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Empleo juvenil

¿Qué puede pasar?

14 marzo de 2014

(Columna de Jorge Paz, economista e investigador del CONICET y del IELDE)

Los trabajadores secundarios (aquellos de los que no depende crucialmente el sustento de la familia y entre los cuales muchos son jóvenes) reaccionan más a los vaivenes del ciclo económico que los trabajadores principales. Entran y salen de la fuerza laboral, son despedidos y recontratados, buscan trabajo y se retiran en función de lo que sus hogares necesitan para satisfacer necesidades. Es por esa razón que el contexto macroeconómico resulta vital para pensar qué puede llegar a pasar con el empleo de las y los jóvenes entre 18 y 24 años de edad. Pero esto no significa ignorar otros factores que alterarían significativamente las decisiones de este grupo social.

1. La demanda agregada y el empleo juvenil ¿Qué es lo que ha sucedido con el empleo juvenil en la Argentina en los últimos años y qué se puede aprender de esa historia reciente? Durante la última década, tanto el desempleo adulto como el juvenil han disminuido de manera ostensible. La expansión económica que comenzó luego de la gran crisis 2001-2002 vino acompañada por una importante expansión del empleo, del empleo registrado y por una, no menos importante, constancia del nivel de participación, principalmente de los trabajadores secundarios. La desocupación adulta pasó del 10% al 5% y la desocupación juvenil del 30% al 20%. El empleo aumentó del 70% al 74% en el primer caso y del 43% al 45% en el segundo. Es decir que las reducciones del desempleo fueron respaldadas por un cese importante de la presión que sobre la oferta laboral ejercen los trabajadores secundarios y no sólo por un aumento del empleo. Pero la diferencia más importante entre jóvenes y adultos está en la mayor volatilidad que manifiestan los primeros con respecto a los segundos (ver Gráfico). Los vaivenes de la demanda agregada se corresponden claramente con movimientos oscilatorios de los indicadores laborales de la población juvenil más que los de la población adulta.

Evolución de variables del mercado de trabajo y la demanda agregada

2. Los programas de transferencias condicionadas ¿Y qué hace pensar que los jóvenes seguirán siendo reticentes a ofrecer su fuerza laboral en el mercado durante los próximos meses? Desde esta columna advertimos meses atrás del aparente efecto fuerte y positivo que tuvo la Asignación Universal por Hijo (AUH) sobre la escolaridad de menores. Este programa sería el responsable directo de la vuelta a la escuela de muchos de ellos, especialmente de adolescentes entre 16 y 17 años que habían abandonado el sistema educativo. Pero, exceptuando programas aislados, muchos de ellos de limitado alcance y de jurisdicción provincial o municipal, el grupo etario comprendido entre los 18 y los 24 años no estaba cubierto de forma masiva, como lo hace la AUH para con los menores de 18. El Programa Progresar (PP) vino justamente a cubrir ese espacio de protección social para los más vulnerables. Pero si bien en un principio se interpretó que los triple-ni iban a ser el foco del PP, queda claro que el tercer “ni” (el “ni busca”) tiene un efecto claro sobre la desocupación. El impacto se hace sentir a través de un aumento del salario de reserva que se movió de $0 a $600, lo que acompañado por un elevado salario mínimo y por una presión a la mayor registración laboral, tiende a encarecer la fuerza laboral juvenil para los empleadores. Además, el estudio es claramente una actividad intensiva en tiempo y, como tal, compite codo a codo por el tiempo disponible para dedicar al trabajo remunerado. Según los últimos datos disponibles, alrededor del 13% de la población juvenil trabajadora de la Argentina gana menos de $600 y un 20% de la población económicamente activa entre 18 y 24 años de edad, está desocupada. En total, habría en la Argentina 820 mil jóvenes que se mantendrían fuera del mercado laboral.

3. Crónicas marcianas La historia contemporánea parece el relato más detallado de lo que Ray Bradbury imaginó al escribir 'Crónicas Marcianas'. En economía no podemos ser tan precisos como Bradbury y sus predicciones. Solamente podemos imaginar escenarios en función de lo que sabemos acerca del comportamiento de las variables y de las relaciones entre ellas. Desde esta perspectiva podemos arriesgar la no tan promisoria conclusión: el empleo juvenil puede aumentar, disminuir o permanecer sin cambios en los próximos meses. Por el “efecto del trabajador adicional” puede que aumente tanto el empleo como la desocupación, como así también que se deterioren los salarios. Por otra parte, si las paritarias logran acercar los salarios a la inflación y el poder adquisitivo de jefas y jefes de hogar logra mantenerse en niveles razonables, es probable que las y los jóvenes permanezcan en el sistema educativo, con lo cual el empleo juvenil y la desocupación podrían disminuir. Por último, si los efectos se compensan puede que no ocurra nada y todo siga como hasta ahora. En todo caso, puede decirse que el empleo juvenil en el corto plazo depende de la evolución de los precios, de los salarios y de cómo esos insumos son procesados por los propios jóvenes y por sus familias. Pero cuidado con las condiciones actuales. Si la inflación licúa los beneficios del PP y los jóvenes son requeridos como trabajadores secundarios, la tasa de desocupación juvenil podría pasar del 20% actual al 30%, con lo cual las condiciones del mercado de trabajo serían muy parecidas a las de 2001-2002.

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