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Educación e inclusión financiera

Frente al proceso de inclusión financiera impulsado por la nueva gestión, hay que fomentar programas de alfabetización financiera y, además, debemos evaluar a nuestros jóvenes en la materia

05 junio de 2017

Por Ignacio E. Carballo Universidad Autónoma de Madrid, UBA, UCA y CITRA-CONICET

Como es sabido, la prueba del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) es una de las evaluaciones educativas más prestigiosas y rigurosas a nivel internacional. La misma busca medir el rendimiento escolar en jóvenes de quince años entre diferentes ciudades y naciones de todo el mundo. El pasado 24 de mayo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer los resultados de las pruebas PISA sobre alfabetización financiera.

Se trata del Volumen IV de la prueba PISA tradicional, y busca explorar los conocimientos y habilidades de los adolescentes en materia de dinero y finanzas personales. Su fin es brindar una visión integral sobre la capacidad de los jóvenes para aplicar sus habilidades a situaciones de la vida real en torno a diversos asuntos y decisiones financieras. Así, permite conocer actitudes y comportamientos en los estudiantes frente al gasto y al ahorro, sobre el manejo de cuentas bancarias y tarjetas de débito, a la vez de nociones más complejas como la comprensión de los impuestos, las tasas de interés de un préstamo o un plan de pago.

La educación financiera es una habilidad vital y esencial, reconocida internacionalmente como condición necesaria para lograr una real inclusión financiera y, consecuentemente, un desarrollo económico sostenible con mayor igualdad igualdad de oportunidades. En palabras de la OCDE, la educación financiera establece las bases mínimas para muchas decisiones importantes que enfrentan todos los ciudadanos durante de sus vidas, ya sea evaluando un contrato de trabajo, comprando un primer hogar, o más tarde, administrando los ahorros de su jubilación. Como lo demuestra el informe del G20-OCDE/INFE, la alfabetización financiera también es fundamental para gestionar las oportunidades y los riesgos de la rápida digitalización, que ha puesto los servicios financieros al alcance de gran parte de la población.

Malas noticias y desafíos

Los resultados presentados semanas atrás corresponden al sondeo realizado sobre 48.000 estudiantes de 15 países miembros del grupo en todo el mundo (sólo tres de América Latina), y han reflejado una triste realidad. Según la prueba, 22% de los estudiantes es incapaz de tomar decisiones financieras básicas sobre el ahorro y el manejo del gasto diario. Sólo el 10% pudo entender problemas más complejos de finanzas personales, como el impuesto sobre la renta, y menos de uno de cada tres (31%) presentó las habilidades necesarias para manejar una cuenta bancaria.

Para peor, este bajo nivel de alfabetización financiera se da en un contexto donde los ratios en torno al uso e interacción de los jóvenes con el dinero fueron elevados. Según se informó, alrededor del 59% de los estudiantes recibe dinero de una asignación o estipendio que debe administrar. Más aún, y aportando una cuota de mayor relevancia a la alfabetización financiera, el 64% de los adolescentes informó administrar dinero obtenido de alguna actividad formal o informal, como tener un empleo fuera del horario escolar, trabajar en el negocio familiar o realizar trabajos informales de manera ocasional.

Un tercer dato de importancia, es que las pruebas validaron también la brecha socioeconómica en términos de educación financiera. Así, los adolescentes con un entorno familiar socio-económicamente más favorable obtuvieron mejores resultados. Frente a esto, la OCDE destacó que el fuerte vínculo entre el estatus socio-económico familiar y el desempeño en las pruebas podría deberse a que el apoyo de los padres no es suficiente, motivo por el cual las instituciones educativas tienen ineludiblemente un papel protagónico que desempeñar para garantizar la igualdad de oportunidades.

Por último, cabe mencionar, a su vez, que de los quince países presentados, los tres referentes latinoamericanos (Chile, Perú y Brasil) obtuvieron los últimos lugares en el ranking de alfabetización financiera. Por su parte, China lo lideró con los estudiantes mejor formados en el tema. No parece casual, como señala el informe, pues el sistema educativo chino incluye desde los '90 una materia obligatoria sobre administración financiera en escuelas primarias y secundarias.

Reflexiones argentinas

En diciembre del año pasado la OCDE adoptaba la decisión de excluir a la Argentina del ranking de las pruebas PISA. De acuerdo a sus autoridades, nuestro país habría sido eliminado por cuestionamientos técnicos sobre la metodología empleada en sonidos anteriores. Más específicamente, se habrían modificado arbitrariamente los lugares donde se tomaron los exámenes (excluyendo escuelas con bajo rendimiento histórico) para alterar los resultados, forzando una mejor ubicación en los rankings pero perjudicando así la representatividad de la muestra.

Cualquiera haya sido el motivo, en marzo del presente conocimos el relevamiento local sustituto a las pruebas PISA, las Pruebas Aprender que fueron realizadas durante 2016 en casi 31.000 escuelas de todo el país (tanto públicas como privadas). Como era de esperar, los resultados de Aprender sacaron a la luz la extrema fragilidad de la calidad educativa en Argentina. Las dimensiones evaluadas fueron los conocimientos y habilidades en lengua, matemática, ciencias sociales y naturales.

Ahora bien, un dato fundamental informado por la OCDE al presentar sus resultados, fue la relación entre el buen desempeño en las pruebas de alfabetización financiera y el rendimiento en la evaluación tradicional de PISA (lectura y matemática). El informe denotó que si bien una base sólida en matemáticas y lectura es crítica para la alfabetización financiera, no es suficiente. Los datos revelan que hay muchas características y particularidades que le son únicas a la educación financiera y que representarían alrededor del 38% de la puntuación.

Por lo dicho, y de cara al proceso vigente de inclusión financiera impulsado por la nueva gestión en nuestro país, el corolario obligado a extraer es doble. Por un lado, que existen claros argumentos para fomentar programas de alfabetización financiera específicos en los jóvenes. Esto es, ya sea mediante contenido concreto y obligado en los programas escolares o en paralelo a estos. Por otro lado, que indefectiblemente debemos evaluar a nuestros jóvenes en esta materia, al margen de las dimensiones relevadas en Aprender y en paralelo a las pruebas tradicionales de lectura y matemática de PISA.

Como venimos sosteniendo, puesto que la inclusión financiera es un ecosistema donde oferta, demanda y marco regulatorio interactúan con igual relevancia, es condición necesaria que el sector público oriente sus esfuerzos de manera integral y decidida en cada una de estas tres dimensiones.

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