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El contexto externo tampoco será un aliado del próximo Gobierno

El mundo será más hostil con el que asuma

03 marzo de 2015

Ya se sabe. El próximo Gobierno no tendrá una tarea simple. Enfrentará Y varios desafíos y una herencia económica complicada. Atender los diferentes frentes al mismo tiempo no será fácil y es probable que no se pueda hacer al mismo tiempo. ¿Cómo hacer, por ejemplo, para bajar la inflación y, al mismo tiempo, corregir las tarifas para contener los subsidios y devaluar el peso en término reales para recuperar competitividad y poner el precio del dólar en un lugar de equilibrio? Pero hay un tema del que no se habla mucho y es que hay un trasfondo global que hará más difícil el proceso de ajuste, que muchos juzgan inevitable: la economía argentina sigue perdiendo competitividad y el viento de cola se frenó.

El peso se devalúa a un ritmo menor al de la inflación local y, por ende, producir en Argentina es cada vez más caro en dólares. El tipo de cambio se retrasa y el país pierde competitividad-precio. Los socios comerciales del país, además, están devaluando y recuperando competitividad, agravando el retraso del tipo de cambio multilateral. Los resultados están a la vista: las exportaciones caen, sobre todo las de aquellos sectores menos eficientes, y la canasta exportadora se reprimariza. Los socios comerciales del país, asimismo, están creciendo menos (Brasil está estancado y la locomotora china pisó el freno), lo que también complica la colocación de productos argentinos en esos mercados. Al mismo tiempo, los precios de las exportaciones caen y, por ende, cada tonelada que se vende se traduce en menos dólares que ingresan al país. El próximo Presidente se encontrará con exportaciones en baja, términos de intercambio en caída y con un saldo comercial muy bajo, un panorama muy lejano al de los años mozos del modelo cuando las exportaciones crecían más de 20%, las commodities volaban, Brasil crecía al 4%, China al 10% y el superávit superaba los US$ 10.000 millones anuales. Reanimar las exportaciones y recuperar dólares genuinos con semejante atraso cambiario, con un mundo más hostil, con precios en baja y con una presión tributaria alta sobre el sector productivo no será fácil.

En el horizonte asoma otra maniobra de pinzas compleja: la Reserva Federal de Estados Unidos subirá la tasa de interés y eso redundará en un dólar más alto, commodities más bajas, salida de capitales de la región, devaluación de las monedas emergentes y, por último, menos crecimiento en las economías emergentes, que ya vienen pisando el freno desde hace un par de años.

¿Vuelve la deuda?

El contexto externo, en el marco de una restricción externa (o “eterna”, al decir de Aldo Ferrer) asfixiante, no será un aliado del nuevo Gobierno que, a lo sumo, podrá apostar a que no empeore más. Sin capacidad de “vivir con lo nuestro”, salvo que medie un indeseable ajuste de magnitud, el próximo Gobierno probablemente recurra al financiamiento externo, como muchos creen. Pero aquí la herencia también mete la cola porque el país, producto del default técnico y la manipulación del Indec, tendrá complicaciones para acceder a los mercados externos, sobre todo si se atiene a la legislación estadounidense, a tasas bajas. El buen dato es que en 2016 no hay vencimientos de deuda y que el país se ha desendeudado (el stock de deuda pública en moneda dura es bajo relativo al PIB) y tiene un margen amplio para apalancar la economía con deuda sin entrar en una crisis a corto plazo. ¿Será lo que viene?

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