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El plan económico del 2016 entra en una etapa clave

Se avecinan, paritarias mediante, meses complejos

04 febrero de 2016

Los gurúes económicos, en líneas generales, aprueban el rumbo de la política económica. El sentimiento es compartido, aunque más selectivamente, por el gran público, como señala Matías Carugati en la página dos. La luna de miel del Gobierno con la sociedad, por ende, continúa. Es un dato clave y un punto a favor. Por ahora. Facilita, lógicamente, el proceso de ajuste (inevitable) que precisa la economía.

Clave porque se avecinan decisiones y situaciones que podrían alterar este equilibrio. La más comentada por estos días, es obvio, es la suba en las tarifas de electricidad. El plan estaba listo hace varias semanas y había un debate interno sobre cuándo implementarlo. Ya sabemos de qué lado cayó la moneda.

La decisión acelerará la tasa de inflación (fue cercana a 4% en diciembre y pinta para 3% en enero) y eso reducirá el salario real aún más hasta la llegada de los nuevos salarios. Más allá de la necesidad de una corrección tarifaria (que recién comienza), no es una buena noticia para el consumo y, por ende, para el rumbo del PIB.

Pero este dato no es una sorpresa. Tal como había pronosticado Alfonso Para-Gay, uno de los hombres fuerte del equipo económico, el 2016 no será un año de crecimiento (en rigor, palpitó una suba moderada de 0,5% del PIB). Será, más bien, un año destinado a enderezar la macroeconomía y colocarla en un sendero más saludable.

Por supuesto, los efectos de las correcciones (por más bien venidas que sean) no deberán soslayarse. Si la inflación se pasa de rosca, el ajuste del consumo podría ser mucho más pronunciado de lo conveniente económicamente y de lo tolerable políticamente. Por ahora, la luna de miel le otorga al Gobierno un plafón extendido para seguir introduciendo las correcciones que cree convenientes.

Un párrafo aparte merece el contexto internacional, que se deteriora sin prisa (pero sin pausa) desde 2011. El precio de las materias primas, la caída (interminable) de Brasil y el aterrizaje de China merecen ser seguidas de cerca pues delinearán el perímetro de la cancha en que deberá jugar el Gobierno.

Se avecinan, paritarias mediante, meses complejos, y acaso definitorios, para el programa económico planteado para 2016. Optimista, Federico Muñoz escribe en su último informe: “Creemos que el equipo económico está muy bien encaminado para que, hacia mediados del año en curso, el proceso de saneamiento de la macro ya luzca bastante avanzado”. No sin dejar entrever varios desafíos en el camino. Parafraseando (con algún cambio) a Alvaro Alsogaray, hay que pasar el otoño (y lo que resta del verano, también).

El éxito en la salida del cepo insufló de confianza a los policy-makers de Cambiemos, aunque son conscientes que se vienen meses arduos. El plan es ajustar gradualmente. Marcar un rumbo y un horizonte. Una vez que empiecen a verse los primeros brotes verdes y pase el mal trago para el salario real, el nivel de actividad podría empezar a levantar cabeza y, acceso al financiamiento externo mediante, suavizar el ajuste que aún resta hacer. Con crecimiento y plata, dicen los que saben, todo es más fácil. El plan contempla, asimismo, ir mechando las medidas impopulares con anuncios positivos para no descuidar los números (de las encuestas), también relevante. Un candidato es el Impuesto a las Ganancias y no debería sorprender un anuncio en las próximas semanas. Ese es el plan. Pero, como advertía Tusam, puede fallar.

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