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¿Ellos, nosotros?

El país y la economía global

22 agosto de 2014

(Columna de Carlos Leyba)

Es cierto. El panorama económico mundial dista de ser promisorio. Cuando Cristina Fernández hizo alusión a los problemas de la economía mundial no estaba desencaminada. Pero falló en las comparaciones. El problema es que cuando uno habla de “nosotros y de ellos” es para comparar. Teniendo en cuenta los pronósticos para este año y el que viene, y las realidades pasadas, podemos afirmar que nuestros problemas económicos actuales no son consecuencia de un viento en contra. Hoy no estamos bien. Pero no porque el viento nos juegue en contra, sino porque el rumbo zigzagueante y el timón como maleta de loco han mareado al piloto. En esas condiciones, si el viento en contra llegara a venir, no estaremos bien parados.

El pasado exterior fue venturoso. El porvenir puede no serlo. Con la lluvia de soja no logramos prepararnos para las vacas flacas que a veces llegan. Y menos lluvia nos adelgazaría. Gobernar es prever. ¿Quién, en el sentido de prever, nos gobierna hoy? ¿Se puede prever sin información? ¿Por qué la sorpresa nos golpea a cada rato? Llegados a este punto es útil recordar que el crecimiento, bajo la administración Fernández de Kirchner, no ha sido un ejemplo de aprovechamiento de las vacas gordas. La desinformación estadística oficial nos ha metido en una tormenta de arena a todos y, lo que es peor, a los que deciden. En esas condiciones siquiera la brújula sirve para saber para donde rumbear.

La foto y la película

El primer año (2008) creció y el segundo (2009) retrocedió en forma. El tercero y el cuarto (2010 y 2011) creció a tasas altas, pero el quinto (2012) se estancó. El sexto (2013) volvió a crecer, en este (2014) se está desplomando y para el próximo (2015), lo mejor es esperar que se detenga la caída. No hablamos de inflación, que crece aún con recesión y amenaza más de 30%. Ni de inversión, que es escasa ?17% del PIB? aún cuando se ha crecido. Sólo ponemos el acento en que la trayectoria serrucho del PIB es un mensaje negativo. Las cifras del Indec siguen siendo no convincentes. Es cierto que es sólo el Indec quien dispone de recursos suficientes para realizar estadísticas de calidad. Pero sus datos no son consistentes con las evidencias de los indicadores más robustos. La información más consistente permite estimar que entre 2007 y 2015 nuestra economía habrá crecido aproximadamente 15%.

La inflación, por su lado y la inversión, por el suyo, no forman parte del tablero de control del Gobierno. No le preocupan ni se ocupan. Es que para CFK, con la misma lógica del pensamiento neoliberal y la ortodoxia, la salud del mercado se expresa en el consumo y para esa visión mecanicista es el consumo el que determina la inversión. Ninguno de los ministros K, repitiendo el canon de los últimos cuarenta años, ha pensado la economía en términos heterodoxos.

La heterodoxia es, esencialmente, centrar la política del Estado en la inversión reproductiva para cambiar el curso de la “tendencia natural” de la “dotación de factores”. ¿De qué otro modo se podría transformar la estructura de distribución sino se transforma la de producción y exportación?

Los 2000

El lavado de cerebro de los '90 llegó al FpV, que logró juntar menemistas, radicales, viejos bolches, erpianos y hasta peronistas de Perón con un discurso que se autoreferencia como “progre”, pero que no ha hecho más que consolidar la ortodoxia estructural primarizante (por ejemplo, sojización) y amenaza a potenciarla al grito de Vaca Muerta. Procura ser juzgada por sus intenciones, que no serían sus acciones. Con excepción del accionar en materia de controles y subsidios. Pero esas herramientas han sido comunes también en los gobiernos más conservadores. Lo que define su carácter es si sirven o no para transformar la estructura. Este, como los que lo precedieron, no es el caso. Y ahora la frutilla del postre como indicador de paradigma. El FpV promueve la liberación del consumo de drogas, lo que implica de suyo la liberación de su distribución y producción. ¿Frutilla? Sí. Su principal impulsor ha sido el cerebro de Chicago, don Milton Friedman. El “mercado” todo lo resolverá. ¡Lo que hay que oír!

El final y lo que viene

El Gobierno de CFK terminará con una tasa de crecimiento de más o menos 1,5% acumulativo. Los números oficiales tal vez pueden sumarle algo. El PIB por habitante ha crecido, entre sumas y bajas, poco. Todas las tensiones que hoy vivimos, además de los problemas de la deuda, vienen de esa productividad que se resiste a crecer porque las políticas no sintonizan con la realidad. Un ejemplo es la economía mundial a cuya comparación Cristina nos ha convocado la semana pasada. Los pronósticos del FMI, la OCDE, la Comisión Europea y el Consensus Forecast coinciden en que la economía mundial, en 2014, crece más que en 2013 y en 2015 lo hará más que 2014. Algo más de 2% para el año pasado, 3% para este y 3,5% para 2015. Nada extraordinario para ellos. Pero ninguna razón externa para que crezcamos menos que el promedio mundial.

Las cifras mundiales no reflejan la velocidad, ni las de la distribución, requeridas para la resolución de las dificultades de empleo que aquejan al planeta. El problema que ese crecimiento mundial, además de escaso, presenta varios frentes de tormenta que pueden debilitarlo. Hoy las cifras no son malas; pero pueden empeorar. Para la Argentina los anuncios reactivantes de estos días son insuficientes. Las disculpas de CFK por el estancamiento se han basado en el mal desempeño del mundo. Pero, en promedio, el mundo está creciendo más que nosotros. A partir de la inspiración comparativa internacional de CFK tal vez encontremos pistas para leer lo que pasa en la nuestra.

La economía de China está desde 2010 en un sendero de declinación de su tradicional modelo de crecimiento orientado por las exportaciones de las industrias de bajo costo de mano de obra. Lo que marca el nuevo ritmo “mercado internista” es la construcción que, desde 2008, tiene un peso creciente en el PIB. La amenaza es que se observa en China una caída en los precios de los inmuebles. La tasa actual de 7,4% de China es fundamental para que se verifique el 3,5% mundial en 2015.

Brasil, la India y Sudáfrica experimentan cuellos de botella propios de la “falta de desarrollo” que acompañó a la expansión de los precios de las commodities. Tienen un cuello de botella en energía o en infraestructura o en la formación de la mano de obra.

Los países maduros sufren condiciones que ponen en riesgo tasas de expansión que no son elevadas. Estados Unidos, por ejemplo, está sufriendo un “cambio de modelo”. Los salarios reales estancados y tasas de interés al alza, tienden al freno del mercado inmobiliario y del consumo masivo, y acentúan la concentración de la riqueza que reduce la presión coyuntural del crecimiento por consumo. Si bien el mundo no está operando en contra de nuestro crecimiento, porque ha crecido más que la economía argentina, la expansión del mundo es débil, pero el nuestro lo es mucho más.

¿Qué lección nos ofrece el mundo? Los riesgos de desaceleración que hemos identificado en China, en los demás emergentes y en los Estados Unidos nos sirven para una reflexión comparada acerca de nuestra economía.

Las lecciones

La predominancia de la construcción (y la residencial) en el crecimiento chino anuncia debilidad a consecuencia del alza del precio de los inmuebles. El desplazamiento de las exportaciones industriales está acusando problemas. El crecimiento de la economía K fue intensivo en construcción. A partir del “cepo cambiario” lo inmobiliario se derrumbó. Y si bien nunca las exportaciones industriales fueron motor de la economía, es bueno observar que, en China, la construcción no ha podido sustituir la dinámica de la industria. Esta sería una primera lección de economía comparada. La construcción no es un motor resistente. El motor resistente es la industrialización exportadora.

Los demás países emergentes frenan por los cuellos de botella que afectan la productividad sistémica. Debilidad de la infraestructura y de la formación de la fuerza de trabajo. Esa “debilidad” es nuestra. Por ejemplo, a pesar del bono demográfico y a consecuencia de la pobreza, nuestro potencial ?en ese terreno? es una debilidad desde la perspectiva del futuro de la productividad. Y ni hablar de la infraestructura que más que una facilitación para el sistema productivo es, aquí y ahora, un sistema de barreras por su enorme carencia. A pesar de nuestro potencial sabemos lo que pesa la restricción de la energía. Las cuestiones que podrían afectar la tasa de crecimiento en los países emergentes, también nosotros las tenemos y son las que nos frenan. Segunda lección.

Tercera lección. A Estados Unidos hace rato que le cabe la frase de Paul Krugman “esta generación será la primera que vive mejor que lo que vivirán sus hijos”. Retroceso. Nosotros lo sabemos porque, descontando el beneficio del progreso por el mero transcurso del tiempo, lo estamos experimentando hace cuarenta años. En esta etapa el crecimiento de Estados Unidos está condicionado por la concentración y distribución inequitativa que hace que la productividad no se distribuya y que el sistema tienda a ahogarse. Eso es lo que pasa cuando baja la masa salarial. Una tercera lección para evaluar el porqué nosotros crecemos tan poco.

Cristina asoció la desaceleración argentina a la de las demás economías. Pero no tuvo en cuenta los factores endógenos. Veamos. Tenemos el “peligro a la manera de la desaceleración china” porque no hemos incorporado como motor una política de industrialización y no hemos destinado recursos financieros de largo plazo a la capitalización productiva, sino a construcciones residenciales de baja productividad social. Tenemos el “peligro a la manera de la desaceleración de los emergentes” por ausencia de infraestructura y debilidad para aprovechar el bono demográfico y la crisis energética. Y tenemos el “peligro a la manera de la madurez yankee” por un nivel de salarios y una estructura distributiva que impide que la productividad se transforme en la dinámica de consumo que sólo la logra un proceso distributivo que depende de la estructura productiva. Y ahí volvemos a la industrialización y a la inversión reproductiva. Nuestras ausencias.

Las palabras de CFK han servido para sugerir que tenemos que crecer como mínimo como el mundo o más que el promedio. Una lista breve y programática: industrialización, infraestructura, pobreza, educación equidad social, energía (mirar el potencial renovable). La experiencia de los otros países nos dice que la ausencia de esas cosas “desacelera”. Y en nuestro caso es lo que no nos permite crecer. No es el mundo el que nos pone esas trabas, sino la política que no ha sabido desde hace rato diagnosticar y procurar resolver los problemas profundos. No son ellos, somos nosotros.

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