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Una crisis con final abierto

Se profundizan los problemas en el Gigante Sudamericano

04 septiembre de 2015

El Gigante sudamericano está atravesando una tormenta perfecta y todo indica que el Sol no aparecerá en el corto plazo. Todos se preguntan cuánto puede empeorar la tormenta antes de que empiece a aclarar, pero nadie tiene la respuesta.

El PIB está en caída libre: en el segundo trimestre lo hizo 1,9% con respecto al primero, es decir, más de 7% anualizado. Según la última encuesta Focus (realizada semanalmente por el Banco Central de Brasil entre 100 economistas del mercado) el PIB se contraerá 2,26% en 2015, aunque hay riesgos de que la caída sea aún mayor. Según el economista Nicolás Dujovne, la caída puede ser de hasta 3% (o más). Será el bajón más importante de los últimos veinticinco años aunque, según los periodistas Christiana Sciaudone y Thomas Black, de Bloomberg, será la mayor desde la gran crisis de 1929 si se computa la caída de 2014. Desde 1930 que el PIB no encadena dos años consecutivos de retracciones (y podrían ser tres).

Para peor, el contexto global está jugando decididamente en contra. Por un lado, los términos del intercambio se están deteriorando (las commodities están cayendo) por los temores de una desaceleración brusca en China y por el fortalecimiento global del dólar, golpeando a gigantes locales como Vale, cuyos ingresos cayeron 29,7% interanual en el segundo trimestre. Por otro lado, los capitales se están yendo ante la inminencia de una suba de tasas en EE.UU. y, también, porque Brasil ha dejado de ser la gran vedette de los últimos años. El mercado te da y te quita muy rápido.

El último Presidente que sufrió una contracción similar fue Fernando Collor de Mello y tuvo un final no muy feliz (más allá de que la situación general hoy no sea tan crítica como hace veinticinco años). Para quienes no recuerdan, renunció un día antes de que el Congreso revoque su mandato en 1992 y lo inhabilite para ejercer cargos públicos durante ocho años. Actualmente, es senador nacional.

Como decíamos, el sol no amaga con aparecer y, para 2016, el sesgo de las proyecciones también es claramente bajista. A comienzos de año se esperaba una suba de 0,5% del PIB el año entrante, pero ahora se estima que seguiría la recesión y la economía se contraería por tercer año consecutivo. Asimismo, la industria caerá más de 5,5% en 2015. El desempleo, naturalmente, está al alza: en julio subió nada menos que 0,6 punto y ya se ubica en 7,5%, aunque otras estimaciones oficiales ya lo ubican en 8,3%. Ya se perdieron 500.000 puestos de trabajo en el año. El real se está devaluando y, con él, el salario en dólares de los brasileños. La inflación, en tanto, se acerca peligrosamente a los dos dígitos. Dilma Rousseff y su ministro de Economía, Joaquim Levy, muy respetado (aunque cada vez menos) por el mercado y los inversores por su disciplina fiscal, están aplicando un ambicioso plan de ajuste fiscal que, como siempre, genera tensiones sociales y perdedores.

“No creo que la recesión se detenga. Temo que se profundice. Supuestamente el ajuste fiscal apuntaba a aumentar el superávit con miras a preservar las notas de calificación de crédito del país. Lo cierto es que la recesión redujo la recaudación y el déficit aumentó, lo que podría derivar en una reducción de la nota de todos modos. Si bien el panorama empeora, para 2016 el Gobierno planea nuevos ajustes, privatizaciones y hasta combate la aceleración inflacionaria ?producto de la devaluación y el tarifazo? con nuevas subas de la tasa de interés. Además, las investigaciones judiciales paralizaron instituciones básicas de la economía brasileña, como el Bndes, Petrobras, Electrobras y las constructoras”, expresa Eduardo Crespo, economista y politólogo argentino que enseña en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Por si los nubarrones económicos no fueras suficientes, la tormenta también viene acompañado por un descenso significativo en la popularidad de Dilma, un dato siempre influyente en los países presidenciales. Según el último sondeo de DataFolha, apenas 8% de los encuestados tienen una imagen positiva de la Presidenta. El politólogo Mario Serrafero aporta un dato poco alentador para el futuro de la sucesora de Lula: “Todos los presidentes que perforaron el umbral del 10% de imagen positiva tuvieron que dejar el Gobierno”. Los escándalos de corrupción en torno a Petrobras y las movilizaciones callejeras, cada vez más nutridas, en contra del Gobierno completan el panorama sombrío que atraviesa la mayor economía de América Latina.

Pero sería injusto, e inexacto, ceñir la crisis en Dilma o en la economía. También la clase política en su conjunto (y buen parte de la empresarial, también) está en el centro de la tormenta. Los múltiples escándalos de corrupción, con Petrobras a la cabeza, afectan a políticos de todos los partidos. Por ejemplo, también está implicado en ese escándalo el tucano Aécio Neves, quien protagonizó el último balotaje con Dilma. Está claro: Brasil, tan adicto a los cimbronazos como Argentina, enfrenta una crisis sistémica. Una de las más grandes de su Historia.

Con amigos así...

Como es esperable en momentos como éstos, muchos aliados (el PT no gobierna solo) empezaron a sacar los pies del plato y el oficialismo pierde aceleradamente poder en el Congreso para implementar su agenda de reformas o, aún peor, para cortar cualquier intentona de realizarle un juicio político (impeachment, en inglés) a Dilma. Ya hay más de 15 pedidos que, por ahora, no prosperaron. El último en reclamarlo fue Helio Bicudo. ¿Quién es? Nada menos que uno de los fundadores del PT.

Dilma debe esperar el veredicto del Tribunal de Cuentas (TCU) sobre si hubo “maquillaje” (o no) en el cierre del año fiscal 2014. “El Gobierno tiene hasta el 11 de setiembre para responder y el TCU, hasta el 7 de octubre para manifestarse”, señala el analista Gustavo Segré, CEO del Centre Group, en diálogo con El Economista. Asimismo, el Tribunal Superior Electoral (TSE) ya dictaminó que las cuentas de la última campaña electoral de Dilma deben ser investigadas por la sospecha de que usó recursos ilícitos provenientes de Petrobras. El escándalo en la petrolera estatal (conocido como  Lava Jato) también podría rozar a la Presidenta.

Por ahora, Dilma viene “zafando”, pero las investigaciones avanzan. Una buena: las instituciones funcionan. Si la Justicia falla en contra en cualquiera de los dos casos o llega a verse involucrada en el escándalo Lava Jato, la probabilidad de un impeachment a Dilma se elevaría sustancialmente. En el caso de que el TCE falle en contra, el juicio político también podría recaer sobre su vice, Michel Temer, quien pertenece al PMDB, el principal aliado del PT. En ese caso, y si prosperaran ambos juicios políticos (se necesitan dos tercios del Congreso), el poder recaería sobre Eduardo Cunha, también del PMDB, aunque él también está siendo investigado por la Justicia. Como se ve, la crisis es grande. Si todo eso ocurre, se podría llamar a elecciones presidenciales nuevamente.

Pero, por ahora, los analistas sondeados por El Economista no esperan ese desenlace. “En las últimas semanas la presión por el impeachment disminuyó”, analiza Crespo. “Varios sectores de peso emitieron señales de apaciguamiento. La Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIESP) publicó un comunicado bregando por la 'estabilidad política'. Dos días después el poderoso multimedios O Globo hizo lo propio. A esto se suman posicionamientos similares en medios internacionales como The New York Times y Financial Times. Estos sectores tienen estrechos lazos con miembros del Congreso”, amplía Crespo. “Un juicio político es posible desde lo jurídico pero poco probable desde lo político”, opina, en consonancia, Segré. El 66% de la sociedad, sin embargo, quiere que el Congreso interpele a Dilma.

Ajuste en suspenso

Más allá del éxito que pueda tener Dilma en evitar un impeachment y llegar a 2019, la licuación del poder político complica los planes del equipo económico. El plan de ajuste de Levy empieza a resquebrajarse y la intención original de conseguir un superávit fiscal de 2 puntos del PIB en 2016 debió ser alterada (en junio, ya habían reducido la proyección a 0,7%) y, en el Presupuesto que el Gobierno envió al Congreso el pasado lunes 31 de agosto, proyectan un déficit primario de US$ 8.400 millones (0,5% del PIB). Desde el 2000 ningún Gobierno había mandado un Presupuesto con una proyección de rojo primario. En 2015, el rojo total (incluyendo intereses de la deuda) sería de 8-9% del PIB, calcula The Economist. ¿El plan será delegar el ajuste en el Congreso y desligar al Gobierno?

“La política está complicando los planes de Levy”, opina el analista Italo Lombardi del Standard Chartered Bank. Más duro, The Economist publicó una nota intitulada “Brasil está a punto de cometer un grave error fiscal”.

“Las posibilidades de que Brasil pierda el investement grade son enormes. Tanto para Moody's como para Standard & Poor's, Brasil ya está en el último escalón”, dice Segré. El temor de que Dilma no pueda poner las cuentas pública en orden se hizo sentir en el mercado cambiario y el real llegó a caer hasta 3,81/US$ el jueves 3 de septiembre. Crespo no imagina una “devaluación descontrolada” y recuerda que el Banco Central de Brasil “conserva US$ 370.000 de reservas y podría intervenir si fuera necesario”. La encuesta Focus muestra que los economistas sondeados creen que el tipo de cambio no se depreciará mucho más y esperan que termine 2015 en 3,50/US$ y 2016, en 3,60/US$. Pero no resisten un archivo: el 1° de enero proyectaban un real a 2,55/US$ para fin de 2015. Para los más pesimistas, el real podría acercarse a 4/US$ más temprano que tarde.

La tormenta que azota al principal socio comercial del país se pone cada vez peor y, desgraciadamente, los pronósticos son cada vez más sombríos.

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