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La desigualdad

El séptimo mandamiento de Orwell

06 junio de 2014

(Columna de Jorge A. Paz, economista, investigador del CONICET y del IELDE)

Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. La célebre frase de George Orwell en “La Rebelión en la Granja” sirve para poner en contexto la evolución de la desigualdad en las diferentes jurisdicciones de la Argentina durante la última década. Es que si bien la desigualdad a nivel de todo el país cayó (y cayó mucho), en algunos centros urbanos ese avance fue menos intenso que en otros y tuvo características peculiares.

La Argentina: 2003 y 2013

Puede afirmarse con certeza que la desigualdad ha disminuido entre 2003 y 2013, y que lo hizo a una velocidad cada vez menor. Entre 2003 y 2008 el coeficiente de Gini para el conjunto de centros urbanos pasó de 57 al 44. De esta manera, la Argentina estaría aproximándose a los países de menor desigualdad de América Latina. Para ilustrar este proceso nótese que la diferencia entre 57 y 44 es similar a la observada en la región en 2009 entre Bolivia y Uruguay, según consta en un estudio realizado por Leonardo Gasparini y otros investigadores del CEDLAS de la Universidad Nacional de La Plata.

Por otra parte, la menor velocidad de descenso es bien marcada: en los primeros cinco años, cayó 3,2 puntos Gini (pG), mientras que entre 2008 y 2013, 2,1 pG. Este es un resultado esperable para una variable que comenzó el período con un nivel extremadamente alto. En el año 2003, la Argentina ocupaba a nivel región uno de los puestos más altos en desigualdad. No obstante lo esperable de la reacción, la caída en el país fue muy fuerte, más que la media latinoamericana, progreso en el que tuvo que ver el igualmente fuerte aumento del PIB per capita, principalmente en la primera mitad del período, muy por encima de la media regional.

Quiénes ganaron más y quiénes menos

La evolución fue muy dispar entre jurisdicciones, lo que llevó a importantes alteraciones en el orden que cada una de ellas ocupa en el ranking de la desigualdad nacional. Por ejemplo, mientras Posadas era la ciudad más desigual en 2003, diez años después fue superada por Salta y también por Corrientes y Córdoba, siendo que esta última había ocupado un puesto de baja desigualdad relativa al inicio del período. Reconociendo que en casi todos los centros urbanos la caída entre 2008 y 2013 fue mucho más tenue que entre 2003 y 2008, quedan claramente al descubierto dos patrones evolutivos: jurisdicciones en las que la desigualdad cayó fuertemente en ambas mitades (ejemplos: ciudad de Buenos Aires, Concordia, Gran Tucumán y Río Gallegos) y otras en las que, a pesar de haber seguido la corriente nacional en la primera mitad de la década, no progresaron nada durante la segunda mitad (ejemplos: Salta, Gran Santa Fe y Formosa).

Coeficiente de Gini en los centros urbanos de la Argentina

Las causas

Para entender las causas de la caída en la desigualdad en los ingresos familiares resulta didáctico plantearse primero de dónde provienen los ingresos que conforman el total del hogar: principalmente del trabajo (y dentro de este ítem, del trabajo asalariado), de los ingresos por beneficios previsionales y de los provenientes de subsidios gubernamentales. El comportamiento de estos tres componentes del ingreso familiar traccionaron durante la década a favor de una desigualdad menor, aunque lo hicieron con intensidad variable. Durante la primera mitad (2003-2008) todo parece indicar que el comportamiento global de la desigualdad obedeció más a los ingresos provenientes del trabajo. La lucha contra el desempleo y la registración laboral se tradujeron en una reducción muy importante del nivel de desocupación (que pasó del 18% al 7%), de la tasa de registración laboral (del 50% al 35%) y, por lo tanto, de los salarios y de la estabilidad laboral de la población ocupada.

Los otros dos componentes comenzaron a actuar después. Primero, la reforma previsional tuvo mucho que ver en este proceso. La mayor cobertura y los mecanismos de actualización de los beneficios previsionales tuvieron un impacto directo sobre los niveles de desigualdad imperantes, principalmente debido al sector de la población más afectado por esta reforma: adultos mayores no cubiertos y jubilados y pensionados de bajos ingresos. Luego, en el último tramo de la década, el lanzamiento del megaprograma de transferencia condicionada (la Asignación Universal por Hijo) y otros similares, dio otro golpe a la desigualdad, pero claramente sin lograr revertir del todo el estancamiento que enfrenta en el mercado laboral y que, pareciera ser, tendrá un desarrollo menos satisfactorio aún en el futuro inmediato.

Precisamente, las diferencias en las jurisdicciones parecen mostrar ese avance asincrónico de los determinantes. Por ejemplo, en Córdoba, la evolución hacia una mayor igualdad entre la población mayor de 59 años contrasta con un magro progreso en términos de desigualdad general. En San Juan, en tanto, con un escaso aporte del sistema previsional se benefició de un gran aumento en términos de desigualdad total. Salta, con problemas estructurales del mercado laboral, no ha visto modificado su nivel de desigualdad desde 2008. De aquí en más, los progresos dependerán de cómo cada jurisdicción reconozca y administre su principal problema propio o idiosincrático (principalmente, empleo, adultos mayores y programas sociales) y de cómo progrese la macro a nivel general.

Lo que está sucediendo con estos dos temas no augura progresos futuros de la desigualdad en la Argentina ¿Nos queda entonces aceptar el mandamiento de George Orwell?

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