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Las metas de inflación, la transición y la importancia de las anclas nominales

Adoptar hoy un esquema rígido de metas de inflación sería un error de política económica

09 marzo de 2016

(Columna de Pedro Juarros, economista)

Todos los países con una inflación baja y estable, incluidos nuestros vecinos latinoamericanos, implementan alguna versión del régimen de metas de inflación. Entonces, dado que Mauricio Macri ha definido como una de las prioridades de su mandato reducir y controlar la inflación, ¿qué espera la Argentina para implementar esta forma al parecer exitosa para conducir su política monetaria? Que la inflación baje y que durante esta transición el BCRA gane credibilidad. Esto significa que el régimen de metas de inflación no parecería ser el más adecuado para transiciones como el que nuestro país tendrá que recorrer en los próximos años.

El actual ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, en su paso por el BCRA durante la primera etapa de la presidencia de Néstor Kirchner intentó implementar un sistema de metas de inflación en el que la credibilidad de esta institución y su compromiso en alcanzar esas metas, anclarían y coordinarían las expectativas inflacionarias de los argentinos. Esencialmente, la política de metas de inflación utiliza como única ancla nominal de la economía su credibilidad de que la inflación se ubicará en el rango que la autoridad monetaria se haya comprometido utilizando los instrumentos disponibles para alcanzarla. Kirchner no estuvo dispuesto a sacrificar crecimiento y apreciar el tipo de cambio para ganar las elecciones legislativas del 2005 y rechazó la propuesta, que vino acompañado por la renuncia de PratGay. Aquella decisión marcaría un precedente en cuanto a la importancia que la inflación tendría para el mal llamado “modelo”.

¿Era aquel momento una oportunidad para implementar alguna versión flexible de metas de inflación? Se podría argumentar que sí. La economía no solo se había estabilizado luego de la crisis de la convertibilidad sino que estaba creciendo a tasas elevadas y la inflación, si bien con tendencia creciente, estaba en un dígito. Esto liberaba el camino para dejar de utilizar progresivamente al tipo de cambio como variable para coordinar expectativas inflacionarias.

Argentina viene de utilizar dos anclas nominales que el Gobierno de Macri está intentando cambiar: tarifas y tipo de cambio. Las variables que se utilizan como anclas nominales no son otra cosa que lo que la autoridad monetaria permite que se atrase en términos reales (esto es, sus precios crezcan menos que la inflación) con respecto al resto de los precios de la economía. Las tarifas de servicios públicos cumplieron un rol antiinflacionario durante el kirchnerismo dado el congelamiento y consiguiente atraso que sufrieron con respecto al resto de los precios de la economía (por estos días, estamos sufriendo las consecuencias de este accionar). La nueva administración, con un claro objetivo de acomodar precios relativos y reducir el déficit fiscal, dispuso recientemente incrementos de hasta 450% en las facturas eléctricas.

Es inadmisible pensar que un revaluó tarifario de estas magnitudes no tenga efectos inflacionarios. Sin embargo, en la discusión por la adaptación de metas de inflación, absorbido el salto inicial de precios, las tarifas de servicios públicos son un ancla fácilmente prescindible para la nueva configuración macro del país. El haber dejado atrasar las tarifas fue un error de política importante e innecesario. El tipo de cambio sufría un atraso de similares magnitudes a los de fines de la década del '90, atraso que la exitosa unificación cambiaria logró reducir a niveles de principios del 2014. El BCRA conducido por Federico Sturzenegger ha dado señales de su compromiso con una fluctuación sucia del tipo de cambio, que no es otra cosa que mostrarle al mercado que el tipo de cambio puede ir en ambas direcciones. Este compromiso con una administración “sucia” del precio del peso va en una clara dirección: preparar el terreno para que el tipo de cambio deje de ser progresivamente la variable que mire la sociedad argentina para tomar sus decisiones de precios y salarios.

Lo cierto es que este objetivo en dirección a la implementación de las metas de inflación será gradual y se fundamentará en la credibilidad que la autoridad monetaria vaya ganando paulatinamente. De esta forma, en el camino hacia tasas de inflación de un dígito, tanto el nivel como la estabilidad del tipo de cambio seguirán siendo variables centrales para conocer la evolución de la tasa de inflación. Esto significa que durante la transición, el tipo de cambio seguirá cumpliendo un rol como ancla nominal de la economía, algo que es incompatible con un esquema de metas de inflación.

La experiencia regional nos muestra que las largas transiciones exitosas a inflaciones de un dígito de Colombia y Chile en los '90 lograron un aterrizaje suave a inflaciones de un dígito y con crecimiento económico robusto, durante las cuales el tipo de cambio se siguió utilizando como una variable para coordinar expectativas inflacionarias.

La transición hacia un esquema de metas de inflación es compleja y necesita tiempo para una implementación exitosa. Se requiere cambiar a las tarifas y al tipo de cambio por la credibilidad del BCRA de un anuncio de inflación como mecanismos de coordinación de las decisiones de precios y salarios que realizan empresas y empleados. De esta forma, adoptar hoy un esquema rígido de metas de inflación sería un error de política económica.

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