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La economía del 2014

27 diciembre de 2013

(Columna de Daniel Artana, economista jefe de FIEL)

Los primeros días luego de las importantes modificaciones en el Gabinete del Gobierno Nacional despertaron grandes expectativas respecto de un cambio de rumbo que le diera aire a la economía. Los problemas económicos eran los mismos que había a finales de 2011: atraso cambiario, pérdida de reservas, déficit fiscal creciente financiado con emisión monetaria y serias distorsiones de precios relativos.

Los primeros anuncios del Gobierno se enfocaron en la disponibilidad de divisas. Sin embargo, más allá del ingreso aportado por la inversión extranjera en el “upstream” petrolero comprometido con anterioridad y el adelanto de algunas divisas de exportaciones de oleaginosas del segundo trimestre de 2014, poco se ha concretado. Tampoco el Gobierno ha terminado de cerrar los acuerdos con las empresas que ganaron los juicios en el CIADI (no se entregaron los bonos), o en acordar el precio por la expropiación de Repsol. El resto de anuncios luce todavía más distante (nuevos préstamos del Banco Mundial o financiación bilateral de los países que tienen acreencias contra el país en el Club de Paris) o remoto, como es el caso de la financiación de China o Rusia para obras de infraestructura que, en su mayoría, ni siquiera se han licitado todavía y que tendrían un efecto poco relevante sobre la disponibilidad de divisas en la medida en que los supuestos préstamos se destinen a importar equipos.

Además, la decisión del Gobierno de aumentar el impuesto que grava las compras realizadas en el exterior y la venta de divisas a los turistas argentinos generaría un alivio menor sobre las reservas del Banco Central. Eventualmente permitiría evitar que se agrave la salida por este rubro. A pesar del deterioro en el resultado fiscal que apuntaría a un déficit de 5% del PIB para el año 2013, el Gobierno no ha realizado ningún anuncio significativo que muestre una intención seria de mejorar las cuentas públicas. Con ello, la esperanza de que el Gobierno pudiera reducir la presión sobre el financiamiento inflacionario del Banco Central se desvanece. A ello se suma n las dificultades de cerrar un acuerdo de precios y salarios creíble. La intención inicial del Gobierno de lograr aumentos nominales de salarios por debajo de la inflación esperada chocaba, desde el inicio, contra la expectativa de la gente de un aumento en la inflación futura.

Y los aumentos de salarios para las fuerzas de seguridad de entre 30% y 50% dejaron claro que ello no será posible. En los hechos, se anunció un acuerdo de precios para unos doscientos productos y la negociación salarial se ha postergado, lo que abre la puerta para negociaciones más frecuentes que la pauta anual que había sido la norma hasta ahora.

En síntesis, el plan del Gobierno carece de consistencia porque no ha incluido ninguna señal creíble de que intentará reducir el exceso de pesos de la economía. Sólo se ha depreciado el peso contra el dólar a un ritmo superior a la inflación, pero sin que otra ancla nominal reemplace el rol de contenedor de la inflación que tuvo el tipo de cambio hasta 2012. El acuerdo de precios y salarios tuvo siempre la debilidad de no estar acompañado por el componente ortodoxo que se requiere en cualquier programa serio de estabilización. Para peor, ahora parece difícil mantener una pauta cercana al 26% donde se ubica la inflación real.

Si el comienzo del verano transcurre sin medidas fiscales significativas el Gobierno deberá sortear varias pruebas.

Hacer frente a la reducción estacional de la demanda de dinero que tiene lugar sobre finales de enero/comienzos de febrero de todos los años. Esto ocurrirá en un contexto de abundancia de pesos por la emisión relacionada a los pagos de aguinaldos de empleados estatales y jubilados, y en el cual se arrastra un exceso de pesos como consecuencia del gran “corralón” que generó el endurecimiento del control de cambios de finales de 2011. Debe recordarse que existe un “monetary overhang” no inferior a 5% del PIB que históricamente se ha resuelto con un golpe de devaluación e inflación.

Detener el drenaje de reservas ya que el stock actual (neto de los depósitos de las entidades financieras en el BCRA) no es suficiente para hacer frente a los vencimientos de deuda pública y privada de los años 2014 y 2015. Además, debe recordarse que una parte importante de las reservas no son líquidas (el oro y los DEG's) y que requieren de operaciones complejas y costosas para poder convertirse en tales.

Evitar una aceleración de las pautas de los aumentos salariales en un contexto de inflación creciente.

La decisión de no avanzar en una mejora fiscal significativa expone a la economía a un ajuste por dos vías alternativas (o a una combinación de ambas). Resolver el “exceso” de pesos por medio de una aceleración en la tasa de inflación y resolver el “faltante” de dólares a través de una recesión que reduzca las importaciones. La economía siempre ajusta de alguna manera pero es preferible que ello se haga en una forma ordenada con una participación activa del Gobierno. Si, en cambio, el Estado no está dispuesto a ordenar sus cuentas no puede esperarse que los sindicatos y empresarios sean los únicos que hagan el esfuerzo.

Finalmente, si el equipo económico opta por endurecer el control de precios como única herramienta ello terminará en desabastecimiento, como la triste experiencia de Venezuela deja claro. Los controles que empezaron desde 2005, en general, fueron por períodos cortos, excepto en los mercados mayoristas de la energía, la carne y el trigo, donde la intervención gubernamental generó desastres de proporciones y que llevará varios años recomponer. Estos problemas eran obvios desde hace tiempo.

A comienzos de 2012 publiqué una nota titulada “Galopando hacia el ajuste”. Luego de varios años de excesos populistas y ante la ausencia de un nuevo golpe de suerte que mágicamente cuadrara las cuentas públicas y la cuenta externa, era obvio que hacía falta ajustar el gasto doméstico a la oferta sostenible de largo plazo. La decisión de ir por el “nunca menos”, deteriorando el déficit fiscal y confiando en los controles, sólo agravó la magnitud de los problemas. En 2013, la economía disfrutó de “un buen año” con crecimiento del 3% e inflación de 26% sólo porque usó el último stock disponible perdiendo reservas del Banco Central a un ritmo superior a los US$ 1.000 millones por mes.

Esa facilidad no estará disponible en 2014. Por ello nos espera un año duro, con riesgo de recesión e inflación en aumento.

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