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Estalló el verano (y los precios)

02 febrero de 2017

El BCRA mantuvo la tasa de referencia por novena semana consecutiva. El banco alega ver “señales mixtas” respecto a la evolución de los precios. El eufemismo refleja cierta preocupación por una desinflación que redujo el ritmo y que enfrenta desafíos importantes en un año clave para Cambiemos. El incremento en los precios regulados puede terminar afectando unas expectativas algo desancladas justo en un período crucial para la formación de precios, como lo son los meses en los que se define el grueso de las negociaciones salariales.

Veníamos bien?

La desaceleración inflacionaria se estaba consolidando y llegaron los ajustes tarifarios. La primera mitad del 2016 registró una inflación mensual próxima al 4% promedio, que cayó al 1,5% mensual en la segunda parte del año. Si bien los datos del Indec (los que sigue el BCRA) terminaron por debajo de ese porcentaje, la inflación núcleo se mantuvo estable en 1,7% mensual durante todo el segundo semestre. Eso generó alerta en la autoridad monetaria, incrementada por un arranque de año algo más complicado de lo anticipado. Enero habría cerrado con una inflación más cerca del 1,8% mensual. Y la dinámica de los precios regulados no ayudará al BCRA en su tarea. En efecto, el ministro de Energía anunció que la tarifa de electricidad aumentará 60-148% entre febrero y marzo.

El calendario no aflojará después de un primer trimestre que promete levantar temperatura. Por caso, habrá aumentos en la tarifa de gas (abril y octubre) y otra tanda de ajustes en el costo de la electricidad (noviembre), a lo cual se suman los previsibles incrementos en medicina prepaga y educación, por dar dos ejemplos. Por otra parte, a partir de marzo comienza el grueso de las paritarias. Esta ronda de negociaciones promete ser clave, dado que su resultado puede empujar unas expectativas que se resisten a bajar y alterar la tendencia de la inflación de forma sustancial.

¿Y el BCRA?

El BCRA parece estar en una situación incómoda. Asumiendo una inflación de 7,6% para el primer cuatrimestre (1,8% mensual en enero, 1,9% en febrero, 1,8% en marzo y 1,9% en abril), los precios al consumidor deberían aumentar un promedio de 1% por mes para alcanzar la meta oficial (17%). En otras palabras, dado el impacto esperado del encarecimiento de la electricidad y el gas en el AMBA, la meta está comprometida.

No casualmente, las expectativas de inflación (REM y UTDT) siguen dentro del rango 20-25% anual y con riesgos al alza (las del REM aumentaron en el último mes). Ello explica por qué el BCRA viene sosteniendo la tasa de interés. Si las expectativas sienten el golpe de los precios regulados hasta habría argumentos para esperar un incremento en la tasa de referencia, aunque creemos que ello no va a ocurrir.

Subir la tasa en un contexto de incipiente recuperación económica y con el proceso electoral en ciernes sería un verdadero tiro en el pie para el Gobierno. El BCRA goza de mayor independencia que años atrás, pero tampoco tanta como para “cortarse solo”.

Costos y calendario

¿Tan problemático sería errarle a la meta de inflación? Está claro que el Gobierno pagaría ciertos costos, sobre todo de credibilidad. De todas formas, hay atenuantes. Siempre se mencionó que las metas eran ambiciosas (tal vez demasiado) dado el fuerte componente inercial de la inflación y la necesidad de implementar modificaciones profundas en los precios relativos (tipo de cambio y tarifas).

De todos modos, el partido recién comienza. La primera línea de defensa serán las paritarias del sector público, que operarán como caso testigo. Cuanto más cerca del 17% estén los aumentos, más fácil será cumplir con la meta. Aunque, en contrapartida, habrá menor impulso al consumo si precios y salarios suben de forma pareja. Si ello no sucede, el Gobierno todavía cuenta con algunas “jugadas preparadas”.

El as

Aunque creemos que la probabilidad es baja, la obligación de diferenciar los precios de contado de los pagados en cuotas, podría generar una baja de los primeros, lo cual sería captado por el IPC. El otro “as bajo la manga” es el lanzamiento del IPC Nacional. Si el Indec publica este nuevo índice con mayor amplitud geográfica, el BCRA lo tomará como referencia para su política monetaria. Dado que los aumentos esperados en los precios regulados serán mayores en el AMBA que en el resto del país, esto colaboraría con el objetivo de alcanzar una inflación más baja.

En el peor de los escenarios, la inflación finalizará en el rango de 20-25% anual. Aun errando la meta, la inflación podría terminar casi 20 puntos por debajo de la de 2016. No es poca cosa. Aunque todavía habrá un largo camino por recorrer hasta llegar a la tierra prometida de la inflación baja y estable. Para ello hará falta una política fiscal consistente con la monetaria y, por qué no, hacerle lugar a la política de ingresos. En pocas palabras, más coordinación. Para eso está el equipo, ¿no?

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