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“El Gobierno necesita ganar en los distritos claves”

29 diciembre de 2016

Entrevista a Ricardo Rouvier, Consultor político y sociólogo

“La opinión pública se orientó mayoritariamente al cambio. Esa mayoría quería terminar con la etapa anterior. Y todavía le pasa eso”, señala Ricardo Rouvier, sociólogo y consultor político, sobre el comportamiento de la opinión pública durante el primer año de gobierno de Cambiemos. Esa expectativa fue disminuyendo, agrega Rouvier, pero sin que se haya disuelto la “cuota de crédito” depositada en el Presidente. Aunque advierte sobre el impacto posible de la situación económica en un año electoral. “María Eugenia Vidal será la principal herramienta comunicacional de la campaña próxima; y, tal vez, la carta guardada para 2019”, señala en esta entrevista con El Economista. Y agrega: “En el caso de una derrota electoral, no va a significar que haya una crisis de gobernabilidad de Macri, pero sí que acentuará algo que lo acompaña desde el principio, que es una estructura política nacional débil”.

Además, el director de Ricardo Rouvier & Asociados traza un cuadro de situación de la oposición (“dividida” e “ideal para el oficialismo”) y se detiene a analizar el presente del peronismo. “Cristina Kirchner tiene su caudal de votos que la consagran como una buena candidata en el distrito bonaerense; pero no conduce al conjunto del peronismo”, señala. No obstante, los sectores que cuestionan su liderazgo “no tienen un candidato de la fortaleza de la expresidenta”. Por último, da por descontado que el Frente Renovador dejará de lado “su propia ambigüedad” y “pasará a posiciones más opositoras” durante el año próximo.

¿Qué balance hace de este primer año de gestión de Mauricio Macri? ¿Qué aspectos positivos y negativos destacaría?

El primer año del Gobierno se caracterizó por un asentamiento y adaptación en el arte de gobernar que tuvo sus altibajos. Mostró inexperiencia en varios aspectos: hubo avances y retrocesos. Fue un año en que se privilegió más el navegar que el destino del viaje. Es indudable que el Gobierno gobierna según las condiciones de navegación, y como es la profundidad de su visión. El corazón es liberal, pero se condujo en un desfiladero (que no supone caída al abismo) entre la ortodoxia y la presión social proveniente de las conquistas sociales. Lo positivo fue la capacidad de diálogo y la actividad parlamentaria. Es decir, que el eje económico no es de pureza liberal y mantiene algunos rasgos populistas, pero sí es más liberal en lo político. El acuerdo de los holdouts, el fin del cepo y la normalización del INDEC eran cuestiones de Estado que superaban el resultado electoral, y esto el Gobierno lo hizo. No obstante que este Gobierno tiene un perfil ideológico muy distinto al kirchnerismo, también centralizó la decisión en una sola persona por encima del equipo o el gabinete.

¿Cuánto cambió la percepción de la opinión pública durante este año en términos de preocupaciones y valoraciones de dirigentes políticos?

La opinión pública se orientó mayoritariamente al cambio. El cambio era Mauricio Macri; y, en menor medida, también Daniel Scioli. La mayoría quería terminar con la etapa anterior. Todavía le pasa eso. Y recibió a Macri con 70% de popularidad, que luego tuvo dos caídas: una por un ajuste lógico, al pasar varias semanas, para ubicarse en proporciones más razonables; y, luego, por el inmediato efecto en la sociedad del incremento del ritmo inflacionario. Fue cayendo la popularidad y fueron cayendo las expectativas. Esta caída no disolvió una cuota de crédito que se mantiene sobre la figura presidencial. Sobre esa cuota la realidad socioeconómica de 2017 pivoteará para aumentar o disminuir, balanceándose sobre la intención de voto próxima.

¿Cómo definiría el esquema de gobernabilidad que mostró Cambiemos? ¿Cómo cree que será en 2017?

Es un esquema centralizado en el Ejecutivo; dialoguista y negociador en el Legislativo (el oficialismo no tiene quórum propio y, posiblemente, después de las elecciones, tampoco lo tenga). Tiene un gabinete enorme, excesivo en mi opinión, con secretarías y ministerios sobre los que no se sabe qué hacen o que están haciendo. O sea, que se mantiene un esquema de decisión en una sola persona. Esto significa que los premios y castigos de la opinión pública recaen en Mauricio Macri.

¿Qué tipo de oposición tuvo Cambiemos hasta aquí? ¿Qué actores quedaron mejor posiciones de cara a las elecciones de medio término?

Una oposición ideal para un oficialismo; una oposición dividida. La puesta en marcha de la resistencia por parte del kirchnerismo duro fue funcional al Gobierno que quería separar bien las veredas. Hubo, por propia implosión del peronismo, decisiones de negociación o de acuerdo por parte de sectores del justicialismo y por parte de la CGT y algunos movimientos sociales. La posición, si bien no se manifestó explícitamente, se transmitió en hechos, y se tradujo en “queremos estar lejos de la confrontación kirchnerista y aceptamos el resultado electoral”. El Frente Renovador con Sergio Massa a la cabeza adoptó una posición que llamaríamos de “apoyo crítico” a Cambiemos; por supuesto que este camino del medio tiene sus riesgos, por su propia ambigüedad. Pero a medida que nos acerquemos a las elecciones el FR pasará a posiciones más opositoras. Cristina Fernández de Kirchner tiene su caudal de votos que la consagran como una buena candidata en el distrito bonaerense; pero no conduce al conjunto del peronismo. Massa va a ser otro protagonista, también Margarita Stolbizer, que ha crecido en imagen. Esta es una elección distrital, por eso habrá que ver distrito por distrito cuando estén definidos los candidatos.

¿Qué supone que hará Cristina y qué puede pasar con el peronismo?

Lo más seguro es que Cristina va a esperar y jugar políticamente con la espera. Es indudable que existe un peronismo disperso en varias unidades de representación: Grupo Fénix, Grupo Esmeralda, PJ, Intendentes, gremios, etcétera; que no tienen un candidato de la fortaleza de la expresidenta. En la espera se mueven Florencio Randazzo, Daniel Scioli, Felipe Solá, Julián Domínguez y no muchos más. Sí podemos anticipar que hoy Cristina no tiene el poder de la lapicera para el interior del país, como lo tuvo desde el gobierno. Su influencia puede llegar a la provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires y Santa Cruz. Pero también esto está en disputa. En el PJ bonaerense aceptarían su candidatura, pero no la confección de las listas nacionales y provinciales. A fin de marzo tendremos más claro en escenario preelectoral.

Para consolidar su proyecto, se sostiene, Cambiemos tiene que vencer en la provincia de Buenos Aires, madre de todas las batallas como suele decirse. ¿Comparte?

No tengo duda lo que significa siempre un triunfo electoral, para ordenar el escenario político a futuro. El Gobierno necesita ganar en algunos distritos claves. Obviamente, el primero es la provincia. Probablemente, su éxito en el distrito porteño no corre peligro. Pero, además, hay que ver qué pasa en Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Esto marcará el lapso de gobernabilidad que medie hasta la renovación presidencial. Se descuenta que la gobernadora María Eugenia Vidal será la herramienta comunicacional principal de la campaña próxima; y, tal vez, la carta guardada para 2019. En el caso de una derrota electoral, no va a significar que haya una crisis de gobernabilidad de Macri, pero sí que acentuará algo que lo acompaña desde el principio, que es una estructura política nacional débil. En la construcción de mayorías no solo está empeñado el peronismo; sino también Cambiemos.

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