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Crisis brasileña: más estructural que coyuntural

El FMI pronostica una caída aún mayor a la de 2015 para 2016

04 marzo de 2016

(Columna de Pablo Mira, economista)

Brasil enfrenta problemas que parecen interminables. Se cumplen tres años de crecimiento acumulado prácticamente nulo. La economía se contrajo más de 2% en 2015 y el FMI pronostica una caí- da aun mayor para 2016. La razón principal es el colapso de la industria, que se retrajo más de 8% en el último año. La tasa de desempleo, normalmente difícil de mover, tocó casi 8% en diciembre. Los déficits “gemelos”, fiscal y externo, cerraron 2015 en 8% y 4% del PIB, respectivamente, y la inflación se aceleró a más de 8% anual. ¿Qué está sucediendo?

Mientras Argentina crecía fuerte al inicio del siglo, Brasil también lo hacía, pero con una estrategia diferente. Brasil implementó un régimen de metas de inflación “a la brasileña” (esto es, imperfecto) que indujo períodos sostenidos de apreciación cambiaria asociada a fuertes ingresos de capital en un contexto de tasas de interés en dólares muy elevadas. El endeudamiento resultante se vio reflejado en parte en una acumulación muy importante de reservas, pero también posibilitó una sobreexpansión del sistema financiero que estimuló la especulación.

Este contexto tuvo dos consecuencias principales. La más evidente fue una creciente dependencia de los capitales externos. Pese a que buena parte de estos flujos se clasificaron como inversión extranjera directa, en la práctica las inversiones no se materializaron en flujos de caja positivos que pagaran el endeudamiento y permitieran un mayor crecimiento de largo plazo de la economía. Por el contrario, la preocupación por sostener esta dinámica se mantuvo y los indicadores que aun hoy se siguen con suma atención incluyen la calificación de la deuda y la evolución de esos flujos.

Crisis y despues

El modelo de atraso cambiario tuvo un alto durante la crisis de 2009, cuando las autoridades devaluaron para responder al parate mundial, pero en los dos años subsiguientes el real volvió a apreciarse. Recién a fines de 2011 las autoridades decidieron comenzar un proceso devaluatorio que, como se esperaba, alertó a los inversores extranjeros. Para sostener su credibilidad, el Gobierno apeló a una amenaza permanente de ajuste fiscal para calmar el apetito de las calificadoras de riesgo, que si bien nunca terminó de materializarse (por suerte), condujo a un deterioro de las expectativas.

La otra consecuencia negativa de este proceso fue la primarización de las exportaciones. Desde 2008 las exportaciones de productos primarios son las de mayor participación en el total, dando fin a treinta años de liderazgo de las ventas manufactureras. Una economía que muchos caracterizaban de potencia industrial, hoy enfrenta un dilema básico sobre su rol en la economía mundial. Haber vivido tantos años de su sector primario y del financiamiento externo finalmente parece haber tenido efectos negativos de mediano plazo. Y Argentina los sufrirá más que nadie.

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