentemente, cognitivas, son la primera infancia y la adolescencia. Esta última es una edad crítica en términos del futuro desarrollo de las personas, con una incidencia fundamental sobre su pobreza futura: aquí pivotean el embarazo adolescente, el abandono escolar, los consumos problemáticos, la entrada en el mundo del delito, y la posibilidad ?o no? de una inserción laboral  efectiva”, dice.

El insumo principal para la acumulación de habilidades es la crianza o tutoría que niños y jóvenes reciben y, a mayor calidad de ese acompañamiento, mayor el desarrollo de habilidades socioemocionales y mayores las probabilidades de un desarrollo humano pleno.

La crianza y la tutoría no suceden en el vacío y están fuertemente influidas por el contexto familiar y otras circunstancias como la disponibilidad de servicios de acompañamiento familiar, espacios de primera infancia, jardines de infante,  escuelas, y además por los efectos de pertenencia a distintos barrios. “Apoyar a las familias en la crianza y a los jóvenes en sus decisiones de vida, con acciones que transformen sus entornos inmediatos a través de un Estado que ofrezca servicios de calidad es el camino a seguir”, pide Tommasi.

Lograr este shock de capital humano en niños y jóvenes demandará entablar diálogos amplios y transversales. Requerirá reordenar prioridades en los temas sociales, educativos y económicos. Implicará diseñar, implementar y financiar intervenciones profundas, intensivas en información, trabajo y coordinación. “Sólo con un principio ordenador y prioridades claras podremos construir el capital humano que pronto necesita Argentina”, dice Tomassi. “El futuro de quienes hoy están en la  pobreza, y por ende el futuro de toda Argentina, depende de que decidamos ordenar el sistema de protección social en pos de la construcción de capital humano principalmente de los niños, nacidos y por nacer. Y de sus familias, presentes y  futuras”, concluye.

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