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Cambios en el Gigante

¿Qué hay detrás de la devaluación del yuan y cómo puede impactar en Argentina?

09 septiembre de 2015

(Columna de Facundo Matos)

La depreciación del yuan en un 4% en apenas dos jornadas (11 y 12 de agosto) sacudió la economía mundial e impactó en las primeras planas de los diarios financieros de todo el mundo. Las bolsas europeas sintieron el cambio y cayeron hasta 3,4% en las primeras jornadas pos devaluación china. El crudo de petróleo también cayó 4,18% en la primera jornada de depreciación del yuan y 2,31% en la segunda.

Primer dato a la vista: el peso que adquirió China sobre la economía global. Acostumbrados a observar su crecimiento paulatino, muchos han insistido con caracterizar a China hasta hace poco como una economía emergente. Bueno, ya no lo es. Según datos del FMI, el Gigante Asiático desplazó a Estados Unidos como mayor economía del mundo medida por paridad de poder adquisitivo. Es el principal prestamista de la Reserva Federal estadounidense, el primer productor mundial de manufacturas, el tercer emisor de IED y el mayor receptor de esas inversiones. El revuelo que provocó la devaluación del yuan -algo que no hubiera sucedido hace 15 años, por ejemplo- no hace más que confirmarlo.

Sin embargo, todos esos logros de la economía china no tuvieron su correlato en una universalización de su moneda que reemplazara al dólar. Si bien es cierto que el yuan se había venido apreciando fuertemente en los últimos años, no ha logrado atravesar las fronteras con la excepción de algunos tratados entre China y Rusia y entre el Gigante Asiático y algunos pequeños países del sudeste asiático. Algunos países ya tienen parte de sus reservas en yuanes, pero todavía son apenas 40 bancos centrales del mundo y la porción que tienen en moneda china es ínfima con respecto al dólar.

Más aún, a medida que se recupera la economía norteamericana, el dólar vuelve a fortalecerse, lo que llevó a Gabriel Caamaño Gómez, de la Consultora Ledesma, a decir en una entrevista en la última edición de El Economista, que "estamos volviendo a un escenario en línea con el promedio histórico", con un dólar fuerte y tasas de interés más altas.

Por eso, como señalábamos en El Economista hace dos ediciones, la decisión de las autoridades chinas no tuvo como objetivo acrecentar las exportaciones -vía un incremento de la competitividad- para volver a crecer a tasas más altas sino permitir que las fuerzas del mercado tengan un mayor peso en la determinación de la cotización del yuan, para así elevar su status internacional.

"Se busca hacerla convertible a nivel internacional que juegue con mecanismos de mercado. En ese sentido la devaluación es una señal de confianza frente a los mercados externos para que se observe que la paridad de tipo de cambio va a ser -a pasos lentos- cada vez más por mecanismos de mercado y no solo por políticas públicas, algo necesario para la internacionalización de la moneda china", señala Sergio Cesarin, docente de la Universidad de Tres de Febrero, investigador del Conicet y especialista en economía china. En 2016, el FMI deberá decidir si incorpora al yuan a los Derechos Especiales de Giro (DEG), como solicitó el gobierno chino en marzo de 2015.

Por otro lado, agrega Ariel Splipak,  economista, investigador del Conicet y también experto en la relación sinoargentina, "hoy la industria china ya es competitiva pero no por tener salarios bajos sino por competitividad genuina, por su creciente tecnificación". "Se reciben 300.000 ingenieros por año y el presupuesto para ciencia y tecnología es amplísimo. Más aún, gran parte de las industria intensivas en mano de obra y donde había denuncias de Derechos Humanos por las condiciones laborales para ahorrar costos las fueron guiando fuera del país, a países de la periferia china como Myanmar, Laos y Camboya. Y aún el salario chino mas allá de que la moneda en los últimos años se había venido apreciando, sigue siendo mucho más bajo, no necesitan devaluar para ser competitivos", complementa.

Lo que hay, también, es un cambio de paradigma. En el Plan Quinquenal XII lanzado en 2011, el gobierno de la República Popular China dejó atrás el "crecimiento económico" como pilar principal por el "desarrollo económico", que implica ya no tanto un progreso cuantitativo sino más que nada uno cualitativo. En ese sentido se inscriben -en parte- las menores tasas de expansión del PIB registradas por China en los últimos años. El Plan Quinquenal habla de un 7% promedio como objetivo de crecimiento anual para 2011-2015, superado en todos esos años.

Dentro de ese cambio cualitativo, un eje principal es el paso de un patrón de crecimiento motorizado por la inversión y las exportaciones hacia uno impulsado por el consumo interno. De objetivos de exportación de 26% y 16% en los Planes Quinquenales X y XI, el XII pasó a una meta de 10%, mientras que la redistribución de la riqueza pasa a ser uno de los ítems deseados. "El objetivo es la creación y consolidación de una gran clase media urbana, como única manera de generar un mercado interno de consumo lo bastante amplio para poder servir de motor a la economía china", señala un estudio de la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Shanghái sobre el Plan Quinquenal XII.

Aunque como señala Cesarin, "va a ser un cambio de paradigma lento, que llevará años". "La elasticidad en términos de compensación de la caída de la demanda externa con mayor demanda interna no es fácil ni rápida, hay conflictos y reacomodamientos internos y lo que mostró la devaluación es cierta desprolijidad en la aplicación de ese intento de reformas por parte de las autoridades chinas", apunta el docente de la UnTreF. Por lo pronto, como señala Slipak, "el Buró va a seguir siendo el principal actor que determine el tipo de cambio".

Consecuencias para Argentina

Si el cambio de paradigma es para los próximos años, la pregunta se vuelve imprescindible: ¿en qué lugar dejará a Argentina esta nueva normalidad china?

Para Slipak, "el crecimiento de los salarios reales en China podría potenciar levemente las oportunidades los productores industriales locales, aunque ese efecto se matiza por la devaluación, que vuelve más difícil aún la competencia con los productos chinos". Donde ve mayor margen de cambio positivo es en ciertas specialties, aunque afirma que "eso depende de que dejemos de tener en los commodities más del 80% de nuestras exportaciones como ocurre hoy" y advierte que "no está claro cuánto eso pueda aportar a la redistribución de la riqueza".

Cesarin coincide en que "dependerá de qué tipo de productos y oferta vamos a tener para China" y, aunque reconoce que "difícilmente podamos cambiar la matriz de nuestro comercio exterior con China", sugiere que Argentina incorpore a su visión a los países del este asiático. "Tenemos un trabajo de intelección, comprensión y diagnóstico sobre eso muy fuerte que hacer. Podemos potenciar nuestra inserción en cadenas regionales de valor en China pero más aún en otros países de la región que por preferencias arancelarias o intrazona puedan acceder más fácilmente al mercado chino. China puede llegar a ser un nodo para llegar a toda la región o la región puede ser un punto de apoyo para llegar al mercado chino", asegura.

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