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Donald Trump es sinónimo de menos dólares para Argentina

22 noviembre de 2016

por Nery Persichini (*)

La victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos desató una ola de incertidumbre como pocas veces habíamos visto. Tras conocerse los resultados del supermartes, pasamos del pánico (futuros de Bolsas pulverizándose) a la moderación (recuperación de los índices) para luego volver a caer en el caos, especialmente en emergentes.

Por eso, “¿cómo repercute el triunfo del magnate republicano en nuestro país)” es una pregunta que tarde o temprano todo inversor argentino debería hacerse. La respuesta es vital para tener un norte en materia de estrategia de inversión.

En función de esto, el “efecto Trump” podríamos pensarlo como shocks provenientes de dos fuentes externas. Uno es el canal comercial y, el otro, el canal financiero. Ambos afectan los flujos de dólares hacia Argentina.

Las promeses proteccionistas de Trump nos afectan indirectamente ¿Asistiremos a un cambio sustancial en la relación comercial entre Argentina y EE.UU.?

Los resultados generales invitan a pensar que no. Solamente el 7% de las exportaciones argentinas tiene como destino EE.UU. Pero el resultado comercial (exportaciones menos importaciones) es negativo para nuestro país. Es decir, le compramos más de lo que le vendemos. En 2015, el déficit comercial con EE.UU. fue de US$ 4.500 millones.

Si miramos un poco más en detalle, hay economías regionales que podrían resentirse debido a la importancia del mercado norteamericano dentro de sus ventas al exterior (ente 30% y 50%). Tales son los casos de las exportaciones de arándanos, té, productos olivícolas y vinos. También podrían ser afectadas las exportaciones de dos sectores que este año hicieron avances para ingresar al mercado estadounidense: cítricos y carnes.

Más allá de este panorama específico, creemos que el mayor impacto negativo de las políticas proteccionistas de Trump lo veremos de forma indirecta a través de un deterioro con el comercio con China. Es que la plataforma del Presidente electo tiene una marcada impronta de confrontación contra el país asiático, dentro de la cual sobresalen las promesas de acusar a China de “manipulador de divisas” y de no cumplir con las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Si volcamos la mirada hacia los números que describen la relación comercial entre las dos potencias, vemos que los bienes de origen chino representan el 23,4% de lo que Estados Unidos le compra al mundo. A su vez, las compras de EE.UU. constituyen el 21,1% del total que exporta China.

Estas cifras hablan de la importancia del comercio entre ambos países. Pero además, es fundamental apreciar quién es el ganador de la relación tal como está hoy? Por supuesto, China vende más a Estados Unidos que lo que éste le vende, y acumula así grandes superávit comerciales. En 2015, el Gigante asiático logró un superávit récord con EE.UU. por más de US$ 367.000 millones.

Este dato comercial también representa un motor para la economía de China y, por transición, del mundo. Las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones) son un componente del PIB de los países. Si pensamos que Estados Unidos va a poner palos en la rueda para influir sobre su déficit comercial con China, esto tendrá repercusiones en la marcha de la economía asiática.

Y como China es uno de los principales socios comerciales de Argentina allí (colocamos el 10% de lo que vendemos al exterior), la principal amenaza para nosotros sería que China nos comprara menos. Es decir, un menor ritmo de exportaciones locales (especialmente en el complejo sojero, cereales y granos) y, consecuentemente, una menor llegada de dólares desde el comercio exterior.

Fly to quality y mayor costo de financiamiento para la nueva deuda.

Si el canal comercial lo pensamos como una calle por la cual circulan las mercancías y se efectúan las transacciones, el financiero es una autopista de altísima velocidad en la cual los efectos son inmediatos. Estas repercusiones instantáneas son las que brotaron desde el 8 de noviembre.

Los mercados se alborotaron y comenzaron a recalcular expectativas acerca de un mundo menos dinámico, más proteccionista y más centrado en Estados Unidos. Como correlato, se dio un fenómeno de manual de economía: el vuelo hacia la calidad o fly to quality.

El “fly to quality” es una reversión de capitales desde los mercados emergentes hacia los desarrollados. Se suele dar cuando la incertidumbre global aumenta y se dispara la percepción de riesgo. Ante esto, los inversores venden sus activos en economías riesgosas y los mueven hacia instrumentos más seguros.

Como contrapartida, en las últimas semanas vimos derretirse tanto las Bolsas emergentes como las de Brasil y México así como los precios de los bonos de estos mercados. El efecto inmediato producido por la sangría de capitales fue una mayor presión devaluatoria o una mayor pérdida de reservas en estos países, según el esquema cambiario imperante.

Argentina no fue la excepción. En pocas jornadas, el tipo de cambio trepó de $ 15,20 a $ 15,80, un nivel que no veíamos desde la escalada de febrero de 2016 (cuando el BCRA había bajado muy rápidamente la tasa local de referencia).

Además de las tensiones mencionadas, la ola Trump está generando otro efecto pernicioso para nuestra economía: está haciendo que suba el costo del financiamiento.

Las promesas de corte populista de Trump que involucran aumentar el gasto público y reducir impuestos hicieron que los inversores especularan con un mayor déficit fiscal en Estados Unidos. Y como la deuda está en niveles récord, la válvula de escape que el mercado encuentra es una mayor probabilidad de emisión monetaria y, por lo tanto, de inflación.

Ante este mayor riesgo de crédito, los grandes inversores salieron a vender bonos del Tesoro de Estados Unidos, haciendo que sus precios bajaran y que las tasas escalaran (ver gráfico). Como estos títulos son considerados los activos libres de riesgo del mundo, el nivel mínimo de riesgo global tuvo un salto.

En dos semanas, la tasa (libre de riesgo) de los bonos de EE.UU. a diez años trepó desde 1,80% a 2,36%. Y en Argentina, el coletazo se sintió a través de mayores rendimientos de los títulos públicos. Por ejemplo, el bono a diez años en dólares de Argentina (Bonar 2026: AA26) tenía un rendimiento de 6% el día antes de la elección en EE.UU. Quince días más tarde, esa tasa sería de 7%. Esto quiere decir que si Argentina tuviera que salir a tomar nueva deuda, el mercado le exigiría un rendimiento mayor.

Este tipo de cuestiones son de vital relevancia para el Gobierno ya que el financiamiento externo ha sido la vía elegida para sostener el gradualismo en 2016 y 2017. Precisamente, el año que viene será necesario tomar deuda por US$ 40.000 millones y, por la mayor incertidumbre, será a un costo mayor.

En resumen, el “efecto Trump” llega a Argentina por dos canales: el comercial y el financiero. En el canal comercial directo, salvo en sectores muy puntuales, veremos un impacto moderado. Sin embargo, lo peor desde la vía comercial se daría de forma indirecta con un menor crecimiento de China y una menor demanda de productos argentinos.

Por el lado financiero, los efectos están siendo inmediatos. Los capitales están haciendo un “vuelo hacia la calidad” a activos más seguros y abandonando el mundo emergente. En paralelo, la tasa libre de riesgo del mundo está subiendo y, de esta forma, encarece el costo de financiamiento del Gobierno, provincias y empresas.

La conclusión es que los dólares no llegarán tan fácilmente a nuestro país. De ambos lados (comercial y financiero) aparecen presiones para que el billete verde en Argentina vuelva a tomar temperatura. Así que posicionarse en activos dollar-linked y hard-dollar de corto plazo parece ser la jugada más inteligente para los inversores locales.

(*) Economista de Inversor Global

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