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La energía más cara es la que no se tiene

¿Cómo decidirse a invertir en fierros o a hundir capital a largo plazo en el país si la fuente final de repago de esa inversión no convalida su costo?

11 julio de 2016

por Miguel Zielonka (*)

Estamos asistiendo a una pulseada entre los poderes Ejecutivo y Judicial en torno a los ajustes tarifarios decretados por el nuevo Gobierno. Mi aporte no vendrá desde lo legal, lo administrativo o lo procedimental. Tampoco la energía es mi área de especialización. Espero poder contribuir a este debate desde un enfoque económico, pero sobre todo desde el sentido común.

Nuestro país decretó la emergencia energética en diciembre del año pasado. Estamos transitando un proceso de licitación de energía convencional y renovable por varios miles de megavatios de potencia instalada. La existencia de recurso eólico y solar en nuestro país es excepcional. La necesidad de abastecer a la industria, el comercio y los individuos está esperando. El sector se prepara para un salto grandísimo en los próximos años para poder abastecer a todos.

Pero? ¿Cómo decidirse a invertir en fierros, a hundir capital a largo plazo en nuestro querido país si la fuente final de repago de esa inversión no convalida su costo? El Gobierno licita la exploración,explotación, la generación, el transporte y/o la distribución de energía en sus diversas tecnologías, fijando tarifas, con la seguridad de que esas tarifas van a ser abonadas por los consumidores.

Aquí no hay magia. Ni puede haberla. Si los consumidores no pagan el costo, los proveedores del servicio no cobrarán o la solvencia del Estado va a verse comprometida al tener que amortiguar la parte de la tarifa que el consumidor rehúsa pagar. Esto ya lo vivimos. Así las cosas no pueden funcionar.

Me pregunto qué les preguntarán a los consumidores que sean citados a las audiencias donde se tiene que aprobar el aumento de tarifas. ¿Quiere usted pagar más por la luz? ¿Está de acuerdo en el aumento en la tarifa de gas? Es natural que la respuesta sea negativa. Pero también debería explicarse nuevamente y hasta el cansancio la distorsión de precios relativos que genera el retraso tarifario. Cuando una pizza cuesta lo mismo que abastecer de energía eléctrica a un hogar promedio durante un bimestre “algo huele a podrido en Dinamarca”, diría Shakespeare a través de un personaje de su obra Hamlet.

Después de cuatro años de estancamiento nuestro país necesita crecer. No es posible dar certezas en cuanto al momento exacto en el que comenzaremos a sentir la recuperación. Para algunos ya empezó, para otros aún no, y mientras tanto discutimos sobre el calendario. Tampoco tenemos certidumbre en cuanto a la magnitud del despegue: optimistas, realistas y pesimistas pronostican variaciones porcentuales de crecimiento de distinto calibre. Lo que puedo asegurarles es que un país sin energía no puede crecer. Punto.

(*) Director Asociado en Econviews.

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