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La recuperación del crecimiento

La lectura oficial es que, sin distorsiones, se liberarán las fuerzas productivas. ¿Será así?

13 enero de 2016

(Columna de Pablo Mira, economista)

El discurso económico oficial sostiene que la actividad está estancada hace cuatro años como consecuencia de regulaciones que han alterado el normal funcionamiento de la economía. Se sigue que, una vez removidas las distorsiones, se liberarán las fuerzas productivas, lo que permitirá recuperar el crecimiento, crear empleo, y cumplir con una de las promesas más importantes del Gobierno: acabar con la pobreza.

Lo primero que salta a la vista de este diagnóstico es la confianza en la capacidad automática del mercado para resolver cuestiones tan delicadas y complejas como el crecimiento y la pobreza. Pero la estrategia es cuestionable también por otras razones.

Comencemos por la actividad. Por supuesto, hay pocas dudas de que una eliminación de las restricciones a las importaciones contribuiría a reactivar algunos negocios gracias al ingreso de insumos y, eventualmente, de bienes de capital. Pero este resultado debe ser contrapuesto con los efectos negativos de la competencia externa sobre un mercado interno que ha sido muy protegido en los últimos años. En cuanto al agro, los efectos productivos de la quita de retenciones se esperan para el mediano o largo plazo (si es que ocurren, dado que históricamente no se percibe una relación positiva clara entre precio del productor y área sembrada). La demanda externa tampoco presenta un panorama favorable: Brasil cae estrepitosamente y China desacelera, y la devaluación reciente del tipo de cambio no ha mejorado la competitividad lo suficiente como para contrarrestar este difícil cuadro internacional.

Del impacto sobre el empleo tampoco se puede esperar demasiado. La tasa de desempleo es baja, y los estímulos al campo no tienen impacto directo sobre la creación de puestos de trabajo. Esto significa además que no podemos contar con esa fuente de gasto para el futuro: hoy en día, el gasto asalariado depende más de las paritarias que del empleo. Finalmente, la conexión entre creación de empleo y pobreza también puede estar obturada. En la década anterior la reducción de la pobreza se basó en hallar un empleo, pero a partir de 2009 las mejoras fueron principalmente logradas gracias a las políticas sociales.

Las políticas oficiales parecen girar en torno a la respuesta de la oferta: impulso a la producción agropecuaria, insumos importados accesibles, captura de mercados externos y emprendimientos privados. Pero para lograr resultados productivos sin políticas que sostengan una demanda suficiente se necesita confianza, un adecuado funcionamiento del mercado y, sobre todo, mucho tiempo. Tres condiciones extrañas para nuestro país. (*) Economista.

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