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La inflación en el mundo

¿Está dormida o finge que duerme?

10 septiembre de 2014

“La inflación dejó de ser un problema en el mundo” es una frase que se escuchó mucho en los últimos años en el país. Quizás en respuesta a esa afirmación, o quizás no, el prestigioso economista Kenneth Rogoff se pregunta en una columna reciente si la era de la alta inflación es parte de un remoto pasado que nunca más volverá. Según él, aún es temprano para cantar victoria y, por eso, sostiene que los economistas que traten a la inflación casi como una mera “curiosidad teórica” se equivocan.

Sí, hubo grandes avances con respecto a comienzos de los '90, dice Rogoff, cuando la inflación anual promedió 360% en Europa del Este, 230% en América Latina y 40% en Africa. Los bancos centrales tienen más herramientas, el público está más informado y los “antiguos modelos macroeconómicos keynesianos que alentaban la ilusión de que la política monetaria podía impulsar indefinidamente una economía con poca inflación y bajas tasas de interés” han quedado a un lado, añade.

Sin embargo, la inflación no desapareció. Veamos: a los casos de Argentina y Venezuela, donde los precios están subiendo al 40% anual, se le suman los de Turquía, Brasil, Nigeria, Indonesia, Rusia, la India y Uruguay, donde los precios suben entre 6% y 10% anual. “Puede que signifiquen una gran mejora si se comparan con los niveles de principios de los años 90, pero ciertamente no constituyen pruebas de la desaparición de la inflación”, dice Rogoff.

¿Y las economías avanzadas? No parece haber, hoy, un problema, pero los riesgos de que se rompa el aparentemente sólido consenso antiinflacionario pueden volver eventualmente. Según Rogoff, el nivel de inflación es una “decisión social” y “algunas de las presiones que ayudaron a contener la inflación durante las últimas dos décadas están desapareciendo” y explica: “La tasa de inflación a largo plazo de un país sigue siendo el resultado de decisiones políticas, no tecnocráticas. A medida que se va haciendo más difícil optar, aumenta el riesgo para la estabilidad de los precios”.

¿Qué pasaría si persistiera la lentitud del crecimiento de la productividad, siguieran los altos niveles de deuda y se mantuviera la presión para reducir la desigualdad a través de las transferencias de fondos estatales? No parece un escenario improbable por éstos días para muchos países avanzados.

“No hay garantía de que un banco central dado sea capaz de mantener su posición”, dice Rogoff y concluye: “La banca central moderna ha hecho maravillas para reducir la inflación. Sin embargo, en última instancia las políticas antiinflacionarias sólo pueden funcionar en el contexto de un marco macroeconómico y político comprometido con la estabilidad de los precios. Puede que la inflación se encuentre en estado latente, pero ciertamente no ha muerto”.

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