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Las buenas y las malas del primer semestre

Hay que continuar por el camino que se comenzó a transitar: no sólo de normalización de la economía y de búsqueda de la equidad social, sino en seguir tras la luz de las inversiones, el crecimiento del empleo de calidad, el desarrollo económico y la lucha contra la inflación.

09 junio de 2016

por Manuel Adorni (*)

Los primeros seis meses del Gobierno del presidente Mauricio Macri han transcurrido entre buenas y malas, entre aciertos y errores. Aunque lo que ciertamente ha caracterizado a cada una de las medidas es que cada una de ellas ha contado con alto impacto mediático, económico y social.

El camino comenzó en diciembre último con el levantamiento del cepo cambiario. Cuatro años de restricciones que condujeron a la Argentina a índices de inflación cada vez más acelerados, falta de inversiones, paralización del nivel de empleo y un estancamiento general de la economía. Nadie confiaba a ciegas en lo simple que resultaría la apertura del mercado cambiario: con un equívoco temor a que ocurra una corrida cambiaria y que el valor del dólar se descontrolara, se ponía fin a años de prohibiciones y surgimiento de mercados marginales. Ningún temor fue fundado y se daba el puntapié inicial hacia los cambios que vendrían.

Con la normalización del mercado cambiario vino inmediatamente la apertura al mundo. No serviría de mucho normalizar un mercado de cambios solo para el beneficio del ahorrista argentino. Indefectiblemente debía comenzar a recorrerse el camino en búsqueda de inversiones: el Foro de Davos, la visita de representantes de primera línea de países como Holanda e Italia y la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fueron parte de nuestra primera vidriera al mundo en pos de reestablecer los lazos y a un lado los vicios populistas del pasado.

El humor social estaba en su mejor momento: los primeros cambios generaban más esperanza y expectativas en un futuro mejor.

Luego de las dos medidas más relevantes de los primeros días de ejercicio del poder y generando grandes expectativas sobre el segundo semestre del año, el equipo del Presidente optó por pulverizar una buena parte de ese humor social que reinaba hacia principios de año con medidas tan necesarias como antipopulares: la quita de subsidios a las tarifas de servicios públicos y la autorización para el aumento en los combustibles (que acumuló en lo que va del año 31%), hicieron que, junto a la inflación que promedió para los primeros meses del 2016 4% mensual, se vea resentido el poder adquisitivo de gran parte de la sociedad. Paritarias atrasadas en relación a los niveles inflacionarios, incremento en alimentos de primera necesidad, cuotas escolares, ajustes en las prepagas y prácticamente todos los productos de difícil sustitución, transformaron la cotidianeidad en un dolor de cabeza. Adicionalmente los niveles de empleo se vieron cuestionados y el nivel de consumo interno y crecimiento económico recibieron un duro golpe.

Prácticamente un mes nos separa del comienzo del tan ansiado segundo semestre. Ya nadie cree que la reactivación, las inversiones y el crecimiento estén tan cerca, aunque las expectativas (dilatadas en el tiempo, desde ya) se mantienen intactas. Las últimas medidas del Gobierno muestran cierta inclinación hacia la recuperación de los ánimos sociales y el sostenimiento de la imagen positiva con la que sigue contando el Presidente: el pago de los juicios a los jubilados y los correspondientes reajustes de haberes, la devolución del IVA para los sectores más vulnerables, el blanqueo de capitales y la intención de modificar el impuesto a los Bienes Personales son solo algunas de las medidas que impactarán directa o indirectamente en la golpeada economía argentina. Son todas medidas que tendrán como contrapartida un gran impacto en las ya castigadas cuentas públicas.

Hablar de los efectos que generará el blanqueo de capitales es, al menos, apresurado. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es la cantidad de dinero o de bienes que se encuentran en manos de argentinos fuera del circuito legal. Menos aún qué porcentaje de ese supuesto volumen estaría dispuesto por sus tenedores a incorporarlo a la legalidad. Y más lejano aún es tener la posibilidad de calcular quiénes de los que decidan dejar atrás la ilegalidad, invertirán efectivamente ese dinero en Argentina produciendo un derrame de beneficios en la economía. No es el momento de hacer predicciones con respecto al blanqueo de capitales y será en tal caso un análisis que deberá realizarse a medida que transcurra el tiempo.

La devolución del IVA a los sectores más vulnerables significa directamente mejorar el poder adquisitivo de los beneficiarios. Seguramente no sea suficiente y habrá que buscar mecanismos que mejores la calidad de los sectores con menos ingresos, pero es un aporte a los problemas de todos los días. La modificación en el impuesto a los Bienes Personales es un alivio para la clase media. Impuesto éste que no es más que otra muestra de las distorsiones por las que ha transitado (y aún transita) la economía argentina. Aunque al tratarse de un impuesto anual, habrá que esperar los beneficios en los bolsillos de los ciudadanos recién para el año próximo, aunque ya ha hecho efecto en los humores de clase media. Clase media que, con apenas un auto de gama media entre sus bienes, ya eran pasibles del tributo.

Tal vez la apuesta más fuerte sea la que se ha hecho con el proyecto de ley para la regularización de los juicios (y los haberes) de los jubilados. El plan íncluye a unos 2.200.000 de jubilaciones. Gran parte de ellas sin haber iniciado juicio (1.800.000), otra porción con juicio en trámite (350.000) y un porcentaje menor con sentencia firme de la Corte (50.000). Independientemente de los pormenores del proyecto (que aún debe recorrer un enérgico camino por el Congreso) los reajustes en los haberes generaran en su conjunto una inyección de dinero en la economía que impactará directamente en la reactivación del consumo. Gran parte de los jubilados que serían beneficiados, ya sea con un retroactivo y/o con un ajuste en sus haberes (que podrían llegar según el caso hasta 45%), volcarían sus excedentes en el consumo. Ellos no tienen demasiadas intenciones de ahorrar, y de por si sus ingresos son bastante magros como para pensar en que puedan destinar parte de éstos en cuestiones que no sean estrictamente de consumo. El impacto fiscal rondaría el 1% del PIB y generaría una inyección estimada de $50.000 millones anuales en la economía argentina.

Deberemos detenernos en analizar como impactarán las decisiones de hoy en el futuro cercano, ya sea en el segundo semestre, en el último trimestre o para el año que se aproxima. Sin embargo, la cuestión será en tal caso continuar por el camino que se ha comenzado a transitar, no solo de normalización de la economía y de búsqueda de la equidad social, sino en el de seguir tras la luz de las inversiones, el crecimiento del empleo de calidad, el desarrollo económico y la lucha contra la inflación. Aunque solo podrá lograrse llegar hacia todas estas cuestiones si acompaña con una estricta política fiscal y una impecable política monetaria, que sean los verdaderos garantes de la confianza y de que seremos por primera vez una economía sustentable en el tiempo.

(*) Analista económico. @madorni.

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