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Los emergentes y el dólar

Una etapa de encarecimiento de la divisa estadounidense parece haber comenzado

04 septiembre de 2015

(Columna de Ramiro Albrieu, investigador del Cedes)

Más allá de los avances de China en la economía mundial y su centralidad en el comercio y en las finanzas globales, la evolución de las economías emergentes en el corto plazo estará fuertemente ligada a lo que ocurra con la política monetaria norteamericana. Si bien hay casos de países que han logrado despegarse de alguna manera de la divisa norteamericana (básicamente en la Europa periférica y parte de Asia), la “zona dólar” sigue abarcando gran parte del mundo emergente. Si, por ejemplo, tomamos los movimientos de las distintas monedas, vemos que cerca de 60% del PIB mundial tiene su moneda pegada al dólar. De manera que las decisiones autónomas de la Reserva Federal, tomadas en función a la evolución de una economía norteamericana que aporta 20% al PIB global, implica también un cambio no decidido en la política monetaria de más de la mitad del mundo. Y una etapa de encarecimiento sostenido del dólar parece haber comenzado. Tres factores operan aquí para tensar el mercado de cambios de los países emergentes. El primero es que el dólar es el numerario en los mercados de commodities. E, invariante el precio en otras monedas, un encarecimiento del dólar implica una caída del precio expresado en esa moneda. Por supuesto, una suba de tasas de la Fed dispara otros efectos ?como un menor apetito de los traders por los mercados de commodities? que pueden reforzar el movimiento bajista. El segundo se refiere a la competitividad: un dólar que se aprecia es, ceteris paribus, exportaciones más caras e importaciones más baratas no sólo para Estados Unidos sino también para todos los países de la zona dólar. Y el tercer canal es financiero. Si el sector no transable de la economía se encuentra endeudado en dólares, el encarecimiento del dólar subirá los gastos financieros dejando invariante los ingresos, resultando en posibles quiebras patrimoniales. Este canal no afecta sólo al sector privado: el sector público es el principal candidato. En las últimas décadas hubo dos episodios de apreciación sostenida del dólar: 1980-1985 y 1995-2001. Parece demasiado obvio: se trata de la principal divergencia entre el mundo emergente y los países avanzados que vivían “la gran moderación”. Fueron los dos períodos de crisis recurrentes en el mundo emergente desde la ruptura del acuerdo de Bretton Woods: el primero fue conocido como “la crisis de los países menos desarrollados” y, en América Latina, se conoció con un nombre más triste: “la década perdida”. El segundo, la “crisis de los países emergentes”. Estos dos episodios explican también el cambio de estrategia el mundo emergente al comenzar el nuevo siglo. Es ese cambio de estrategia el que permite ser más optimistas esta vez. Los países emergentes se convirtieron en acreedores globales, los gobiernos redujeron su exposición al sistema financiero internacional, y el perfil de endeudamiento externo del sector privado se concentró en inversión extranjera directa y acciones, todo lo cual implica menores efectos negativos de la apreciación del dólar. Regímenes cambiarios más flexibles que en el pasado también sirven en el contexto actual. Sin embargo, el panorama es complejo. Primero, porque lo dicho más arriba se refiere a promedios, de manera que los casos puntuales de fragilidad pueden transformarse en episodios sistémicos. Segundo, que la normalización de la política monetaria norteamericana llevará tiempo y de seguro habrá más episodios de volatilidad (taper tantrums) que computar de aquí más. Tercero, que de profundizarse la guerra de divisas, el resultado final puede ser un colapso del comercio mundial, con efectos más fuertes de lo esperado.

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