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Ideas para subirse al mundo

Uno de los paneles de ayer tuvo como expositores a Roberto Bisang (UBA), Martín Tetaz (UNLP) y Javier Finkman (HSBC Argentina), se abocó a la integración

13 octubre de 2017

Argentina es una economía cerrada. Lo muestran diversas variables. Exporta e importa poco. Su participación en el comercio global es ínfima y, además, su canasta exportadora está concentrada en pocos destinos, productos y players. Como si se resistiera, y vaya si lo hizo, a integrarse a un mundo cada vez más globalizado e integrada. Como si le diera la espalda y apostara a vivir con lo suyo propio, a lo mercantilista. Cambiar eso, lógicamente, no será cuestión de tocar botones o legalizar por DNU la apertura sino ir cambiando un chip, más cultural, sobre los beneficios (y riesgos, claro) que entraña la integración, un camino que el Gobierno de Cambiemos quiere y fuerza para recorrer. “Para producir heladeras argentinas necesitamos importar desde Corea las máquinas para hacerlas”, ejemplificó, ayer, Marcos Peña.

Uno de los paneles de ayer por la mañana, que contó con la presencia de Roberto Bisang (UBA), Martín Tetaz (UNLP) y Javier Finkman (HSBC Argentina), se abocó a eso. “El desafío de subirNOS al mundo”, fue el lema general de las ponencias.

Arrancó Finkman, señalando que “subirse al mundo no es fácil y es un éxito de pocos”. En rigor, son muy pocos dedos los países que han pegado el brinco hacia el desarrollo o, cuanto menos, han emprendido procesos de crecimiento acelerado: China, Corea del Sur, India, Indonensia, Polonia y Tailandia.

Según Finkman, estamos en una postransición, dejando atrás el proceso de desactivar la bomba económica, heredada del kirchnerismo, sin que explote. Sin embargo, advirtió, luego de una etapa de reformas e hitos rápidos, el ritmo de reformas se volvió más lento.

Aun así, ese ritmo parece ser adecuado, cuanto menos para la sociedad. “Las elecciones le dieron alguna razón al Gobierno, así como el segundo semestre tardío”, dijo.

Luego, a la hora de pensar en la integración, Finkman aludió sobre un tema que, si no es todo, casi: el dólar. “Tenemos un dólar barato y, si bien no es la única que cuestión que importa, es importante”, dijo Finkman. Quizás, una de las pocas críticas (o advertencias) que se escuchó, hasta ahora, en el 53º Coloquio de IDEA. Prueba de eso, dijo, es que “la cuenta corriente se está deteriorando, y rápido”.

Sobre una de las polémicas de los últimos días, acicateada por “Mingo” Cavallo y Cristina Kirchner, Finkman dijo: “No puedo estar más en desacuerdo con comparar esto con los '90”. Las diferencias, dijo, son tres: la red de protección social y no usar el empleo como variables de ajuste; el hecho de que los '90 fueron un programa shock “y esto es gradualismo” y, además, tampoco hay descalce de monedas, y eso hace el país más resiliente a una eventual devaluación y, por último, lo más importante: la flotación cambiaria, diferencia nítida con el tipo de cambio fijo que impuso la convertibilidad.

Sin embargo, hubo advertencias. “Hoy usamos mucho ahorro externo en forma de deuda y poco en forma de Inversión Extranjera Directa (IED)”, dijo Finkman y lo graficó diciendo que  recibimos 10% de la IED que recibe Brasil, “y eso nos hace más vulnerables a cambios en el humor internacional”.

La solución para el dólar, sin embargo, no es fácil. Hacerlo que suba, dijo Finkman, implica comprar más reservas (algo que el BCRA dijo que iba a hacer), pero eso implica más necesidades de esterilización, es decir, emitir pesos para comprar esos “billetes”.

Evitar que el dólar barato conduzca a mayores problemas, dijo Finkman, implica trabajar sobre temas como la productividad y la inversión de ganancias.

A su turno, Tetaz pidió reflexionar y lanzó, para el público, una serie de preguntas. “Pensemos todos como viene el mundo en los próximos veinte años”, dijo. ¿Cómo va a ser la creación de valor en la economía de los próximos veinte años? ¿Cómo va a ser la estructura de derechos de propiedad en el nuevo capitalismo? ¿Qué impacto producirá la descentralización de la producción con las impresoras 3D? ¿Cómo van a ser las relaciones laborales y el empleo en la disrupción? ¿Cómo se van a estructurar las ciudades? ¿Cómo se van a hacer las transacciones cuando el Estado pierda el monopolio del dinero? ¿Qué impacto distributivo va a tener la nueva economía? ¿Cuál es el límite ecológico de la disrupción y con que vivirán los países que viven del petróleo? Y, por último, ¿se viene el fin del homo sapiens y viene el reemplazo por la inteligencia artificial?

Para finalizar, Bisang dijo que “para que Argentina crezca a tasas inclusivas, no puede quedar afuera del mundo y, si queremos cambiar la forma de insertarnos, hay que cambiar la estructura productiva, “y no sólo el tipo de cambio”.

Hay que sumarse a las cadenas globales de valor porque las partes y piezas ganan ponderación en el comercio global, dijo. “Ese nuevo mundo es un blanco móvil”, agregó, aludiendo a los cambios acelerados y sugirió, más que ser el granero o supermercado del mundo, ser la biofábrica global porque “el agro dejo se ser sinónimo solo de alimentos”. El desafío, concluyó, es ingresar a la autopista mundial.

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