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El rol (ignorado) del tiempo en las políticas de inclusión

Las políticas públicas pueden mejorar el bienestar de las personas más allá de las transferencias monetarias, si consideran la asignación que los individuos hacen de su tiempo

16 noviembre de 2017

Por Analía Calero Investigadora del Instituto de Economía (INECO UADE)

Esforzarse y trabajar más horas puede no ser la mejor idea para quien busca salir de la pobreza. Al menos no en Argentina y en los países donde la pobreza sólo se mide por ingresos. Queremos mostrar aquí con algunos ejemplos sencillos que las políticas públicas pueden mejorar el bienestar de las personas más allá de las transferencias monetarias, si consideran la asignación que los individuos hacen de su tiempo.

Los casos que se plantean a continuación, si bien pueden parecer “de libro”, dejan en evidencia algunas cuestiones.

 Omitir la dimensión temporal lleva por un lado a excluir potenciales sujetos de política pública, y asimismo genera distorsiones en el comportamiento de los individuos en su afán por salir de la pobreza.

 Las personas pueden mejorar su calidad de vida, aún con el mismo ingreso monetario, si perciben mejoras en la infraestructura de su entorno, como el sistema de transporte público que les ahorre tiempo de traslado al trabajo.

 Las mujeres y jóvenes, sobre quienes culturalmente recaen las actividades de cuidado, podrían elegir participar en el mercado de trabajo con menores condicionamientos, si tienen acceso a servicios de cuidado infantil y de adultos mayores de calidad.

 Existen nuevos modelos de familias, y a su vez los matrimonios tienen menor duración que en otras décadas, lo que exige repensar el esquema de pensiones diseñado para una familia tradicional y estable en el tiempo.

Veamos estos casos sencillos que permitan dar luz a la situación.

Caso 1.  Martín es universitario,  le apasiona su trabajo y entre la investigación y la docencia, dedica unas 14 horas diarias al trabajo. Cuando lo invitan a jugar al fútbol, sólo va “de vez en cuando”, argumentando que no tiene tiempo. ¿Debiera ser Martín una preocupación para la política pública? Pues no, ya que si sólo trabajara una jornada de 8 horas, no sería pobre y, más bien, viviría holgadamente. En tal caso, trabajar en exceso es una decisión libre, y no condicionada.

Caso 2.  Anselmo es un trabajador de bajo nivel educativo. Si trabaja 8 horas diarias, sus ingresos no le permiten cubrir la canasta de una familia tipo para no ser pobre. Por lo tanto, decidió tomar todas las horas extras que pueda, y trabajando casi 16 horas por día (4 horas son de viaje), logró superar la línea de pobreza.  Sin embargo, como consecuencia de tal decisión, ve muy pocas horas a su familia. Anselmo queda excluido de los programas para la superación de la pobreza tradicionales, ya que por sus ingresos, superó la línea. Paradójicamente, si se esforzaba menos y no tomaba horas extras o le pedía a su jefe que se las paguen “en negro” sí hubiera sido sujeto de programas sociales. ¿Debiera ser Anselmo y su familia una preocupación para la política pública? Pues sí, ya que si Anselmo trabajara una jornada normal de 8 horas diarias, él y su familia caerían en la pobreza.  Hoy, en su esfuerzo por superar la pobreza monetaria,  queda atrapado en la  “pobreza de tiempo” y excluido de programas de inclusión. El caso de Anselmo deja en evidencia que un programa de superación de la pobreza que omita la dimensión temporal genera incentivos a la baja del esfuerzo individual (además de a la informalidad laboral). También se desprende de este caso que Anselmo y su familia tendrían un  mayor bienestar si, por una mejora en el sistema de transporte público, el tiempo de viaje al trabajo se redujera en 1 o 2 horas y podría llegar a cenar con su familia.

Caso 3.  Mirta y Jorge son una pareja donde ambos trabajan en una fábrica de bicicletas. Sin embargo, ante la llegada del primer hijo, deciden que él trabaje más horas y ella se dedique al cuidado del niño y las tareas del hogar, ya que no tienen con quién dejarlo, no consiguen guardería a buen precio  y ahora las tareas del hogar son muchas más que antes.  Por ese lapso, las cotizaciones a la seguridad social de Jorge se duplican mientras que Mirta no tiene aportes. A la edad de jubilarse, Mirta y Jorge ya no viven juntos. Si bien se separaron en buenos términos y se repartieron las cosas por igual, Jorge pudo jubilarse por arriba de la mínima, pero Mirta sólo va a acceder a la Pensión Básica Universal. ¿Debiera ser Mirta una preocupación de la política pública? Pues sí, ya que el sistema de pensiones fue diseñado pensando en un modelo de familia que duraba toda la vida, que hoy en día es cada vez menos frecuente. Habiendo mutado las estructuras familiares, el esquema de pensiones debiera repensarse acorde a estos cambios. Tal vez Mirta no hubiera dejado de trabajar en la fábrica si tenía cerca de la casa un centro de cuidado infantil de calidad donde dejar el niño, y hoy tendría una jubilación igual a la de Jorge.

Caso 4. Yésica dejó el 3º año del secundario para cuidar a su abuela y su hermanita más chica, cuando la madre empezó a trabajar doble turno en el supermercado. Quería seguir estudiando, pero las cosas se complicaron. Pasaron encuestando su hogar, y ella dijo que no estudia ni trabaja. Para las estadísticas es ni-ni. Pero, ¿acaso el trabajo de cuidado de niños y ancianos, no es un trabajo? ¿Hubiera dejado la escuela Yésica si su hermanita y su abuela tuvieran un centro público donde ser cuidados? ¿Debiera ser Yésica una preocupación de la política pública? Pues sí, y seguramente lo es, desde el enfoque de los ni-ni. Lo que se quiere mostrar en este caso es que, en particular para las niñas y jóvenes, el fenómeno de los ni-ni's, puede estar ocultando problemáticas de cuidado infantil y de adultos mayores.

En síntesis, los casos dejaron en evidencia que el tiempo importa, en la medida que afecta las decisiones de las personas. Y si bien la relación entre pobreza y el uso del tiempo no es nueva, estuvo olvidada a falta de estadísticas. Actualmente, en América Latina, hay 19 países que cuentan con información sobre uso del tiempo, a través de estadísticas oficiales. Para Argentina el primer dato de cobertura nacional es de 2013 (Inndec) y recientemente la Dirección de Estadísticas de la Ciudad  publicó datos específicos de 2016 para la Ciudad de Buenos Aires.

La mayor disponibilidad de información permitiría considerar el uso del tiempo en los programas de superación de la pobreza, ya que omitirlo puede llevar a una distorsión del esquema de incentivos, excluyendo a grupos vulnerables o incluso castigando a quién más se esfuerza por salir de tal situación. Se concluye que puede mejorarse el bienestar mediante la provisión de bienes públicos “ahorradores de tiempo” y que amplíen la libertad de elegir de los individuos, repensando las políticas públicas desde una perspectiva multidimensional.

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