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La macro y el futuro, después de las elecciones

Más allá de los brotes, los déficit gemelos, el atraso cambiario, el persistente endeudamiento externo y los ajustes pendientes en tarifas públicas pueden dificultar un crecimiento sostenido

Héctor Rubini 06 octubre de 2017

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

La economía argentina llega sin turbulencias a las elecciones legislativas. Los indicadores anticipados de varias consultoras privadas tienden a confirmar que la actividad económica habría cerrado con los mejores indicadores desde el inicio de la actual administración.

La expansión de la construcción pública y privada sigue cobrando fuerte impulso. Si bien las variaciones muestran progresos notables respecto del año pasado, también es cierto que son los primeros movimientos necesarios para consolidar la salida de años de estanflación. En otras palabras, la expansión de la construcción con su efecto “derrame” sobre el empleo y el mercado de créditos hipotecarios no son suficientes para crecer.

¿Sostenible?

Sin embargo, no está claro que pudiera ser concebible el retorno a un sendero de crecimiento permanente sin una significativa reactivación de la construcción residencial y no residencial. La acumulación de capital también muestra signos de recuperación.

Los indicadores anticipados de varias consultoras privadas tienden a confirmar que la actividad económica habría cerrado con los mejores indicadores desde el inicio de la actual administración

Aun así, no es claro que se pueda consolidar un crecimiento a tasas superiores al 3% anual si la inversión bruta fija total (no sólo en “ladrillos”) no se aproxima (al menos) al 18%19% del PIB. Si como prevé el proyecto de Ley de Presupuesto 2018, la inversión llegaría al menos al 17% el próximo año, es factible un crecimiento de al menos 3% del PIB. El pronóstico oficial es de 3,5%, no imposible, pero que exigirá inversiones públicas y privadas bastante mayores a lo que se viene observando en lo que va de este año.

Ojo con el rojo

Si algo está claro, es que no habría por qué esperar sorpresas fiscales y monetarias. Sin embargo, para crecer con cierta estabilidad nominal, también se requiere que el Estado ajuste sus gastos quizá más que lo previsto en este proyecto de Ley de Presupuesto. Caso contrario, las necesidades de financiamiento para el año que viene quizás excedan los U$S 30.000 millones. En ese caso, la acumulación de intereses de la deuda, con una dinámica ya permanente de deterioro de las cuentas externas y fiscales podrían enfriar parte del optimismo actual.

No está claro que pudiera ser concebible el retorno a un sendero de crecimiento permanente sin una significativa reactivación de la construcción residencial y no residencial. La acumulación de capital también muestra signos de recuperación

Sobre este punto, hay una creciente coincidencia en que 2017 termina con un déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos superior a los U$S 27.000 millones, aproximándose al 4% del PIB. Cifra que enciende no pocas luces amarillas, dadas las experiencias pasadas de déficit gemelos (en las cuentas externas y en las cuentas fiscales). Las necesidades del Fisco se financian básicamente con fondos externos, y ese endeudamiento explica la persistente presión bajista (vendedora) en el mercado de cambios, pero también un exceso de demanda interna impulsado todavía más por el consumo público y privado que por la inversión productiva.

Después del 22-0

¿Habrá incentivo a modificar esta dinámica después de las elecciones? La experiencia sugiere que no. Mucho se habla sobre el proyecto de reforma tributaria y de cambios en el régimen laboral y el previsional. Por lo que se observa en la información periodística de los últimos días, no habrá por qué esperar profundas reformas estructurales. El núcleo del “ajuste” se limitaría a la reducción de subsidios a empresas y cierto recorte de transferencia a provincias, junto a un aumento permanente del gasto en obras públicas y del gasto social.

“Billete” bajo

¿Podría entonces consolidarse una senda de crecimiento sostenido sin un aumento del tipo de cambio real? Una rebaja de la presión fiscal es imposible sin una fuerte baja del gasto público. Sin novedades por ese lado, la esperanza para el año próximo vendrá dada por una expansión de los programas de participación público-privada. Del sector externo mucho no se puede esperar. Nadie prevé una explosiva demanda de commodities, aunque la depreciación del dólar respecto de otras monedas no deja de ser un abuena noticia. Una inflación y tipo de cambio estable son un buen impulso para la competitividad respecto de países cuyas monedas se aprecian respecto del dólar. Sin embargo, es quizá prematuro saber si esto continuará por mucho tiempo. Donald Trump desde el inicio de su gestión se ha pronunciado en contra de un dólar extremadamente apreciado.

Mucho se habla sobre el proyecto de reforma tributaria y de cambios en el régimen laboral y el previsional. Por lo que se observa en la información periodística de los últimos días, no habrá por qué esperar profundas reformas estructurales

Ahora bien, si la “normalización” de la política monetaria (léase, progresivo abandono del expansionismo possubprime) se cumple a rajatabla, esta dinámica favorable para nuestro país se podría empezar a revertir a más tardar a principios de 2019. Y esperemos que no afloje la demanda de Brasil, China y la India?

Brotes y luces

Conclusión: la coyuntura empezó a revertir expectativas de manera favorable, y la reacción positiva de la actividad y el empleo es un hecho. El oficialismo llega a las elecciones en el mejor de los mundos. Sin embargo, los déficit gemelos (fiscal y externo), el atraso cambiario, el persistente endeudamiento externo, y los ajustes pendientes en tarifas públicas, pueden dificultar el retorno a un sendero de crecimiento sostenido, con estabilidad y mayor competitividad. Las experiencias propias y de otros países tornan inevitable la evaluación de la oportunidad y conveniencia de reformas estructurales. Las restricciones políticas, sin embargo, sugieren que no habrá grandes novedades en esos frentes, al menos hasta diciembre de 2019.

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