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Restricción externa y nivel de actividad

El problema es la falta de dólares, no el rojo fiscal

21 mayo de 2014

(Columna de Alejandro Fiorito, docente y economista de la Universidad Nacional de Luján -UNLU-)

Una causalidad empírica muy probada sobre la variación de la inflación en la Argentina es la de su transmisión por suba de costos. Estos incluyen macroeconómicamente a los salarios reales y las importaciones, en tanto que las exportaciones afectan a los precios domésticos por efecto del “traccionamiento” de precios internacionales traducido a precios domésticos. Se agrega, además, que cualquier modificación del tipo de cambio real alterará la distribución del ingreso y, por esa vía, a los precios domésticos.

También está empíricamente probado que estos menores costos no tendrán mucho impacto en un aumento de las cantidades exportadas, ni en una disminución de las cantidades importadas, debido a la fuerte inelasticidad-precio de estas variables. Por ende, las devaluaciones no son deseadas por los gobiernos y si se producen es por la tendencia declinante de las reservas de divisas, pero no por “falta de competitividad” de la economía (1).

Finalmente, negando a las visiones convencionales, la inflación desde los '60 hasta ahora no se encuentra correlacionada con el déficit fiscal en la Argentina. Por lo que sigue siendo confuso el argumento de una inflación por “exceso de demanda” y menos aún hoy con el menor nivel de utilización de la capacidad productiva en los últimos años.

Una devaluación sí elevará los costos de insumos importados y de los productos que se exportan. Las paritarias permiten una puja (deseable distributivamente) sobre el nivel del salario real perdido, que forma parte de la propagación de los mismos. Si se le agregara la suba de tarifas por eliminación de subsidios a la energía en la producción industrial ?que fueron puestos en su momento para evitar mayores subas en los precios? también se impulsarán mayores costos y precios. Por lo que la inflación es un ciclo de transmisión continuo cuya moderación necesita de una fuerte injerencia política desde el Estado en la negociación entre partes. Una política de control de precios y de ingresos y no un ajuste de cantidades como postula la ortodoxia.

Por lo que luego de una devaluación suele producirse una reducción del nivel de actividad (efecto ingreso y no sustitución), en tanto los salarios reales caen fruto de ese cambio inicial reduciendo por inducción el nivel de importaciones (vg. energía) y, con ellas, también la inversión privada. Por ello, es totalmente adecuado desde una visión alternativa el mantener una actividad fiscal expansiva, por su efecto compensatorio interno en pesos, independizándolo de la obtención de divisas.

En cambio, la receta convencional recusa esa compensación y no diferencia moneda nacional de las divisas, lo que al final de su cadena causal se termina siempre con mayor desempleo, afectando indirectamente la capacidad de negociación salarial (costo), pero destruyendo en el proceso el impulso de demanda autónoma que permite el crecimiento. No es opción entonces bajar el nivel de actividad en base a la reducción del déficit fiscal que, como se dijo, no mejora realmente el frente externo y sería como un “tiro en el pie”, que podría llevar a una “restricción social”. Asimismo, según datos de la Cepal (2013), la Argentina está en la media de la región en materia de déficit fiscal: 2,4% del PIB contra 2,6% del PIB, respectivamente.

Confusiones convencionales

Pero toda esta causación menguante se produce a nivel de la moneda nacional, sin mejorar per se el ingreso bruto de divisas, que fue lo que impulsó la devaluación. Por lo que no se evita el problema original. Y como no hay muchas salidas por el lado real a corto plazo ?es difícil incrementar exportaciones (que dependen de quien compra) y lleva un tiempo sustituir importaciones, (vg. YPF, Vaca Muerta, etcétera)? en cuanto a la obtención de divisas sólo resta la ampliación del uso de la cuenta de capital en una situación internacional favorable de bajas tasas de interés nominales.

De hecho, la periferia luego del ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), se ha “desacoplado” creciendo mucho más que el centro, aun con similar ciclo económico, de tal modo que la periferia crece más y decrece menos que el centro en el ciclo. Por caso pertinente, nuestra región, que tiene mayores cuentas corrientes negativas que la Argentina, financia su crecimiento con la cuenta de capital.

La suba del diferencial de tasas nominales de interés era lógicamente necesaria para frenar la formación de activos en el exterior, elevando el costo de oportunidad de fuga y de no liquidación de granos (2). Críticas especiosas afirman que esto sería una medida de “derecha” por sus efectos contractivos. Sin embargo, más allá de su dudoso efecto sobre la inversión y su escaso impacto vía créditos, el resultado final no es independiente de lo que se haga al respecto: los efectos negativos sobre el consumo pueden mitigarse segmentando los mercados de préstamos con tasas de interés más bajas al consumo (tarjetas de crédito, etcétera) como Brasil (3), pero por medio de los bancos públicos en competencia con los privados y, claro está, también manteniendo la ya citada compensación fiscal de demanda. La media convencional en este punto parece pelearse con el álgebra, al criticar ideológicamente toda salida, ora por izquierda, ora derecha.

No obstante, no se ha logrado una robustez del nivel de reservas necesaria para volver a crecer a tasas mayores. Obstáculos como riesgo país, los fondos buitre y el no haber incrementado sustancialmente el “poder de fuego” en divisas podrían debilitar la posición del Banco Central en la pulseada para no volver a devaluar y tornar otra vez negativo el diferencial nominal de tasas con sus asociados peligros de la formación de activos externos (4).

Otros caminos

Entonces, la opción de recurrir al financiamiento externo (deuda y/o IED y/o ingreso de divisas) es válida al permitir un mayor crecimiento económico sin implicar necesariamente un camino de endeudamiento masivo y creciente como antaño. ¿Por qué?

En primer lugar, porque ofrece un mayor lapso para generar políticas industriales y madurar las de sustitución de importaciones que mejoren la productividad y el frente externo en el largo plazo. En segundo lugar, por la combinación de buenos precios de nuestros exportables y bajas tasas de interés internacionales, sin la fragilidad financiera de antaño debido al desendeudamiento producido en estos años. En tercero, el Gobierno actual es un factor para negociar las condiciones favorables para dicho financiamiento. Pero aún sin tener esos plazos para planes industriales dado el próximo recambio del 2015 puede ser más que conveniente el dejarle al próximo gobierno una economía con mayores reservas y con algunos proyectos industriales en marcha para que tenga un mayor costo político cualquier intento de ajuste ortodoxo.

El nudo gordiano fue y sigue siendo el externo y no la inflación, como se menea todo el tiempo, en tanto esta última puede menguarse más fácilmente sin la amenaza de una devaluación constante sobre la única escasez real de la economía argentina que son las divisas.

(1) http://circusrevista.com.ar/wp-content/uploads/Fiorito-Guaita-Guaita-2013-circus-81-104-2.pdf

(2) http://grupolujan-circus.blogspot.com.ar/2012/11/coherencia-de-largo-plazo-y-pragmatismo.html

(3) www.bcb.gov.br/pt-br/sfn/infopban/txcred/txjuros/Paginas/default.aspx

(4) http://grupolujan-circus.blogspot.com.ar/2013/11/una-explicacion-alternativa-la.html

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