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¿Peronismo para todos en el mundo desarrollado?

31 octubre de 2016

La economía global, y sobre todo aquellas más avanzadas, no está en un buen momento. Tanto así es, que dos economistas argentinos muy respetados (Pablo Gerchunoff y Ramiro Albrieu) sugieren que a las economías maduras les falta un poco de peronismo. Y ninguno de los dos es precisamente un “compañero”.

Más allá de la provocación (que, por ello, no es menos cierta), el reciente artículo que publicaron a cuatro manos en el interesante blog Alquimias Económicas abre un esclarecedor debate sobre lo que necesitan las economías centrales que, aun sin crisis, crecen poco y derraman aún menos entre los que menos tienen. Las clases medias pierden certezas laborales (e ingresos) y los políticos no saben qué hacer y, como señala la promisoria dupla, “las respuestas que se están ensayando en los países avanzados son tan variadas como experimentales y volátiles”. Y peligrosa, agregarían algunos.

Ese estancamiento que se siente el PIB y, sobre todo, en el ingreso disponible de los hogares menos favorecidos, hace que “en los países avanzados gana terreno la visión de que las cosas van mal y tienen que cambiar”. Trump, Brexit, Le Pen y otros se inscriben en ese desencanto.

Una sensación que gana predicamento mientras bajan los deciles. “En Estados Unidos, por ejemplo, los deciles uno y dos ?los más pobres? mantuvieron constante su ingreso real entre 1998 y 2008; en ese mismo período, tanto los ingresos reales de los deciles nueve y diez de ese país como los correspondientes a las clases medias y altas de Asia emergente se expandieron por encima del 30%”, señalan.

“Todo esto suena muy familiar visto desde Argentina. Las ideas contestatarias que se expanden en el norte avanzado comparten un aire de familia con el primer peronismo”, agregan. ¿Es ese primer peronismo un antecedente de lo que se está por vivir en el mundo avanzado o estamos exagerando? “El diagnóstico de situación es parecido”, dicen. El clamor popular pide más derrame (una división más homogénea de la torta), es nacionalista y antielitista. Los policymakers empiezan a sondear algunas herramientas nonsanctas para la literatura mainstream. Por ejemplo, emitir dinero para financiar una política expansiva que impulse los salarios de los de abajo. “En Estados Unidos, tanto Donald Trump como Hillary Clinton apoyan políticas de aumentos en el salario mínimo, mientras que en Europa el presidente de Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, propone un incremento salarial para cortar la espiral deflacionaria que sus propias políticas monetarias no pueden cortar. Sobre el financiamiento de ese impulso, hasta aquí la estrategia ha sido emitir deuda, pero cada vez de discute más seriamente si no se necesita que vuele el helicóptero de Milton Friedman. Si bien la apelación a la figura del helicóptero permite varias acepciones, se trata en este caso de emitir dinero para el financiamiento directo de la política fiscal. Janet Yellen, jefa del Fed, avisó que podría ser utilizado en circunstancias extremas; Draghi dijo este año que le parecía una idea interesante, y un conjunto de miembros del parlamento europeo le pidió su implementación; el Banco Central de Japón (BoJ), a través de Haruhiko Kuro, parece estar moviéndose en esa dirección. El financiamiento monetario se examina hoy como alternativa en los círculos responsables y moderados”, dicen Gerchunoff y Albrieu.

¿Puede haber un shock redistributivo sesgado hacia los salarios y financiado con emisión monetaria? ¿Podrán los estratos medios- bajos recuperar el dinamismo que tenían, digamos, hasta la década el 1970? ¿Qué ocurriría con la globalización en ese caso? Tampoco piden tanto. “Quizás con el 20% de lo que hizo el peronismo en su época alcanzaría para revertir el cuadro de situación actual”, sostienen. El mundo de tasas cero (contracara del aumento de la demanda global de activos seguros), aun en países muy endeudados, aleja el riesgo de un “debt overhang” y, por lo tanto, la generalización del financiamiento monetario.

Pese a todo esto, Gerchunoff y Albrieu reculan un poco sobre el final. ¿Es posible el shock redistributivo de sabor peronista, con todas las herramientas de política económica que lo hagan posible? “Probablemente sea sólo una nostalgia o una utopía”, concluyen. En cambio, esgrimen que “parecería que mantener o recobrar el bienestar popular en los países avanzados solo se logra con proteccionismo, esto es, matando a la segunda globalización”. Es decir, que las clases medias unidas del mundo desarrollado “bloqueen los efectos de la aparición de Asia emergente” y avancemos hacia un mundo más autárquico y proteccionista. Según varios, hacia allí vamos?

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