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Una construcción silenciosa

El Gobierno debate si conviene convocar a extraordinarias

02 febrero de 2016

(Columna de Claudio Chiaruttini)

Los plazos se acortan y Mauricio Macri debe tomar una decisión. ¿Llamará a sesiones extraordinarias y someterá un paquete de leyes y los DNU intentando que se voten a libro cerrado o confiará en el armado de mayorías circunstanciales en ambas cámaras del Congreso y se someterá al riesgo de que todas sus iniciativas sean puestas en discusión ?y quizás nunca aprobadas? en sesiones ordinarias?

Las posiciones dentro del gabinete y entre los aliados del PRO no son coincidentes. Elisa Carrió y el radicalismo consideran que será crucial, para tomar una decisión, ver cómo se define la elección de autoridades en las comisiones claves de ambas cámaras. En el macrismo gana la posición de esperar a marzo, momento en que la interna entre peronistas y kirchneristas dividirá mejor las aguas, para ingresar las leyes y DNU.

La interna peronista

Todos coinciden en señalar que el FpV ya está roto en la Cámara Alta y que negociar con el peronismo será relativamente sencillo. Sin embargo, en la Cámara Baja, el titular de la misma, Emilio Monzó, tiene difíciles problemas para encontrar canales de comunicación con el peronismo y, con el jefe del bloque del FpV, Héctor Recalde. Las relaciones no existen y el “poroteo” no les cierra.

Las formas de negociación han sido diferentes en ambas cámaras del Congreso. En el Senado, el otrora senador Carlos Verna (hoy gobernador de La Pampa) y su par Gerardo Zamora picaron en punta en buscar el diálogo con Gabriela Michetti y Federico Pinedo. Luego de varios choques iniciales, el diálogo del macrismo con Miguel Angel Pichetto se ha reencauzado, en gran parte, porque el rionegrino quiere seguir siendo la cabeza de los legisladores peronistas y, desde hace dos semanas, ha comenzado un proceso de aislamiento con los que aún se denominan “kirchneristas” (algo que puede cambiar con el paso de las semanas, dado que se esperan deserciones).

En parte, los gobernadores han incentivado a sus senadores a buscar un diálogo con los negociadores de Cambiemos, lo que ha facilitado la tarea, mientras que no han podido hacer lo propio con los diputados. Ocurre que en el armado de las listas de diputados nacionales en cada provincia, Cristina Fernández tuvo mucha influencia y la minó de militantes y figuras kirchneristas, hoy reacios a la posibilidad de sentarse a negociar con el macrismo.

Por otro lado, los gobernadores han esperado las señales (entiéndase: envío de plata) para facilitar el acercamiento de los diputados nacionales a Emilio Monzó. Eso ocurrió en Córdoba, donde Juan Carlos Schiaretti habilitó el encuentro de los diputados nacionales que controla, al tiempo que el operador del macrismo reforzó su relación con los intendentes mediterráneos para que presionen, desde lo territorial, a los legisladores para aprobar las normas que ingresarán en marzo al Congreso.

Pocas veces la atomización y desarticulación del sistema político argentino quedó tan clara como en las elecciones pasadas. No sólo no participaron como cabeza de pactos electorales el Partido Nacional Justicialista y la Unión Cívica Radical, sino también que, por primera vez desde 1916, un Gobierno es elegido sin tener mayoría, por lo menos, en alguna de las dos cámaras del Congreso Nacional.

Desde el punto de vista técnico se denomina a esta situación “gobierno dividido”, lo que obliga, obligó y obligará a Mauricio Macri a canalizar ingentes esfuerzos, políticos y monetarios para demostrar la fortaleza que garantice la gobernabilidad necesaria para poder aprobar las iniciativas legislativas que el Poder Ejecutivo haga llegar al Congreso.

El escenario descripto es complejo pero, para empeorarlo, por primera vez desde 1983 la principal fuerza opositora (la rama ultra kirchnerista del FpV) no tiene intenciones de permitir la aprobación, a libro cerrado, de los proyectos de ley que pueda presentar Mauricio Macri, algo que tuvieron Raúl Ricardo Alfonsín y Fernando De la Rúa en el inicio de sus mandatos por parte del peronismo y Carlos Saúl Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner por parte de los legisladores radicales.

Ya en la campaña electoral había quedado claro que el kirchnerismo iba a condicionar su apoyo a Daniel Scioli si era elegido Presidente de la Nación o que se convertiría en una “máquina de impedir” si ganaban Sergio Massa o Mauricio Macri. Por eso, la primera decisión de la mesa chica de Cambiemos apenas ganadas las elecciones fue no llamar a sesiones extraordinarias hasta no asegurarse la construcción de las alianzas políticas mínimas necesarias para alcanzar las metas que fijara el nuevo Presidente de la Nación y, en ese marco, se tenía que trabajar sobre el peronismo.

En estos dos meses se hicieron demostraciones de fuerza, reclamos a tono bajo, se revisaron las cuentas y se permitió que el peronismo comience a reordenarse sin el kirchnerismo. El tiempo de los gestos pasó. Ahora se comenzó a hablar de plata (la reunión de Rogelio Frigerio con los gobernadores, en ese sentido, fue clave). Ahora, hay que negociar alianzas en la Cámara Baja. Comienza febrero y el pescado está sin vender.

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