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El lado B del gradualismo

El ajuste gradual requiere un altísimo nivel de disciplina que la política local no suele tener

06 abril de 2016

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<em>(Por Gabriel Caamaño Gómez)</em>

La estrategia de ajuste gradual fue y es la que más aceptación recibió y la que está implementando la administración que encabeza Mauricio Macri. Y si bien se han analizado los beneficios de esa estrategia, mucha menos atención recibieron los costos. Que los tiene, porque nada es gratis. Y mucho menos en economía.

Costos que es importante analizar, no por llevar la contra, sino para entender qué, cómo y para qué estamos haciendo el esfuerzo. Cuestión no menor.

En ese sentido, nos interesan dos dimensiones.

<strong>a) El “gradualismo” no es mágico: </strong>Si el ajuste es gradual, también lo va a ser el proceso de estabilización macroeconómica y de recuperación. Es decir, el mismo nivel de gradualismo que se exige respecto de las malas noticias, hay que también aplicarlo a las buenas. Cualquier atajo que se tome en ese sentido, implicará inconsistencias de política económica que serán cada vez más costosas para la economía real.

Profundizando. La Ley de Walras es un principio muy potente dentro de la teoría del equilibrio general. Básicamente y simplificando, postula que la suma de la demanda agregada, correctamente valuada mediante el vector de precios de equilibrio, debe igualar a la suma de la oferta agregada, también correctamente valuada con el vector de precios de equilibrio.

De lo anterior, se siguen dos corolarios, que son tal vez más conocidos que la propia ley: I) Si en un sistema de “n” mercados hay “n - 1” mercados en equilibrio, el “n-ésimo” mercado también lo estará. II) Si en un sistema de mercados hay un mercado en desequilibrio, entonces debe haber, el menos, otro mercado en el cual exista un desequilibrio de signo opuesto y magnitud tal que compense al primero.

La potencia intuitiva de ese principio para entender el funcionamiento de un sistema económico, en general, y los flujos que los conforman, en particular, y elaborar diagnósticos y proyecciones macroeconómicos acertadas en el mediano-largo plazo no está en discusión. Al punto tal, que todos los sistemas estadísticos, en general, y de cuentas nacionales, en particular, están basados en esa idea básica.

Mayor aún, es la importancia del segundo corolario. Pues, el mismo nos permite entender, primero, que sí un mercado permanece sostenidamente en desequilibrio, alguno, algunos o todo el resto de los mercados también tenderán al desequilibrio. Segundo, la idea tras la compensación de esos desequilibrios, nos permite entender que cuanto mayor sea la magnitud del desequilibrio de un mercado, mayor será también la del resto.

Ahora bien. La idea intuitiva detrás de la Ley de Walras fue especialmente útil para comprender y explicar porque el sostenido y creciente desequilibrio fiscal de los últimos años terminó afectando el funcionamiento de (desequilibrando), no sólo el resto de los frentes de política económica, sino más bien todos los mercados que conforman la economía local, en general, y el sector externo, en particular. Y ahora también lo es para comprender porque la elección de una estrategia de ajuste gradual en el frente fiscal no sólo condiciona la formulación del resto de las políticas económicas. Sino que, además, implica un proceso de corrección gradual del resto de los desequilibrios macroeconómicos.

Léase, si bien la estrategia fiscal gradual contribuye a distribuir a lo largo del tiempo los costos políticos, económicos y sociales asociados al proceso de ajuste de precios relativos, incrementando su factibilidad política y social. Pero, necesariamente implica que los beneficios asociados a ese proceso de ajuste también se producirán de forma gradual, tanto desde el punto de vista del dinamismo del producto y el empleo, por un lado, como desde la desaceleración inflacionaria, el ajuste del Tipo de Cambio Real y el atractivo de los sectores exportadores, por el otro.

<strong>b) El “gradualismo” implica convivir con el ajuste durante un tiempo.</strong> Si el ajuste es gradual, no termina en 2016. Va mucho más allá. Estamos ante un sendero relativamente largo de ajustes, dada la magnitud del desequilibrio que debemos superar. Las malas noticias en ese sentido recién comenzaron a llegar.

En ese sentido los incrementos anunciados para el transporte de pasajeros en la Región Metropolitana de Buenos Aires son un buen ejemplo, por su actualidad y claridad.

Profundizando. Se anunció un incremento de 100% en el boleto mínimo abonado por el pasajero que no accede a la tarifa social, tanto en automotor, como en ferrocarril. El propio Ministro de Transporte e Infraestructura, Dietrich, reconoció que aun así los subsidios destinados por el Estado Nacional a esta materia se incrementaran un 20% respecto de 2015, en el contexto de un PBI nominal que durante el mismo período crecerá por levemente encima de 30%.

Por lo tanto, aún a pesar del fuerte incremento tarifario en términos porcentuales, no hay ahorro fiscal absoluto, el ahorro relativo al PBI es menor y la mejora relación tarifa vs ingreso también es relativamente mucho menor. Léase queda mucho por avanzar. Más aún. si alguno de eso ajustes futuros llegará a ser retrasado en algún período como resultado de incentivos políticos/electorales, el daño para el proceso de consolidación fiscal será significativo.

<strong>Concluyendo:</strong> La estrategia de ajuste gradual requiere un altísimo nivel de disciplina, disciplina que la política local, apurada por las encuestas y las necesidades electorales de corto plazo no suele tener. Ergo, la tentación de buscar atajos que aceleren los efectos positivos del ajuste (sin hacer lo mismo con sus costos) o la de aplazar ajustes tarifarios a la luz de necesidades electorales, entre otras, serán algunos de los peligros que esa estrategia deberá superar para llegar a buen puerto.

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