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No es lo mismo

El crecimiento y los stocks

02 septiembre de 2014

(Columna de Carlos Leyba)

Hace un tiempo un importante dirigente del radicalismo acuñó una frase muy apropiada para observar el devenir de algunas circunstancias críticas. La frase reza: “No es lo mismo verla venir que irla a buscar”. Es muy clara.

Hay circunstancias o conductores que “la ven venir”. Y uno imagina en ellos un ejercicio productivo de la inteligencia, de la comprensión, de los acontecimientos. El general Juan Perón que, de acuerdo a las adscripciones declaradas, tenemos la presunción que inspira a la decena de lectores de su “Manual de Conducción Política” que ?en uno u otro lugar y en uno u otro tiempo? han conducido y conducen, y tal vez conducirán, todo o parte del aparato estatal, enseñó que “la historia se cabalga”. De lo que se trata es advertir los llanos, los obstáculos, los ascensos y las quebradas, a tiempo. La historia está preñada de llanos y quebradas; de descensos y obstáculos. La virtud del que “la ve venir” es la conducción apropiada para cada circunstancia. Y eso es capacidad de anticipación. Estar montado no significa conducir. Bien sabemos que uno puede terminar siendo conducido por la bestia sin razón. En otras palabras que lo que está por venir exige, en cualquier caso, preparación; y esa tarea obliga a prever o, en otras palabras, que gobernar es prever.

Pero también hay circunstancias o conductores que “la van a buscar”. Que se arrojan a los días que se suceden a como dé. Y puede que la suerte les venga grata; o que, por el contrario, les sea ingrata. Y que le ponen galope a lo que montan, sin considerar “como viene”, simplemente porque sienten el mandato de que la “van a buscar”, y atropellan sin mirar si llano, quebrada o descenso. El General, en sus gobiernos y en aquellos en los que participó, hizo del “verla venir” un culto. El Consejo de Posguerra, los Planes Quinquenales y el Plan Trienal fueron su manera de pensar largo sobre lo que viene. Y fuera del poder, en el exilio madrileño, escribió, por ejemplo, el “Mensaje ambiental a los pueblos del mundo” en febrero de 1972. Es decir “verla venir” era para él la mejor manera de montar sensatamente la historia. Demasiado obvio como para no compartirlo.

Nuestro presente

Entonces, cabe preguntarnos, aquí y ahora, ¿cuánto hay -en la actual política económica - de “verla venir” y cuánto de “irla a buscar”? Cuando uno está en la posición de “verla venir”, primero acumula información veraz, otea el horizonte desde el punto de mira más alto que se pueda, y se prepara. Verla venir es la mejor manera de aprovechar oportunidades. O cuando vienen malas verla venir es la manera imprescindible de formar barreras protectoras. Cuando de crisis se trata, es decir, cuando rigen los desequilibrios, el que se pone en “verla venir” primero se preocupa, segundo genera reacciones de reducción de costos, de control de daños. “Verla venir” es la primera condición que debe reunir aquél que asume la conducción. Recibir sorpresas, cuando son malas, es definitivamente riesgoso. Cuando uno la “va a buscar” ?cuando estamos hablando de crisis? lo primero es que, en realidad, uno ignora y ningunea, a la crisis ? a los desequilibrios - y a sus consecuencias. O, lo que es lo mismo, desprecia sus costos. Digamos que uno la “va a buscar” justamente porque ignora de lo que se trata. Estar montado no significa que uno sabe donde va.

Los recursos

Tal vez la respuesta a esta pregunta sobre la actual gestión este en observar el nivel de los stocks. Los flujos muchas veces confunden. Y la observación de los stocks, en general, ayuda a tener claridad.

En los últimos años la economía nacional fue reduciendo algunos de sus stocks: las reservas en poder del Banco Central, las reservas energéticas comprobadas, la fertilidad del suelo castigado por el monocultivo extremo, las cabezas de ganado, el agotamiento de la capacidad ociosa sin reposición de capital, etcétera. Y eso fue consecuencia, en todos los casos, de políticas deliberadas. La deliberación puede ser por comisión, por el hacer, (por ejemplo, en materia ganadera) o por omisión, por el no hacer (por ejemplo, en materia de suelos). La política económica, como toda la política pública, se define tanto por el hacer como por el no hacer. Al “hacer” se le pone prensa. Al “no hacer” se termina poniéndole explicaciones cuando es demasiado tarde. Si en algún momento los gestores de la política económica la hubieran visto venir, si hubieran mirado los datos verdaderos y no se hubieran autoengañado, seguramente habrían ensayado una política frente a la omisión de acción o hubieran intentado otra ante el fracaso de la política encarada.

La única verdad es la realidad. Y los stocks fueron para atrás.

Llevamos muchos años repitiendo los mismos errores. Muchos de las declinaciones de stock mencionadas tienen más años que las últimas gestiones (energía, suelos, inversiones). Y mucho se ha repetido y advertido acerca de esas declinaciones. Nadie puede alegar “no lo sabía” o “no me dijeron que venía”. Siendo así lo más probable es que, los que conducen, fueron a buscar la declinación de esos stocks, la tendencia al agotamiento. ¿Qué implica la tendencia al agotamiento?

Lecciones y consecuencias

Unos ejemplos breves. La tendencia al agotamiento de las reservas del BCRA implica desde desnudar la incapacidad de manejar las expectativas cambiarias hasta debilitar la capacidad de sostener el nivel de actividad económica y, a la vez, cumplir con los compromisos de pago comprometidos. Esto hoy está sonando fuerte. En segundo lugar, la tendencia al agotamiento de las reservas energéticas implica comprometer el saldo de la balanza comercial más allá del déficit de la balanza comercial externa de la industria. Lo de la energía hoy se patea fuera de la cancha al grito de Vaca Muerta que, claramente, la estamos yendo “a buscar”.

Pero sin quitarle ni un pelo a la virtud de la Vaca Muerta, es imprescindible mirar lo que detrás de allá “va a venir”. Y no me refiero a la ecología del ambiente, sino a la supervivencia de la capacidad de generar valor agregado cuando realmente llegue el alud de inversiones en dólares y la cotización del dólar se desplome o cuando lleguen los dólares de la inundación del fracking. No pensar en lo que “va a venir” es una de las oportunidades devoradas a las que nuestra dirigencia política nos está acostumbrando.

Volviendo al agotamiento pre-Vaca Muerta de las reservas, las importaciones compensatorias de energía jaquean la posibilidad de acumular reservas en el BCRA y a la vez financiar el déficit estructural de la industria. Por su parte, la reducción del stock ganadero jaquea los precios de la alimentación y contribuye a la merma del saldo exportador. La tendencia al agotamiento de la riqueza del suelo, como consecuencia de la tendencia al monocultivo, que incluye el agotamiento de la diversidad productiva que enriquece a las economías regionales, implica un crecimiento de los costos futuros. O, como mínimo, una baja en el horizonte de la productividad.

Finalmente, el agotamiento de la capacidad ociosa, sin la reposición amortizadora o el incremento de la capacidad productiva, ocasiona un esclerosamiento del aparato de producción urbano que lo hace cada vez más dependiente de las importaciones.

¿Se puede resumir este comentario en algunas cifras? El promedio de la tasa de formación de capital desde 2004 hasta 2013 (Indec) fue de 18,26%. Promedio que baja durante los años de CFK y cae a 17% en 2021 y 2013. Muy pocas veces fue tan débil el proceso de inversión (pública y privada). Nada describe mejor la tendencia al agotamiento de los stocks que la tendencia a la debilidad de la inversión. A ese proceso de caída en la participación de la inversión lo fuimos a buscar. Es que nada hicimos cuando se lo veía venir con sólo mirar algunas estadísticas. Lejos de provocar una reacción positiva durante largo tiempo marchamos en la dirección contraria. No estamos hablando de los deseos de la actual gestión que se manifiestan con entusiasmo y que, más allá de las formas de expresión, los compartimos. De lo que estamos hablando es de los resultados observados mediante los stocks. Preocupa. Todo indica que estamos navegando a la búsqueda de esos problemas, negándonos a verlos venir.

Por otra parte, la declinación de los stocks afecta la productividad y la competitividad de la economía. Entre 2007 y 2013 las exportaciones en volumen crecieron 0,1%. Lo que ganamos, todo, se lo debemos a “los precios internacionales” de nuestras exportaciones. El volumen de las exportaciones mundiales, en ese lapso, creció 13,6%. Fuimos para atrás.

El futuro, ¿lo vemos?

¿Qué estamos “viendo venir” en materia de precios internacionales? Si las cosas hoy no son fáciles, por los resultados lo digo, ¿en el futuro probable cómo son? Gobernar es prever. La historia se cabalga. Jorge Gaggero, un tributarista de compromiso con el kirchnerismo, ha calculado que, entre 2004 y 2012, se fugaron del país US$ 110.000 millones. Es decir, una parte sustantiva del excedente del producto social no se convirtió en inversión, como lo prueba la más que modesta tasa de inversión de un país que, para recuperar su historia, necesita crecer a no menos del 7% anual acumulativo, crecimiento que de ninguna manera puede lograrse de manera sustentable con una tasa de inversión del 18% del PIB.

Claro, se puede “crecer” a costa de reducir los stocks. Pero la verdad es que eso es “irla a buscar”. Y eso no es lo mismo que crecer de verdad. No, no es lo mismo.

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