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La economía debe crecer, y luego seguir creciendo

16 diciembre de 2016

En términos netos, la economía argentina está virtualmente estancada desde hace cinco años (y, además, con una de las tasas de inflación más altas del mundo, un problema cada vez más exótico en el planeta). Y si nos animamos a abrir la serie histórica un poco más, también veremos que la economía argentina ha crecido poco en las últimas décadas y estuvo más de 30% de los últimos cien años en recesión.

Hubo, desde ya, años de crecimiento (e incluso a “tasas chinas”) y quedó demostrado que si se hacen las cosas más o menos bien (o la soja vale US$ 600 por tonelada), podemos crecer. Pero somos precoces, y también tenemos enormes y costosas caídas. Por eso, nuestra participación en el PIB global es cada vez menor y nuestros competidores se alejan. El problema, por ende, no es nuevo.

Modelo se busca

Hecha la introducción, la conclusión es obvia: Argentina necesita volver a crecer y dar ese primer paso, sin duda, pero también debe poder generar un modelo sustentable (social, política y económicamente) que anime a los inversores, tanto locales como foráneos, a hundir más capital y tomar más riesgo; a los ahorristas a dejar su dinero en los bancos así el sistema fondea a más largo plazo y los jóvenes piensan en pensar proyectos de vida en el país y saben que habrá un mejor futuro si se toman las decisiones correctas. Hay que crecer, pero no a cualquier costo. Está probado que, a la larga (y así es como hay que pensar, y no solo en la próxima elección), es mejor crecer menos cada año si ese crecimiento se mantiene en el tiempo.

¿Qué nos deparará 2017? Crecimiento, en principio, aunque las proyecciones se han tornado algo más sombrías porque los brotes verdes nunca llegaron en el segundo semestre y el contexto internacional se complicó un poco. Aun así, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que compila mensualmente el BCRA, la economía crecería 3% en 2017. Casi nadie, ni siquiera el más acérrimo opositor, avizora una nueva caída del PIB en 2017. Un dato positivo adicional es que, en 2018 y 2019, la economía crecería 3,3% y 3,5%, respectivamente. Pero, para eso, aún falta mucho y aun no queda claro que así sea. Asimismo, la inflación bajará casi 20 puntos y, además, se estabilizará, es decir, las variaciones mensuales serán más acotadas. El REM espera una suba de precios de 19,5% para 2017.

Hacia adelante

Dada la caída de 2016, algunos sectores sólo recuperarán los niveles de venta y producción y varios siquiera volverán a sus picos de los últimos años cuando toda la política económica estaba abocada a apuntalar el consumo privado a cualquier costo. Eso poner algunas dudas sobre el derrame del crecimiento. ¿Habrá un aumento importante del empleo o las empresas abastecerán la mayor demanda con sus plantillas actuales hasta que pisen terreno más firme? Hay pocos sectores que tendrán un crecimiento genuino. Uno de ellos es el campo, que podría tener una mega cosecha de 130 millones de toneladas.

Para otear que vendrá luego del 2017 (el mundo no se acabará el año próximo), la clave será la inversión. Hoy, se invierte muy poco (menos de 20% del PIB, apenas para amortizar el capital) y, si eso no cambia, el crecimiento futuro estará atado a eventuales tirones de demanda (o efectos de una única vez, como el blanqueo) que se eclipsen pronto.

Acabado el “recurso” del empleo público para absorber el desempleo, será la inversión (y, esencialmente, la privada) la que aumente genuinamente el empleo (y, con él, el consumo privado, que explica 70% del PIB) y la oferta agregada de la economía que permite evitar los cuellos de botella.

Garantizar demanda, rentabilidad y reglas más o menos estables es requisito necesario para que eso ocurra. Las oportunidades, como sabemos y escuchamos todos los días, son muy interesantes en varios sectores, como el energético o la infraestructura. Está todo por hacerse. Esos sectores tienen, además, el doble efecto de mover la economía y solucionar problemas sectoriales que son un lastre para ese crecimiento pues hoy importamos energía y los costos logísticos, máxime en el octavo país más grande del mundo, nos restan competitividad. Asimismo, son precondiciones para empezar a pensar en exportar en serio: hoy se exporta poco, exportan pocos players y la canasta está lejos de ser diversa.

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