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Las cadenas agroalimentarias

Mirando al 2016

22 diciembre de 2014

El año 2015 parecería presentarse como un poco mejor (o algo menos malo) que el año actual, considerando que 2014 cerraría con una recesión del orden de 2,5% anual. Este pobre guarismo consolida tres años de estancamiento, 2012-2014, con un alza acumulada de apenas 0,2% promedio anual. El año próximo, en nuestra expectativa, tendría un escalón (algo) menor de inflación, en el orden de 30- 35% anual, un tipo de cambio más atrasado así como emisión más gasto público nacional incesante, en un contexto de política económica que busca “pilotear” la recesión, evitando una crisis vía el cepo cambiario (que impide una corrida cambiaria) como también vía una política social que no tiene empachos en mantenerse en incrementos de gasto poco sostenibles en el futuro.

El nivel de actividad ?y el empleo? del sector privado seguirán pagando la recesión, y el PIB quedaría con un crecimiento cercano a cero, de no mediar nuevos errores. En este contexto, la producción agropecuaria y agroindustrial, a diferencia de otros años, se enfrentará a repetidos pero agravados problemas, que le impedirán actuar como compensador de los déficit de la macroeconomía.

La herencia de 2014 no es precisamente la mejor. Desde la economía internacional, las intensas nevadas récord, sumadas a un clima posterior excepcional, motivaron una supercosecha de Estados Unidos en 2014, con 105 millones de toneladas (M/tn) de soja sobre un máximo anterior de 90 M/tn, y con nuevos records de maíz, con 365 M/tn. Esto provocó un derrumbe de los precios internacionales: la soja cayó en seis meses desde 550 US$/tn hasta 370 US$/tn. El precio de las commodities parece haber encontrado un nuevo piso, 40% por debajo del anterior, casualmente, o no, similar al del petróleo crudo, que también por un exceso de oferta percibido como estructural, ha visto caer su precio en esa proporción en pocos meses.

El clima aún no se expresó, y si bien no se espera un verano con mayores sorpresas para la producción sudamericana, habrá que aguardar la definitiva marcha de la cosecha gruesa. En tanto, nuevas nevadas récord en EE.UU. anticipan, si el clima es benigno, otra cosecha alta en 2015, lo que haría que la acumulación de stocks sea tan grande, de modo de condicionar los precios de 2016. Todo en un mundo con menor crecimiento, menor comercio y, por ende, menor ritmo de importaciones mundiales de granos y alimentos.

Desde la política económica agroalimentaria argentina no se pueden esperar cambios sustanciales en 2015. El rol del Banco Nación no deja de sorprender, en el marco de una política económica definitivamente equivocada hacia las cadenas agroalimentarias. Si desde el cepo cambiario los dólares se destacan por su escasez, no se explica cómo se siguen agregando restricciones de política al sector más dinámico en la generación de divisas, como lo son estas cadenas, que generan más del 65% de las exportaciones. El nuevo cepo crediticio a imponer desde enero por el BNA a los productores que no hayan liquidado soja en los últimos meses es un aliciente a la complicación de la siembra 2015.

Se anticipa, luego, para los productores, un mayor esfuerzo en la estrategia financiera, reduciendo costos y evitando expansiones de gastos, produciendo de la manera más prudente, con la idea de no arriesgar el capital, poniendo el ojo más en la solvencia que en lo que pase tranqueras adentro. Y a la espera de vientos favorables desde 2016.

El costo de los insumos agrarios en dólares, el cepo a las importaciones (el BCRA estaría debiendo US$ 5.000 M por importaciones de 2014), y la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar real de importación a precio final de los insumos son un cóctel difícil de superar para productores que han visto menguada su liquidez en 2014. Sin razones para la reinversión, las ventas de maquinaria agrícola se desploman . La actividad frigorífica y láctea se enfrenta a los mismos problemas de los últimos años, con restricciones a la exportación. La amplia industria alimentaria se mantiene, pero en un contexto de recesión, con demanda acotada de sus productos. Por el lado de las economías regionales, el tipo de cambio atrasado hace mella en la rentabilidad, y muchas actividades en las provincias seguirán con serios problemas de sustentabilidad, desde vinos y aceites de oliva hasta frutas de todo tipo. La falta de mano de obra permanente y también la golondrina, ligada a un mercado laboral ineficientemente regulado en función de la cantidad de planes sociales, es otro elemento discordante.

El año será más difícil en las ciudades pequeñas del interior que en las metrópolis o capitales de provincia, donde el peso del sector público amortiguaría los efectos sociales, a la par de incrementar insosteniblemente el gasto público y complicar la herencia del 2016.

Proyecciones

En materia de expectativas de producción, precios internacionales y exportaciones, se prevén entonces menores exportaciones de las cadenas agroalimenticias por entre US$ 5.000 M y US$ 8.000 M, dependiendo de la cosecha y los precios externos, lo que no será neutral para las reservas del BCRA. Cabe recordar que la producción granaria total está virtualmente estancada (2008-2014) casi no pudiendo superar en promedio ?salvo en 2013? los 100 M/tn, cuando el potencial apunta a por lo menos 130 M/tn, si no existiera la actual intervención de los mercados.

En la perspectiva de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA), para 2015, de los 25 M/tn de maíz de 2014 se caería hasta 20 M/tn, debido a una caída en la superficie sembrada de 4,5 M de hectáreas hasta 3,6 M. Los mayores costos relativos de su siembra (fertilizantes y agroquímicos), ante la falta de liquidez, junto al menor precio internacional, el efecto de las retenciones y los ROE sobre el precio interno, son decisivos. Obviamente, esta menor superficie de maíz implicará mayor siembra de soja, llegando a un record de 21,2 M de hectáreas. Con todo, no serán fáciles de superar los 54 M/tn de 2014, en una campaña que será avara en términos de insumos, por la menor liquidez de los productores.

En suma, un año difícil, en el cual lo importante para los actores de las cadenas agroalimentarias será “aguantar” financiera y patrimonialmente. Luego, esperar que desde 2016, dada la necesidad imperiosa de divisas para solucionar parte de los grandes desequilibrios macroeconómicos heredados, venga con una nueva y razonable política económica que permita a estas cadenas desarrollar todo su potencial en materia de producción regional, empleo genuino y aporte en divisas.

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