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Para una agenda desarrollista

Ejes de una propuesta para el desarrollo argentino

21 octubre de 2015

(Columna de Facundo Matos Peychaux)

No hay duda que los desafíos más urgentes del próximo Presidente serán corregir los desequilibrios macroeconómicos, conseguir dólares, volver a poner al país en la senda del crecimiento, generar empleo y otras cuestiones de corto plazo.

Sin embargo, no es la única agenda posible, ni deseable.

La transición al próximo gobierno, más allá de que no estará exenta de los problemas mencionados -y de otros más-, no estará signada por una gran crisis social como lo supo estar en la mayoría de los cambios de gobierno desde 1983. Y todos los pronósticos apuntan a un potencial muy positivo a mediano plazo.

Quizás por eso, en distintos ámbitos tanto académicos como políticos o económicos, la mirada se corrió de los desafíos del corto plazo hacia una agenda que contemple el desarrollo argentino como objetivo. Por caso, como señalaba Julio Burdman en el estadista "no se recuerda una campaña electoral tan teñida, como ésta, de una reivindicación ideológica del desarrollismo, la escuela argentino-brasileña de economía nacida en los '60".

En este marco, el aporte de Argentina: una estrategia de desarrollo para el siglo XXI, una propuesta redactada por distintos profesionales convocados por CARI no pudo haber atinado más al momento.

En la presentación del trabajo final, algunos de los autores expusieron algunos de los objetivos a perseguir y desafíos a enfrentar para alcanzar el desarrollo. Entre los primeros, están el lograr una mejor estrategia de inserción internacional, impulsar las inversiones y exportaciones como motor de crecimiento y privilegiar altas tasas de inversión y ahorro -público y privado- antes que el consumo cortoplacista. Solo así, según Martín Piñeiro, se logrará terminar con los ciclos de stop & go que vive Argentina desde los '60.

Entre los desafíos para superar la llamada trampa de los ingresos medios, el documento marca la necesidad de elevar la tasa de participación laboral, reformar el Estado para -entre otras cosas- dotarlo de las capacidades que va a necesitar en un proyecto desarrollista y crear una mayor intercomunicación entre los distintos ministerios, así como también será necesario potenciar al mercado de capitales como motor de las inversiones para el desarrollo, según remarcó Ramiro Albrieu.

El contexto internacional, analizaron los autores, será menos favorable para Argentina que el que venía siendo en los últimos años, aunque no será necesariamente adverso. La suba de las tasas de interés por parte de la Fed se sigue demorando y se prevé gradual; China se seguirá expandiendo a tasas menores a lo que nos tenía acostumbrado pero aún por encima de la media global; el boom de las commodities colapsó pero los valores actuales siguen siendo altos para los niveles previos al 2000.

Más aún, los cambios en el comercio internacional presentan nuevas oportunidades para Argentina. En un mundo mucho más integrado que antaño, en el que las barreras fronterizas son débiles para enfrentar la deslocalización de las multinacionales, el intercambio no es tanto de bienes finales sino de insumos y servicios, señaló Albrieu. Por tanto, una estratégica inserción del país en el comercio internacional, coincideron los autores, deberá darse en base a una mayor inserción en las cadenas de valor globales.

Por otro lado, como destacó Guillermo Rozenwurcel, Argentina no es un país que pueda competir por la vía de bajos costos de mano de obra ni por tener una gran escala. Y las oportunidades que ofrece la industria del software en ese sentido, es destacable. Pequeñas empresas, startups y Pymes del sector han sido muy exitosas en los últimos años y han demostrado ser altamente competitivas a base de conocimiento e innovación, más que inversión.

Ganar competitividad, a su vez, será uno de los puntos claves. Un abordaje primero y más general que comprenda a toda la economía requerirá de dotar de mayor competitividad sistémica a los distintos sectores través de la corrección del tipo de cambio, recortar la brecha de infraestructura y menor presión impositiva, entre otros ejes. Con estas mejoras sistémicas, los sectores más competitivos (Agro, Alimentos, Automotriz) ya se pondrán en marcha, señaló Dante Sica en sus comentarios del documento.

En cambio, un abordaje más preciso requerirá de políticas selectivas más focalizadas en cada sector en particular. De esas se beneficiará un segundo grupo de sectores menos competitivos. Mientras que un último grupo de rubros menos competitivos, precisará de un abordaje que contemple los costos y beneficios de mantener las protecciones estatales a esos sectores que aunque menos competitivos, muchas veces son más generadores de mano de obra, explicó el director de Abeceb.com.

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