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¿Una inflación "cultural"?

Dilemas del "path dependance"

29 noviembre de 2013

(Columna de Ernesto A. O'Connor, economista de la UCA)

El problema de la inflación en la Argentina viene desde varias décadas, y el país es conocido en el mundo como un caso de estudio específico, tanto a partir de la persistente inflación registrada desde la década de 1940 hasta la actualidad como por el proceso hiperinflacionario de 1989. Hoy, una vez más, como ocurre desde hace sesenta años, la Argentina se enfrenta a una inflación persistente, y también a una carrera dólar paralelo versus dólar oficial. Los errores del pasado no han servido como aprendizaje, y se repiten una y otra vez.

La percepción

¿Es tan negativa la inflación para temerle tanto? Evidentemente, los argentinos ?por lo menos la mayoría de ellos? tienen una propensión a la inflación y, por ende, no la consideran negativa. La inflación tiene varias causas: monetarias, fiscales y estructurales. Pero si el Banco Central convalida la inflación, vía más emisión monetaria y políticas monetarias activas, el proceso se potencia. Ergo, el Banco Central y los gobiernos argentinos deben considerar a la inflación como algo positivo.

¿Por qué? Porque permite financiar más gasto público, generar más empleo, potenciar el ciclo económico y soñar con eternizar el ciclo político propio. Además, de paso, la inflación licúa la transparencia de los números del Presupuesto nacional y de los presupuestos provinciales y municipales pero, como no hay serios problemas de corrupción, esto no es significativo.

La población disfruta de la mayor liquidez derivada de la inflación. Los salarios e ingresos se indexan a la inflación pasada, y el poder adquisitivo se mantiene. La producción se enfrenta a mayores costos salariales y de insumos, pero suben sus precios de venta. De paso, el remarque (mark up) de precios asegura cuasi rentas globalmente impensadas, dado que fijan precios por lo general muy por encima de los internacionales. El crédito bancario de consumo de mediano plazo disimula el proceso con plazos generosos y tasas exorbitantes, pero permite a los consumidores mayor felicidad.

“Un poquito de inflación es bueno”, dijo una vez quien fue un muy joven ministro de Economía argentino. Así, gobierno, consumidores y productores están felices en el ámbito inflacionario argentino.

Sobre todo en una sociedad y en una economía con algunas tendencias políticas, sociales y culturales hacia el aislamiento y una integración limitada al mundo, salvo que sea para viajes a Miami o Punta del Este. Estos viajes al exterior se incrementan en la historia argentina a medida que el peso se aprecia y es más accesible acceder a divisas baratas. ¡La inflación nos permite viajar por el mundo!

La culpa es de la “ciencia lúgubre”

Por algo la economía fue llamada la “ciencia lúgubre”. Tanta felicidad “marca registrada argentina” no podía durar tanto. Pero los ciclos de stop and go, el Rodrigazo, el fin de la Tablita, la hiperinflación, el fin de la convertibilidad y el blue deben ser fruto de los golpes de mercado, las corporaciones o el capitalismo global. Todos los procesos anteriores al actual terminaron igual: con una megadevaluación.

¿Y el peso? Si dejó de ser reserva de valor es porque sobran pesos en relación con las divisas, y valen menos. Pero por lo menos sirve para transacciones y mantiene el consumo. Sin embargo, cuando la incertidumbre crece y el peso no vale, surgen los temores de que la historia argentina se repita en un plazo desconocido. Acechan los mercados paralelos, el ahorro se fuga, la inversión decrece, la producción ve subir sus costos de manera insostenible, las ventas internas dejan de crecer como antes y el desempleo productivo comienza a crecer. Los exportadores tienen problemas para exportar y las importaciones se vuelven baratas pero difíciles de conseguir por las restricciones, cupos y demás regulaciones. La inflación se comió la competitividad. El problema es que ya no queremos el peso y queremos dólares.

Pero, para qué queremos dólares se preguntó un presidente hace sesenta años. ¿Cómo salimos de ésta? ¿Será como lo hizo siempre la Argentina en su historia?

El problema del “path dependence”

La cuestión del “path dependence” arroja alguna explicación, o ninguna, según como se mire. El “path dependence” es un concepto que explica cómo el conjunto de decisiones que se enfrentan en cualquier circunstancia está limitada por las decisiones que se han tomado en el pasado, a pesar de las circunstancias anteriores pueden no ser pertinentes. En la economía, el “path dependence” puede referirse a los resultados en un solo momento en el tiempo, o para ejemplificar procesos de largo plazo. Por ejemplo, una inflación recurrente.

En suma, la historia importa. Actualmente, el gasto público consolidado es del 50% del PIB y es insostenible su financiamiento, que se hace con creciente emisión monetaria. Causas centrales del problema, se vea o no. La inflación genera una sobrevaluación de los bienes y servicios no transables, especialmente el gasto público, en detrimento de los transables. Estos desequilibrios impiden la reactivación de la producción.

¿Cómo corregir tamaña distorsión de precios relativos? No sólo la ciencia lúgubre, sino también la historia económica argentina nos enseñan que, de no mediar una rápida corrección de precios vía políticas públicas adecuadas, la corrección se dará de la manera menos deseada. Si eso ocurriera, posteriormente sería una señal de madurez hacer los adecuados cambios institucionales, políticos y culturales para evitar que la situación se repita, por enésima vez, dentro de otros diez años.

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