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El frente fiscal, encrucijada del próximo presidente

¿Cómo será la reducción del gasto del próximo gobierno?

30 marzo de 2015

(Columna de Facundo Matos)

A cuatro meses de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) es poco lo que puede hacer el Gobierno para modificar de manera drástica el legado que le dejará en materia económica a la próxima administración. Los desajustes que hasta hoy llegaron quedarán, aunque es poco probable que otros problemas se agreguen a la lista.

En líneas generales, el próximo ministro de Economía recibirá una economía estancada, con atraso cambiario, elevada inflación aunque desacelerándose (a cerca de 25% anualizada), tarifas atrasadas, un déficit fiscal en el orden del 6-7%, uno de los niveles más elevados de presión tributaria y gasto público de la historia económica argentina, exportaciones e importaciones en caída, restricción externa, baja ?o nula? creación de puestos de trabajo en el sector privado, bajas reservas, escasa inversión y recesión en el ámbito de la producción industrial.

Como contrapartida, Argentina está poco endeudada en dólares, las tasas de interés internacionales siguen siendo históricamente bajas, hay apetito en el mercado para prestarle dinero al país o invertir en empresas y proyectos en Argentina, los salarios podrían llegar a crecer algunos puntos porcentuales en términos relativos frente a la inflación y como consecuencia, podría haber un leve “veranito de consumo” hacia el segundo semestre, como planteaba Miguel Kiguel en una reciente entrevista con El Economista.

En suma, la principal deuda que dejará el actual mandato de Cristina Fernández el próximo Gobierno será la necesidad de reordenar la macroeconomía y volver a encauzar al país en la senda del crecimiento registrado entre 2002-2008 y durante el bienio 2010-2011. El frente fiscal, en ese contexto, será uno de los focos a corregir.

Lo positivo es que para ello contará con un escenario sin conflictividad social a la vista y con el recambio de gobierno como motor de nuevas expectativas y la luna de miel que goza todo recién asumido como telón de fondo. El desafío estará en hacerlo exitosamente, sin potenciar la inflación ni golpear el poder adquisitivo de la población. Los equipos económicos de los presidenciables con mayor intención de voto ya esbozaron algunas propuestas en apariciones televisivas, proyectos legislativos y eventos de campaña. Pero, ¿hasta qué punto son viables?

Desafíos y preguntas

Lo primero que anunciaron los precandidatos opositores es que si llegan a la Presidencia eliminarán las retenciones a todas las economías regionales y reducirán el impuesto a la exportación sojera gradualmente hasta alcanzar cero. En 2014, los derechos de exportación explicaron el 7,5% de la recaudación ($ 84,088.2 M, según la Administración Federal de Ingresos Públicos -AFIP-) con la particularidad de que lideraron el crecimiento de los recursos tributarios frente a la desaceleración en términos relativos de la recaudación por IVA, impuesto a las Ganancias y Aportes Personales y Contribuciones patronales.

¿Cómo se va a obtener esa porción de los ingresos si no es por medio de las retenciones? Lo mismo se puede preguntar a partir de la reducción del impuesto a las Ganancias, otra de las propuestas que promueven todas las fuerzas que aspiran a ocupar el Gobierno. Elevar los topes a partir de los cuales se paga el tributo es una de las demandas de los sindicatos que convocan a un paro para el martes 31. Los partidos de la oposición comparten ese reclamo.

Algo en torno a lo que todos coinciden es que los planes sociales no deben ni pueden eliminarse. Si bien desde algunos espacios, por ejemplo, se propuso reducirlos gradualmente a medida que crezca el empleo, está claro que con un cuadro como el actual, una parte de la población precisa de transferencias no remunerativas para alcanzar un mayor nivel de ingresos. En ese sentido, si quiere alivianar la carga impositiva el desafío del próximo Presidente será encontrar la manera de mantener los gastos sociales aun cuando decaiga la recaudación por el impuesto a las Ganancias y por los Derechos de Exportación, que entre ambos explican el 40% de la recaudación del Estado Nacional. El mayor nivel de actividad puede cerrar esa brecha. Pero en cualquier caso habrá que financiar la transición. Nuevamente la oportunidad y los plazos se ubican en el centro del debate para implementar medidas sobre las que hay coincidencias.

El crédito externo a tasas razonables, a partir del cambio de gobierno, podría servir para hacer reordenar la macro sin sobresaltos ni medidas abruptas. El crecimiento del sector privado debería ir licuando el peso estatal en la economía.

En cambio, es lo que pareceríaque hay más margen de maniobra es en torno a los subsidios, que en la última década han crecido ininterrumpidamente hasta llegar a representar la friolera de 5% del PIB. Como es sabido, las transferencias para alivianar la carga de las tarifas de transportes públicos, energía, agua y gas han beneficiado mayoritaria y casi exclusivamente a sectores de poder adquisitivo medio y alto de la zona metropolitana del Gran Buenos Aires (GBA), que son los que menos sufrirían de una suba de tarifas que se encuentran congeladas en cifras irrisoriamente bajas.

No obstante, la reducción de los subsidios no puede ser de shock ni llevarse a cabo en soledad. Los primeros perjudicados de que así fue ra serían los sectores que perciben esos ingresos y que verdaderamente los precisan, pero el efecto podría expandirse a toda la sociedad si al reacomodar esos valores se potencia el cuadro inflacionario. Ese, según Kiguel, es el principal desafío del próximo Gobierno: sincerar las variables sin aumentar la inflación.

La agenda de quien asuma y su equipo económico no será caótica, pero tampoco será fácil. En el frente fiscal, para Marcelo Capello, presidente del IERAL de Fundación Mediterránea (ver entrevista), “tendrá un doble desafío: bajar el déficit fiscal, primero, y los impuestos, después. Lo primero para ordenar las cuentas del Estado, no seguir sumando endeudamiento público y ayudar a disminuir la inflación. Lo segundo, para generar una economía más competitiva a mediano y largo plazos, que pueda exportar al mundo”. Cómo lo hará, en tanto, dependerá de las condiciones que reciba cuando asuma y de las medidas que plantee para acompañar la reducción del déficit fiscal sin golpear el bolsillo de quienes tienen ingresos fijos ni retroalimentar el proceso inflacionario.

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