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La tasa de pobreza

Una medición alternativa

28 octubre de 2014

(Columna de Federico Muñoz, Cecilia Paniagua y Francisco Mattig, economistas de Federico Muñoz & Asociados)

El año pasado, el Indec dejó de difundir la tasa de pobreza invocando presuntos problemas metodológicos. Creemos sin embargo que el verdadero motivo de la interrupción fue un rapto de pudor de las autoridades. El último dato difundido había sido el 4,7% correspondiente al primer semestre de 2013, un guarismo inverosímil aún para las propias huestes kirchneristas.

En este contexto, nos propusimos cubrir el vacío estadístico con una medición propia de la tasa de pobreza respetando la histórica metodología oficial. Esta metodología considera pobre a todo grupo familiar cuyos ingresos no alcanzan a cubrir el costo de la Canasta Básica Total (CBT), esto es, un conjunto definido de alimentos y otros bienes y servicios elementales. Por su parte, una familia es indigente cuando su ingreso no basta siquiera para adquirir la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Los datos de ingresos familiares y de la composición de un hogar se extraen de la base de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) cuya publicación, afortunadamente, el Indec no ha discontinuado (y, según expertos, no habría sido manipulada).

El paso crítico del ejercicio de cálculo de la tasa de pobreza es la determinación del valor de la CBT. Como es de público conocimiento, a partir de 2007 el Indec comenzó a subestimar la inflación y, por ende, hizo lo propio con las valuaciones de la CBT y CBA imputando a las mismas valores ridículamente bajos. De allí, los niveles escandinavos de pobreza e indigencia que reportara el Indec para el primer semestre de 2013.

Lamentablemente, no abundan las estimaciones del costo de la CBT alternativas a la del Indec (existen, en cambio, un gran número de valuaciones no oficiales de la CBA). Entre las escasas opciones disponibles, encontramos a la estimación de la CBT que elabora FIEL desde mediados de 2008 como la más satisfactoria, por las razones que detallamos a continuación:

La CBT puede dividirse en un componente alimentario (la CBA) y uno no alimentario. Comenzamos evaluando la consistencia de la estimación de la CBA. Podemos comprobar que la valuación de FIEL de esta canasta es similar a la de las estimaciones que elabora la organización Barrios de Pie en diversas ciudades. Si bien no hay estimaciones de la línea de indigencia sensiblemente más bajas que la de FIEL, sí existen otras sustancialmente más elevadas (como las de Bevacqua o Tierra del Fuego), lo que invita a pensar que la línea de indigencia que define FIEL sería una estimación conservadora.

Además, la valuación de la CBA FIEL a partir de julio de 2008 parece consistente con la del Indec preintervención. El primer valor de la serie de la CBA FIEL fue 60% más alto que la del Indec de diciembre de 2006 (último dato no manipulado), en tanto que el aumento del capítulo Alimentos del IPC Provincial Sintético en ese mismo período fue de 58%.

Comprobamos que la estimación CBA de FIEL es satisfactoria. Restaría corroborar la consistencia del componente no alimentario de la CBT de FIEL. Un posible ejercicio a tal fin es tomar dicho componente de la CBT Indec a diciembre de 2006 (último dato confiable) y desde entonces actualizarlo por la inflación no alimentaria promedio de las provincias. Construimos entonces una proxy de la CBT sumando la CBA de FIEL y la canasta no alimentaria de Indec actualizada a partir de diciembre de 2006 por la inflación provincial. La serie correspondiente (“Empalme” en el gráfico adjunto) presenta valores muy similares a los reportados por la CBT de FIEL.

Según FIEL, al cuarto trimestre de 2013, un adulto necesitaba percibir al menos $ 1.253 al mes para no caer en una situación de pobreza. Según el Indec, la línea de pobreza en ese mismo período se ubicaba en $ 568 mensuales. Habiendo definido la adopción de la CBT FIEL como línea de pobreza, procedemos a calcular la proporción de pobres recurriendo al programa STATA, un software estadístico que permite procesar la información brindada por las bases de microdatos de la EPH. El programa identifica cuantos hogares (y personas) poseen ingresos inferiores a sus respectivos umbrales de pobreza.

El gráfico presentado a continuación compara la tasa de pobreza oficial con nuestra estimación. En su construcción, utilizamos la CBT del Indec hasta fines de 2006; un empalme en base a la inflación provincial entre comienzos de 2007 y mediados de 2008 y la valuación de FIEL desde entonces.

Como puede apreciarse, nuestra estimación coincidía con la del Indec cuando no había sido intervenido y diverge a partir de 2007. Hasta la penúltima actualización (el 17,4% correspondiente al cuarto trimestre de 2013), admitíamos que nuestro cálculo de la tasa de pobreza resultaba algo menor al que hubiésemos esperado y menor también al que se suele propalar desde usinas opositoras. Pero así como nos sorprendía aquel registro, hoy debemos decir que nos llamó la atención la magnitud del incremento de la pobreza en la primera mitad de 2014. Según nuestra estimación, la tasa de pobreza trepó en el segundo trimestre de 2014 a 22,8%, más de cinco puntos de aumento desde fines del año pasado. Esta fuerte suba reciente de la pobreza obedeció al doble golpe que afectó en la primera mitad de 2014 a los bolsillos de los hogares más humildes.

Para empezar, la propia EPH dio cuenta de una caída sensible de la tasa de empleo que diezmó los ingresos de muchas familias. Más importante todavía: la brutal aceleración de la inflación de las canastas de consumos populares mermó el poder adquisitivo real de los sectores menos pudientes. En efecto, según la valuación de FIEL, el costo de la canasta básica total aumentó 43% interanual al segundo trimestre; una suba muy superior a la que seguramente tuvieron los ingresos del grueso de las familias en los estratos sociales más bajos. La inflación de la canasta básica continuó acelerándose en el segundo semestre (a septiembre, ya superaba el 47%). Con la profundización de la recesión, descontamos que también debe haber seguido aumentando el desempleo.

Todo parece indicar entonces que ingresaremos al 2015 con una tasa de pobreza superior al 25%; nivel no muy lejano al de finales de los ´90. No deja de ser tristemente irónico que el ciclo kirchnerista, en teoría signado por la búsqueda de la inclusión y la lucha contra la inequidad, se encamine a culminar con indicadores sociales similares a los de los denostados '90.

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