El Economista - 70 años
Versión digital

jue 25 Abr

BUE 14°C

Imaginando una posible victoria de Donald Trump

Si Trump mantiene sin cambios su actual libreto, su eventual presidencia asoma como una inequívoca fuente de inestabilidad económica y riesgos de todo tipo, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo. ¿En qué consiste su plan económico?

Héctor Rubini 28 abril de 2016

Por Héctor Rubini (*)

El “supermartes” que acaba de pasar muestra ya de modo irreversible que Hillary Clinton y Donald Trump serán los candidatos del Partido Demócrata y el Partido Republicano, respectivamente, para la elección del nuevo Presidente de los Estados Unidos del próximo 8 de noviembre.

No está claro, al menos hoy, saber quién podrá ganar la presidencia de los Estados Unidos. El deseo prevaleciente de buena parte de los estadounidenses, y también de no pocos observadores del resto del mundo, parece ser el de un triunfo de Clinton. Sin embargo, Trump no está en retroceso, ni en retirada, y los republicanos (no sólo los del Tea Party) no descartan un triunfo, o al menos la posibilidad de darle un buen susto a los demócratas en la elección de noviembre. Su retórica grandilocuente, no carente de ofensas personales, amenazas a sus críticos y de una vulgaridad propia de shows de televisión, parece tener un atractivo análogo al de Silvio Berlusconi en Italia y el de Vladimir Putin en Rusia. Esto podría torcer la balanza a su favor en las elecciones de noviembre, salvo que recrudezcan sus declaraciones ofensivas, u opte por aceptar abiertamente el apoyo de sectores racistas como el Ku Klux Klan, o grupos neonazis activos de varios estados.

Hillary y Donald

En caso de una victoria de Clinton no es de esperar ningún cambio realmente sustancial respecto de las políticas económicas de Barack Obama. Pero, ¿qué puede esperarse de Trump? En materia migratoria son más que conocidas sus propuestas de prohibir el ingreso de musulmanes a los Estados Unidos, expulsar indocumentados, construir una suerte de muro de Berlín sobre la frontera con México, y forzar al Gobierno de este país a que lo pague. En materia de política comercial, no abandona el objetivo de bloquear el ingreso de importaciones desde la República Popular China, para satisfacción de los grupos industriales estadounidenses, y las críticas de los defensores locales de las políticas de libre comercio.

En materia fiscal, Trump insiste con una fuerte reducción de los impuestos a los ingresos de las empresas (de 35% a 15%), junto a la derogación de impuestos sobre utilidades de filiales en el exterior de empresas de EE.UU., la casi cuadruplicación de los mínimos no imponibles para el impuesto a los ingresos de las personas físicas, y un fuerte aumento de las deducciones impositivas para los de más altos ingresos (0,1% de los contribuyentes). Estas propuestas están basadas en varios de los puntos del llamado Contract from América, un decálogo de principios a seguir por los legisladores republicanos que en abril de 2010 propusiera el abogado de Houston Ryan Hecker.

La rebaja de impuestos está prevista en esos principios, pero colisiona con otro de ese decálogo -reducir el déficit fiscal-.

Un informe de diciembre pasado del Tax Policy Center [1] demuestra que la rebaja impositiva de Trump provocaría en una década la pérdida anual de ingresos fiscales por US$ 9,5 billones, antes de intereses y sin computar efectos adicionales por el impacto macro inicial de estas medidas. Esto significa una pérdida de recursos fiscales anuales no inferior al 20%. Para compensar esto, Trump ha propuesto reducir las compras estatales de medicamentos, pero el presupuesto anual de Medicare para esas compras es de US$ 78.000 millones. En cuanto a su muro sobre la frontera con México, parecería ser ahora de la idea de acortar su extensión, pero su costo ascendería inicialmente a US$ 10.000 millones [2].

Sin intenciones de reducir el gasto militar, ni un programa creíble de reducción de gasto público, este “paquete” conduce a un festival de emisión de deuda pública, que según el citado informe podría incrementar la deuda pública a casi 80% del PIB. En el corto plazo provocará una suba de tasas de interés que enfriaría la demanda agregada, impedirá retornar al crecimiento sostenido y conducirá a un aumento del desempleo en Estados Unidos.

Este último problema no se podrá resolver expulsando a 12 millones de indocumentados, proceso que además generará problemas políticos de dinámica y consecuencias hoy imposibles de conocer. A esto obviamente cabrá sumar conflictos de difícil resolución si Trump insiste en “revisar” los acuerdos del NAFTA, y aumentar unilateralmente el arancel “piso” a las importaciones chinas al 45%, desconociendo los acuerdos suscriptos en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El resultado inevitable: inflación para los consumidores locales y represalias comerciales con impacto más que negativo en la actividad y el empleo en Estados Unidos.

El feedback con el resto del mundo conduce, tarde o temprano, a una caída del comercio y de la actividad a nivel global, como ocurrió luego de la suba unilateral de aranceles de la ley Smoot-Hawley de junio de 1930, y que debió discontinuar Franklin Roosevelt en 1933. Si se cae la actividad y la recaudación tributaria, ¿podrá colocar nueva deuda tan fácilmente? En caso de sufrir una crisis de liquidez, ¿optará por algún default o repudio de la deuda pública, de ser “necesario”? Sus antecedentes empresariales, que incluyen cuatro quiebras, no permiten descartar que pudiera optar por decisiones extremas, pero también es cierto que aun ganando la elección presidencial enfrentará un Congreso que no tendrá bajo su control y que podría bloquear sus iniciativas más controversiales.

Impuestos y cierre

Mientras tanto, Trump entiende que Barack Obama entregará una economía en una burbuja de insostenible demanda agregada que conducirá en breve a una tasa de desempleo de 20%. El núcleo de su recetario de soluciones se limita, entonces, a reducir impuestos a los más ricos y cerrar la economía. Claramente, en su visión simplista, la hostilidad hacia las importaciones, a los inmigrantes ilegales y a los musulmanes, no incentivarán represalias comerciales, ni aumentará la actividad de organizaciones terroristas, ni tampoco la hostilidad hacia los EE.UU. En definitiva, si Trump mantiene sin cambios su actual libreto, su eventual presidencia asoma como una inequívoca fuente de inestabilidad económica y riesgos de todo tipo, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo.

[1] Nunns, J., L: Burman, J: Rohaly, y J: Rosenberg (2015): “An Analysis of Donald Trump's Tax Plan”. Tax Policy Center. Urban Institute & Brookings Institution. [2] Además cabría sumar los impactos indirectos asociados a la implementación de esa política, incluyendo posibles enfrentamientos armados entre mexicanos (no sólo narcotraficantes) y fuerzas de seguridad estadounidenses.

(*) Instituto de investigaciones en Ciencias Ecónimicas de la USAL.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés